Capitulo 4. Recuerdame.

975 82 86
                                    



Al pulsar la tecla de enviar las manos del japonés seguían temblando.

Ya había perdido la cuenta de a cuantos dioses había rogado porque su primo leyera ese mensaje con rapidez y fuese al instante a su rescate, pero claro, no iba a ser tan sencillo...

Para esclarecer más el asunto vayamos desde un principio:

Kiku había estado en la habitación mucho después de que Yong Soo y Yao habían salido, ambos sin dar muchos detalles del asunto, por lo cual el se había quedado completamente solo en el hotel, por su mente pasó el acordar una salida con su gran amigo Feliciano, pero este avisó de antemano que estaría algo ocupado esa tarde, al igual que Ludwig (¿Coincidencia?), entonces al verse completamente solo se le ocurrió la gran idea de salir por su cuenta, realmente había salido varias veces, pero siempre en compañía, en todo caso, no podía ser tan malo, ¿no...?, bueno si, si lo fue, aunque al principio todo iba viento en popa, no tardó mucho en dejar de reconocer las calles, en perderse con las indicaciones el GPS y en intimidarse al intentar pedir ayuda.

Entonces allí estaba, en frente de una pintoresca tienda color rosa, con su corazón latiendo con fiereza y las palmas de sus manos sudando frío.

Pasea sus ojos por la calle, habían pequeños locales exuberantes en color de un lado a otro, más varias personas que transitaban por allí. Ya iba considerando nuevamente el pedir indicaciones.

De momento alguien llama su atención, una mujer de rostro amable, piel bronceada, cabello castaño rizo y ojos azules, vestía muy moderadamente, su cabello iba en una trenza dejando rizos sueltos de un lado a otro, parecía alguien de alrededor de treinta años, ¡Perfecta para pedir ayuda!

A paso lento se acerca a la mujer, repasando en su mente lo que diría.

—Umm... dis-disculpe señorita.

La muchacha quien previamente había estado viendo su móvil levanta la vista, encontrándose con el avergonzado rostro del japonés, el cual examina con detenimiento y le sonríe.

—¿Puedo ayudarte cariño?—responde coqueta.

Kiku se ve un tanto incómodo ante la familiaridad de su tono.

—Bueno... verá, n-necesito saber cómo llegar a un sitio...

—¿Estás perdido, lindo?

—A-algo así...—murmura apenado.

— ¿No quieres venir a casa conmigo?, sé preparar un tiramisú que hará que te chupes los dedos—Le guiña un ojo con una insinuante sonrisa.

El japonés abre los ojos de par en par mientras su rostro se torna de un vivaz color carmín, mira hacia un lado buscando una vía de escape y luego nuevamente a la castaña.

—... me veo obligado en rechazar su muy generosa oferta, disculpe las molestias, gracias—Todo aquello sale de su boca en un instante y al siguiente está a varios metros de la mujer, mientras que ésta ríe un poco.

¡No!, ¡definitivamente no sería capaz de pedir indicaciones!, ya era la tercera vez que le pasaba aquello, definitivamente... los occidentales le aterraban.

Sigue caminando de frente, apretando los ojos y con un fuerte sonrojo que insistía en adherirse a su rostro.

—¡Ay!

De momento siente algo frío caer en su cuerpo y se hace presente el sonido de una bandeja chocar contra el pavimento.

El japonés levanta la vista, pues había chocado contra una persona, sin palabras las cuales pronunciar tan sólo se queda estático por un instante mientras ve al muchacho de cabellera marrón quejarse un poco, a su vez observaba los vasos caer y esparcirse por el suelo.

Aquel Despistado Turista. (Rochu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora