Capítulo 7. Descanso.

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No supo como, pero lo hizo.

Finalmente sus pies le habían llevado a duras penas hasta el frente de la habitación de hotel.

Y allí estaba, mirando fijo a la puerta, sin atreverse a ejecutar acción alguna, tan sólo observándola detalladamente, más como si esperase de algún modo que esta pronunciara palabras, y con dos de las mismas diera solución a su problema.

Pero no pasó.

Por supuesto que no, tampoco es como si el asiático hubiese estado consumiendo alucinógenos o algo por el estilo.

Antes, ¿Cuál era su problema?

Pues, quizá un ruso quien se había empeñado en meterse a su vida... y por desgracia, lo había logrado.

Entonces sube su mano hasta su rostro, paseando sus dedos por su mejilla derecha, cada parte de ella que había sido tocada por las manos del eslavo, hasta que la punta de los mismos da con su labio inferior en un corto roce y al instante una nueva oleada de calor invade su rostro.

Aún lo sentía.

Aún sentía los labios de Iván contra los suyos, aún sentía la tela de sus guantes pasearse por su mejilla... Era como si el eslavo de alguna forma hubiese dejado huellas en su cuerpo.

Era inexplicable.

De momento cae en cuenta, había cometido un grave error, al devolverle el beso, al darle otro más... ¡No! Desde la primera vez que le había correspondido una sonrisa había errado, ¿A quién engañaba? No es como si él fuese de quienes besan a cualquier persona más si probablemente en unos días no volvería a verla, pero aquel impulso que lo incitó a probar sus labios de nuevo había nacido al tenerle de frente, a mirar tan cerca su cara, al haberlo besado con anterioridad y dejarle con aquel gusto... que simplemente no se pudo controlar por un instante más.

Yao suelta un largo suspiro, a su vez siente un par de pasos asomarse por el pasillo.

Su corazón se acelera de nuevo y voltea expectante, pero todas sus esperanzas se vienen abajo cuando unos ojos color chocolate le dan una mirada de extrañeza para luego ignorarle y continuar su recorrido.

Pase su mano por su rostro, frotando todos aquellos sentimientos confusos de su cara, restregándola enérgicamente en un intento por aliviar el sonrojo en sus mejillas, ¡Si! ¡Estaba confundido! Era eso, quizá hasta el vino le había caído mal.

Entonces pasa la llave por el cerrojo, y en poco tiempo se abre paso por la habitación.

Al entrar tan sólo observa los mismos muebles de siempre, las cortinas... las paredes, aquel ámbito al cual tarde o temprano había se terminado por acostumbrar. Da con uno de sus primos, sentado cómodamente revisando su teléfono móvil.

¡Mi celular!

Bueno, tampoco es como si fuese muy lógico devolverse a buscarlo en ese instante, realmente le tenía poco aprecio a aquel aparato siendo tan fácil de olvidar...

—¡Hola, Aniki!—le saluda el coreano con aquella típica jovial sonrisa.

—Humm... Hola... —Aún yacía algo aturdido, lo cual se reflejaba en su rostro.

—¿Qué tal te fue?—Pregunta el coreano, obviamente con la intención de indagar en la vida de su primo favorito.

De inmediato el chino recuerda su desvergonzada actitud frente a aquel beso, sus mejillas se tiñen de rojo levemente y al instante cambia su expresión aturdida por un ceño levemente fruncido.

Aquel Despistado Turista. (Rochu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora