Yo lo sé

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Alex se frotó los ojos y se levantó del suelo, dejando atrás el mando de la consola. Soltó una pequeña queja y se soltó el cabello, dejando ver una larga melena mitad azul. Empezó a hacer una trenza y se dirigió a Dewis:

-Por favor, sube arriba y en mi cuarto, coge la maleta de debajo de la cama, están las armas.

-Sobre eso - Dewis hizo una pausa y se rascó el brazo - Están en el auditorio, cogeré también silenciadores - Empezó a andar para la escalera y Alex le paró en seco.

-¿Están locos? Hoy hay actuaciones, he visto el cartel.

-Es ahora o nunca, ¿recuerdas? Si lo hacemos bien no ocurrirá nada. Al parecer Justin esta montando allí una segunda base, y hoy estarán ahí.

-Es una idiotez poner en peligro a tantas personas por la guerra de unas pocas.

-¿No son así todas las guerras?

Alex se quedó sin palabras que poder decir, era cierto todo lo que Dewis había dicho, pero dentro de su mente algo le decía que era tan injusto. Mientras Dewis subía, se giró sobre sus pies y cogió un papel en blanco que había encima de la cama y se puso a escribir. Para cuando Dewis bajó, ella estaba con las llaves de la moto en la mano y los dos cascos sobre la mesa.

-¿Vamos? - Preguntó Alex sin ninguna expresión en su rostro.

-Claro - Dewis cogió un casco y le pasó el otro a Alex

Ambos salieron sin decir una palabra. Aunque fuese un silencio agradable, dentro de Dewis corría la curiosidad. Eran tantas las preguntas que tenía dentro de su mente dando vueltas sin cesar en ningún momento que se aglomeraban y no era capaz de decir nada. Aunque llevaba un montón de tiempo junto a Diablo, se había sincerado con Alex y dado a conocer una persona maravillosa aunque aterradora a la vez, sentía que ella tenía aún más que enseñarle sobre su mundo, un mundo catastrófico y desordenado, por eso a él le llamaba tanto la atención. Nunca había sentido la necesidad de ayudar a alguien, de ser su guía, su noche y día, hasta ese estúpido momento que él, un simple contrabandista y asesino se chocó con un sicario, una asesina que al matar no temía el escuchar un hueso romperse, el sonido de una bala atravesando un cuerpo, pero se arrepentía del pasado, aunque en su presente estaba creando un futuro aterrador. Tal vez esa toma de cal y arena era lo que adoraba de ella, estaba desquiciada al igual que él.

Alex se paró en la puerta y se giró para dirigirse a Dewis, el cual se paró en secó al ver que ella no seguía andando. Soltó un soplido y se puso bien el pelo, sabía o mejor dicho creía que sabía lo que le iba a decir. Alex tiró el casco al suelo se acercó a él y le abrazó, se quedaron así por unos segundos, pero para Dewis no era suficiente, quería más y mucho más. Ambos se separaron y Alex le cogió de las manos, al parecer había fallado Dewis al creer que sabía lo que le iba a pedir, sin duda le sorprendió. Ella miró al cielo y después miró fijamente a los ojos de Dewis, y con una sonrisa triste empezó a hablar:

-Pase lo que pase, muera quien muera, quiero que sepas que te agradezco todo lo que has hecho por mí, también te odio en parte por lo que me has hecho pasar pero me ha ayudado a hacerme aún mas fuerte. Después de esto quiero que leas la carta que hay encima de la mesa de la cocina, solo debes leerla. Coge mi tarjeta y haces lo que quieras con ella, es para pagarte por toda tu hospitalidad. Gracias por aguantarme, por enseñarme, por guiarme. 

-¿Por qué me dices esto?

-He leído el diario de Víctor, dejé de tomar ese estúpido medicamento a los dos años, lo que soy, lo que hago, soy yo no una droga. Me gusta ver la sangre pero a la vez ayudo a las demás persona, odio a la gente pero a ti te amo, -Dewis abrió los ojos de par en par, le amaba - pero, yo soy la asesina que tanto temo y odio. ¿Cómo puedo ser el día y noche en la misma persona? 

Me llaman DiabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora