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Muchos compañeros me preguntan cómo tengo fuerzas para estudiar cuando salgo de una guardia de doce horas. Fácil, no pierdo mi tiempo en contarle mi vida a nadie, no tengo que ser cordial con nadie, sólo conmigo mismo.

Tras un fin de semana de trabajo, en la habitación del piso que comparto con Nadia, me encuentro un domingo por la noche observando los dibujos de mi perfil que hizo mi compañera de clase. Nunca nadie había hecho nada por mí, ni siquiera un dibujo.

Para quien no la conozca, Nadia es mi hermana, la que se enteró en su doceavo cumpleaños que fue un fallo de dos borrachos. Creo que ella ha perdonado a nuestros padres su negligencia, a mí, simplemente me dan igual, no pienso mucho en ellos.

Nadia se pasa el día con su novio fuera de casa o jugando a videojuegos con él y más amigos en nuestro salón. No me molestan, la verdad es que parecen un poco idos cuando juegan online y no dan lata. Ni se atreven a fumar cuando yo estoy a pesar de ser mayores que yo.

Nadia ha visto los dibujos y no ha dicho nada, pero ha sonreído y me ha dado la enhorabuena. Le he dicho que yo no tenía nada que ver, que ni siquiera sé dibujar. "Ya lo sabía" me ha contestado con su voz demasiado dulce y me ha guiñado un ojo mientras salía de mi habitación y me dejaba estudiar en paz.

También llevé los dibujos a la comisaría, sólo porque no sabía qué hacer con ellos. Mis compañeros no han dicho nada al verme entrenar en el gimnasio con ellos. Nunca dicen mucho, la verdad, porque me conocen y saben que no necesito esas convenciones sociales de preguntar por alguien cuando, en realidad, no te importa.

Tengo un compañero con el que suelo pasar el tiempo. Creo que a él le gustaría hablar más pero le da vergüenza. Nadia dice que intimido a la gente con mi gesto serio y debería sonreír, pero no me apetece y no lo hago. No sé su nombre, su apellido es López.

López señaló a los dibujos y me dijo que eran bastante buenos. Sin saber porqué, me salió su nombre. "Los ha hecho Victoria". Como si alguien la conociese, como si yo lo hiciese. Desde entonces, López está más animado y habla conmigo de vez en cuando.

- ¿Es tu novia?- pregunta un poco más alto que un susurro sin mirarme

- ¿Quién?- estoy confundido porque me hable y porque no sé a qué se refiere

- Victoria, la chica de los dibujos- su respiración está entrecortada por el trabajo en la cinta de correr

- Va a mi clase- subo la potencia de la cinta y corro más rápido

- ¿Cómo es?

Me encojo de hombros en respuesta porque no recuerdo mucho su cara. Recuerdo sus manos, demasiado pequeñas y tan detallistas en los dibujos y de su voz irritante. No puedo recordar más de ella y tampoco me importaba.

Desde que me preguntó cómo es he estado intentando recordarla pero no he podido. Me siento impaciente por llegar mañana a clases y volver a verla. Quiero poder describirla al detalle. En mi trabajo, la descripción detallada de una persona es algo muy importante y yo solo he podido recordar cosas insignificantes de ella.

Me vuelvo a sentar el lunes por la tarde en la misma clase, el mismo pupitre y evitando alguien se siente en su sitio. Porque ahora es su sitio. La veo entrar y mirarme, su mirada pasando hacia el pupitre a mi lado, el suyo y pasando de él.

- ¿Victoria?- no sé porqué la he llamado

- ¿Estás hablando conmigo? Sabes que te odio, ¿no?- No la escucho, estoy intentando memorizar su cara

- Sí, sí, lo que sea- Pelo castaño, ojos marrones grandes, pestañas negras, nariz redonda y pequeña, cara en forma de corazón y labios muy rosas y rellenos.

- ¿Para qué me has llamado? ¿Para mirarme con cara de lunático? Llamaré a la policía si vuelves a hacerlo- se da la vuelta y solo puedo ver la parte de atrás de su espalda.

-Soy policía- le paso unpapel a su pupitre antes de añadir- Puedes llamarme cuando quieras.

VictoriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora