Capítulo 2. Estúpido es creer.

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Y de todas las cosas que en su debido momento pudo haber dicho, todas las palabras, frases y oraciones que existen... tuvo que decir las más comprometedoras y propensas a ser mal interpretadas.

"Toda la vida si es necesario"

¿¡En qué había estado pensando!?, ¡sonaba como si de una declaración de amor se tratase!, una... muy cursi declaración de amor.

Y con tan sólo recordar la reacción del ruso... ah, esa carita que había puesto...

Como sus ojos amatista se abrieron genuinamente sorprendidos, como sus labios de habían curvado juguetonamente y como un casi imperceptible tono escarlata se había apoderado de sus mejillas.

Hacía que su rostro enrojeciera con fiereza.

¿Qué si estaba avergonzado?, quizá.

Y finalmente sólo habían intercambiado de números, acordando un día para dictar las clases, por supuesto, esta vez en la casa de Iván.

Yao se sonroja nuevamente... podía daba riendas sueltas a la malinterpretación a la hora de pensarlo con detenimiento...

Estaba sentado en el ventanal de la habitación del hotel, hace unas horas, dos horas que siquiera se había movido de aquel sitio, mientras aquella escena se repetía en su mente una y otra vez, con tal nitidez como si de una película se tratase.

Yao suspira mientras sus ojos se pasean por aquel pequeño pedazo de ciudad que podía visualizarse desde su asiento, sin enfocarse en un punto fijo.

Seguro había parecido un idiota ante los ojos del ruso...

—Aniki ¿Estás bien?

El asiático parpadea un par de veces, antes de voltear hacia su primo menor.

—¿Mmh?, p-por supuesto aru, ¿por qué no lo estaría aru?

Yong Soo le lanza una mirada de desconfianza, con cierto dejo de preocupación.

—Has estado muy distraído desde ayer, imagínate, ¡estamos en Italia! ¿Sabes cuan lejos queda de china? ¡Como un millón de kilómetros da-ze!— infla un poco las mejillas, en modo reprocho—, ¿y que haces?, pues pasar todo el día encerrado aquí como si fueras una Ostra da-ze.

El chino frunce un poco el ceño ante la extraña combinación de palabras que había elegido el coreano.

—A no ser que... ¿Esto tiene que ver con las clases de ayer? ¿Verdad?

Yao desvía la mirada y abre los labios un poco, dispuesto a balbucear alguna mentira cuando...

¡Oh my good!, dude, acabas de salvarme la vida—Decía un joven rubio mientras caminaba hacia el coreano.

Yong Soo parece olvidar todo lo que había dicho con anterioridad y se dirige hacia el rubio.

—No hay de que, la solidaridad fue originada en Corea da-ze—Responde con una arrogante sonrisa en los labios y los ojos cerrados.

—¡Ah, pero si la solidaridad fue originada en Estados Unidos!, ¿a que has escuchado de la solidaridad americana?, ¿no?

Yong coloca un dedo en su mejilla y piensa un par de segundos.

—No, la verdad no.

Ante esto Alfred coloca una mano en su pecho dramáticamente y mira al coreano tal cual como si hubiese insultado su religión.

Por su parte Yao carraspea un poco la garganta, haciéndose presente en la conversación, esto sin contar que le parecía extrañamente aterradora la similitud de ambos sujetos.

Aquel Despistado Turista. (Rochu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora