—Aquí tienes—Dice el chico pasándole una vaso de agua a la zorra.
—Muchas gracias. Eres muy atento.—Le agradece la chica.—Tu novia debe de estar encantada, porque tienes, ¿verdad?
—Eeh... Si.
—¿Cómo se llama?—Cuestiona con una mirada atrevida.
—E-eso no te importa.
—Oooh, ¿Qué pasa? ¿Problemas en la relación?
—No—Niega tajante.
—Nunca he entendido esto de las relaciones, ¿sabes? La gente cree que el amor existe.
—Si que existe.
—Existe el placer, cariño.—Dice tras reír exageradamente.
—P-parece que ya estás mejor, deberías irte.—Comenta levantándose del sofá.
—Oooh, ¿me estás echando? Jajaja, que adorable.
El chico la miró directamente a los ojos pues sabía que algo iba mal.
—Tú no eres mortal.
La chica no se sorprende ante el descubrimiento y se levanta tranquilamente con una pícara sonrisa.
—Mmm... Que inteligente.
—¿Qué es lo que quieres?
—¿Yo? Solo sigo ordenes. No tengo nada contra esa mocosa.
Sonic sabe que es lo que tiene que hacer. Los demonios nunca le habían intimidado y no dejaría que este intentara apartar a Amy de su lado.
—Agg...—Se queja al sentir que no puede moverse—¿Q-qué ocurre?
—Te he inmovilizado. Ahora que sabes que soy no puedo arriesgarme a que me ataques cuando esté distraída.—Explica alegremente—No puedes matarme. Pero sería de muy mala educación, ¿no crees? Además, no quiero hacerte daño...aún.—Se para y clava la mirada en las escaleras que dirigen a la habitación del erizo.
—Hhuuuumm.... ¿Por qué no me enseñas la casa?—Cuestiona subiendo el primer escalón.
Solo hizo falta una mirada, para que el cuerpo del chico empezara a moverse automáticamente. Como una titiritera que maneja a su antojo a la inerte marioneta que lucha por zafarse de sus garras.
—¿Q-qué estás haciend...?—Pregunta al ver que está tumbado en su cama pero Fiona coloca un dedo sobre sus labios evitando que acabara la frase.
—Ssh...—Acaricia su rostro y sonríe—Que lindo. No me extraña que la rosita perdiera la cabeza.
—No te atrevas a acercarte a Amy.
—Tranquilo. Primero voy a divertirme un poco contigo.—Explica mientras se coloca sobre él sin que el otro pudiera hacer nada al respecto.—Me pregunto que pensará ella sobre esto.—Murmura acariciando su rostro y bajando la mano por su cuello, como si fuera un depredador que intenta decidir por donde empezar a comer su presa.
En ese momento, se escucha un estruendo. El sonido del cristal de la ventana rompiéndose en mil pedazos. El pie que le había dado esa descomunal patada al vidrio pertenecía a más ni menos que a Amy, quien había entrado de un salto, junto con los trozos de cristal.
—Aléjate de él. ¡Ahora!—Exclama enojada. En sus claros ojos jade se podía reflejar la ira en la que estaba envuelta su alma.
—Pero si solo acabo de empezar...—Responde con una sonrisa.
Esta mira al chico quien acto seguido comienza a retorcerse de dolor.
—¿¡Qué le estás haciendo?!—Cuestiona el ángel asustado.
—Es un pequeño truco. Te abría enseñado a hacerlo si no fueras una traidora. Pero aún puede que no sea tarde. Por alguna razón Scourge quiere que regreses...
—N-no le hagas caso—Tartamudea el peliazul luchando por soportar el dolor que la zorra le estaba cansado con tal solo esa mirada...
—Tengo entendido que sientes una extraña obsesión con la sangre...—Empieza agarrando al joven del brazo—Ooh, ¿pero qué tenemos aquí? Wow, que grata sorpresa...—Parlotea al desvelar la muñeca del chico. Acto seguido, clava sus garras en su herida, haciendo que comience a sangrar.—Mira, rosita, ¿no es hermoso?
Era la primera vez que había visto una gota de sangre salir del cuerpo de su amado. Podía sentir como el deseo de ver más se apoderaba de ella.
Más... Más... Es muy poco... No le cansarás demasiado daño si lo haces rápido...
—¡No!—Grita dando un paso atrás.
El demonio sonríe y se levanta para acercarse a ella con las manos llenas de sangre.
—Vamos, Amy. Ven conmigo...
—N-no te acerques más a mí...
—¿O qué?
En ese momento, Amy hace aparecer un enorme martillo. Fiona retrocede al sentir el aura que desprendía ese objeto y clava su mirada en las manos del ángel.
—Ya decía yo que aquí olía a quemado.
La eriza se había atrevido a robar el arma arcángel, a pesar de la barrera que la protegía. Había soportado las quemaduras con tal de protegerlo.
—Acabemos con esto.—Empieza alzando el martillo.