Uno

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-Y ten cuidado de no pasarte de la hora, es considerable que se haga a la hora justa, ni antes ni después. Muy bien, son cincuenta dólares.- el hombre se tomó todo el tiempo del mundo en explicarle a Dipper lo que necesitaba saber, cosa que apreciaba, porque pudo haberlo atendido una de esas brujas gruñonas que se creen que tienen gran conocimiento sobre la vida pero no piensan demostrarlo.

Dejó salir un lamento en forma de suspiro, cincuenta dólares eran mucho para unas flores, ni siquiera era una gran cantidad, era una pequeña bolsita, y las flores tampoco eran muy lindas, de hecho, eran horribles, no las llevaría ni a la tumba de su peor enemigo. Rió amargamente ante su cruel ironía.

-Gracias Ford.- sacó el dinero de su cartera y lo dejó sobre el mostrador, su semblante era la melancolía en su estado más puro.

-¿Ya tienes todo?-

-Absolutamente todo, si estás seguro de que tengo todo, pues así es.-

-Buena suerte chico.- fue lo último que le dijo antes de que Dipper tomara lo suyo y saliera por la puerta de aquel viejo almacén de ocultismo, sin antes regalarle una cálida sonrisa al hombre que humildemente le había ayudado en tanto.

Aunque el cielo estuviese congestionado de niebla y el suelo amarillo ¡era la época más hermosa del año! Sobre todo al principio de esta, cuando el frio comienza a advertir de su regreso fuerte (el que ya estaba presente), las horas de luz se reducen, y si estuviera descalzo sentiría la baja temperatura del concreto bajo sus pies, la cual también dificultaba la captación de agua por parte de las raíces de los árboles y por ende la productividad de hojas disminuía. No importa el lugar, él veía belleza en la ramita más pequeña de un arbusto, su amor por la botánica lo había llevado a viajar lejos de su casa para profundizar el tema que le interesaba en estudios universitarios; pero sin embargo, nunca en su corta vida había apreciado unas flores tan raras como las que llevaba en su mano derecha en ese momento.

Cruzó la vacía calle para adentrarse en un pequeño bosque allí, en plena ciudad. Estaba obscureciendo pero no había prisa, se adentraba cada vez más y esa parte vacía de la ciudad quedaba en la lejanía. Observaba cabizbajo cada hoja insignificante en su camino, desde la más amarilla hasta la más escarlata, hasta toparse con una gran reja gótica, dándole paso al cementerio, tal como esperaba.

Había un silencio demasiado relajante, y ahí va otra ironía, es un lugar perfecto para descansar.

El crujido de la muerte bajo sus pies era bastante sereno, hasta que se detuvo en un punto en especial, alzó la vista y lo vió, nuevamente se adentró a otra parte del bosque en donde el cementerio no estaba ni cerca de acabar. Caminó unos metros por un sendero tortuoso y se detuvo frente a una tumba, que aún que bien conservada, estaba tapada por una sábana de acículas de pino. Se puso de cuclillas y las limpió con su mano dejando expuesto el brillante mármol negro bajo estas, observó con detenimiento las letras en color oro: ''Bill Cipher 1996-2015''. Las examinó como si de un código críptico se tratase, con su faz estática por la concentración. Y no por terco, sino por apoyar con escudos pero sin espadas lo que creía, todo no podía impregnarse como tal en un pedazo de mármol, era una vida valiosa, si el cuerpo era regalado, la vida era prestada, no desaparecía.

Confiando en su reloj biológico sostuvo la bolsa con las flores entre sus manos, y las frotó entre sí con las mismas aún ahí, haciéndolas trizas y dejando un polvo ceniciento como resultado para luego verterlas sobre el concreto.

-Espero que funcione.- murmuró para sí. Acto seguido sacó un encendedor de su bolsillo con sus manos temblorosas; miró hacia todos lados, no sabía si era emoción o ansiedad de la mala lo que sentía. Sin más hizo aparecer la llama, que gracias a la obscuridad de sus alrededores se veía más detallada, quizá para un dibujante sea obvio, pero tenía tonos violáceos y azules los cuales Dipper nunca se había detenido a mirar. Acercó la lumbre a las escorias haciéndolas arder casi de inmediato; una fina capa de luminosidad azul las cubrió, era un fuego totalmente débil, Dipper cayó de sus cuclillas arrodillándose frente a la tumba, acercó su cara al fuego, sintiendo una pequeña ráfaga fría de parte de este y comenzó a susurrar palabras indescifrables. Sentía como su corazón latía cada vez con más intensidad, llegó al punto de preguntarse a sí mismo si estaba seguro de lo que hacía, pero quisiera o no, ya no había vuelta atrás.

-¿¡En donde mierda estás!?.-Gritaba la voz desde el otro lado de la línea.

-Estoy yendo a casa, se me hizo un poco tarde, cena sin mí que todavía me falta mucho para llegar.- dijo Dipper bastante agitado, debido a que caminaba a paso rápido.

-Claro que lo haré, de hecho ya lo hice, ¿en dónde estabas? Me preocupé muchísimo, ¡te fuiste desde las seis de la tarde!.-la voz tomó algo de calma.

-En casa hablamos Will, me queda poca carga.- sin más cortó la llamada y dobló la esquina. Estaba totalmente preocupado, como un niño que sabe que está en problemas y teme acercarse a su madre porque sabe que no le irá bien para nada, aún quedaban cinco cuadras para pensar en una buena excusa del porque no se dirigió derecho a su hogar después de clases.

El camino se le hizo demasiado rápido pero ya sabía que se quedó en la biblioteca repasando para exámenes...hasta las doce de la noche.

Marcó el número y aguardó dando pequeños saltitos sobre su eje, como si eso le fuera a sacar el frio digno causante de hipotermias que sentía en ese momento.

-¿Dipper?.- al fin habló una voz somnolienta por el parlante.

-Si.- pocos segundos después se oyó ese molesto sonido dándole paso al interior del departamento. Puso en marcha el acenso al quinto piso con sus propias piernas, el elevador era muy estrecho y salve Dios a aquellos que se apoyaban en sus paredes, ''deben estar todas orinadas por ebrios'', pensó Dipper, pero las mejorías tampoco eran muy notables, las escaleras de cemento estaban algo peladas y habían esvásticas dibujadas con aerosol por todas las paredes, sin mencionar el penetrante hedor a cigarrillos que se sentía.

Al llegar abrió silenciosamente la puerta y la cerró con aún más cuidado siendo esto en vano ya que la condenada traba siempre hacía su característico ruido. Como esperaba, Will ya estaba dormido, caminó con sigilo como si estuviese en un campo minado y se acostó lentamente en el sofá, volteó a ver a su compañero de cuarto quien yacía acostado en su cama armada, suspiró con cansancio, él no podía armar su cama porque despertaría a la bella durmiente; pero algo si era bueno, vivía en una humilde y cálida morada, no necesitaba nada más, tenía todo, ¡hasta compañía! Ni siquiera importaba que las paredes del departamento fuesen un asco, las de su habitación eran un lujo. Se revolvió un poco y fijó la mirada en la luz lunar que se filtraba a través de las cortinas, pensándolo bien, llevaba una pesadumbre nueva, y seguramente le seguiría la vigilia. 

Desliz [Billdip]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora