Capítulo 2

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Anastasia

Cuando el ascensor comienza su ascenso hasta el quinto piso, con un fuerte suspiro dejo que todo el peso de mi cuerpo descanse con la fría pared del ascensor para tratar de relajarme.
¿Pero qué está pasando conmigo? ¿Por qué hice eso? ¡¿Desde cuando me quedo abrazada de esa forma a un extraño?! NO, NO, NO ¡¡¡PERO QUE VERGÜENZA!!!
¡¡¡ ¿Que ira a pensar ese hombre de mí?!!!
De seguro debe de estar pensando que estoy loca o peor aún, que soy una cualquiera, una puta que seduce a cualquier tipo que se encuentra por la calle.
Y como si fuera poco, por lo visto mi mente también esta en mi contra, hace que me imagine aquella imagen mía con aquel sujeto, los dos juntos... abrazados....Con ese pensamiento ciento que mis mejillas arder de nuevo, y como si ese recuerdo se fuera a desaparecer de mi memoria, rápidamente me tapo el rostro con mis manos en señal de desesperación y echo mi cabeza hacia atrás, como desearía poder gritar en este momento pero no estoy tan loca como todo el mundo cree, sé que no es el momento ni el lugar.
Después de unos segundos trato de tranquilizarme, froto suavemente mi sien mientras suelto un largo y cansado suspiro de resignación. Lamentablemente ya no puedo hacer nada para cambiar lo que hice, lo echo, echo esta. En verdad como quisiera volver a mi cama y olvidarme de todo esto.
Aunque lo único que no quiero es olvidarme son de aquellos bellos ojos grises, en verdad eran preciosos... pero extrañamente me eran muy familiar, cómo si ya los hubiera visto antes. ¿Pero donde?
Bueno ya no importa, por lo menos ya no volveré a ver a ese hombre, o mejor dicho eso espero porque no creo que pueda volver a verlo a la cara porque si no, estoy segura que moriría de vergüenza.
Pero bueno....ya está.
Es como diría mi padre, borrón y cuenta nueva.
Ya decidida a dejar lo malo y lo... vergonzoso de este día atrás, miro mi reloj que llevo en la muñeca y si antes estaba preocupada por lo del abrazo, ahora no tengo palabras para describir como me siento en estos momentos. A causa de la hora que marca el reloj. ¡¡¡No lo puedo creer!!! ¡¡¡Son las diez y veintidós!!!
NO, NO, NO, ¿cómo pudo pasar el tiempo tan rápido? ¿Qué hago ahora? ¿Me quedo? ¿Me voy? ¡DIOS, QUE ALGUIEN ME DIGA QUE DEBO HACER! Medito todas mis opciones, y sin duda lo mejor sería que hoy no presente a trabajar. Sí, será mejor que vuelva a casa, y mañana ya le inventare a mi jefe cualquier excusa.
Pero al parecer mi mala suerte va en aumento y antes de que lo pueda impedir el ascensor se detiene y las puertas comienzan a abrirse y yo en un en vano para que se vuelvan a cerrar así nadie me vea, aprieto desesperadamente el botón para que vuelva a planta baja pero sé que es imposible.
A medida que las puertas se terminar de abrir, dejan a mi vista a la persona que menos quería que me viera en estos momentos... mi jefe...
Esta allí parado luciendo su planchado, delicado y por supuesto super costoso traje de tres piezas, con su saco y pantalón de color negro, sus zapatos a juego con su ropa están perfectamente lustrados, su chaleco de color rojo sangre que resalta entre el resto de su vestimenta, sus ojos de color miel que están escondidos detrás de aquellas gafas para el sol, su cabello está muy bien peinado como siempre. Su apariencia es como siempre... inmaculadamente perfecto.
Su postura es recta de seguro lo hace para intimidarme y com siempre lo logra , sus brazos están cruzados y aunque no pueda ver sus ojos, se que está mirándome de pies a cabeza. Apostaría todo lo que tengo que en este mismo instante esta de todo menos contento.
Se mantiene en silencio como si estuviera esperando una explicación de mi parte. Pero ¿Qué quiere que le diga? ¿Lo siento? ¿No quise llegar tarde? ¿Toda mi mañana fue una mierda? ¿Que un extrañó me dio un abrazo al cual le correspondí? No, no creo que quiera escuchar éso, mejor empezaré por lo básico y lo saludare, sólo para tratar de amortiguar el golpe final de mí << perfecto dia>> Bueno que sea lo que Dios quiera, aquí vamos.
-Buenos días señor- Lo saludo mientras le doy una sonrisa nerviosa.
-Señorita Steele, ¿acaso tiene idea de que hora es?- Me pregunta de forma irónica y con vos enojada. Mierda, mi intento de calmar a la fiera falló.
Y como consecuencia de ello bajo la cabeza por la nueva vergüenza a la que estoy siendo sometida, ya que atrás de la espalda de mi jefe veo asomarse algunas cabezas de mis compañeros, y sus ojos están mirándome con pena. ¿Por qué no siguen haciendo sus cosas? ¡Odio ser el centro de atención!
-S- sí señor, lo lamento mucho per...-trato de hablar pero él me interrumpe
-Señorita Steele-hace una pausa para quitarse los anteojos de sol y colgárselos en el bolsillo superior de su saco- yo me considero un hombre muy paciente con mis empleados-¿Es en serio? ¿Paciente? Si él es paciente entonces yo soy Jennifer López- Acepto que todos somos humanos y que cometemos errores. Pero lo único que no tolero es la impuntualidad- Dice de manera aterradora, sus ojos centellan de furia. Ho, no ahora si estoy en grandes problemas
-Pero señor, es que yo...-
-Es que nada señorita Steele-Me interrumpe de nuevo- Está suspendida. Por favor pase a mi oficina ahora mismo- Abro los ojos como platos ante el anuncio de mi castigo, que en parte es injusto. Como si nadie nunca en su vida hubiera llegado alguna ves tarde a su trabajo- Sígame- es lo último que me dice antes de dar media vuelta y dirigirse a su despacho.
Comienzo andar detrás de él, resignada a lo que me toca, mientras que lo sigo evito levantar la cabeza ya que no quiero ver la miradas de lastima de todos los que están en el piso.
Mi jefe llega a la puerta de su oficina la abre y entra, y se hace a un lado, mantiene abierta para que pueda pasar. Una vez que estoy adentro el la cierra a mis espalda. Luego se dirige a su escritorio y se sienta en su gran silla de cuero negro mientras que yo permanezco de pie parada frente a su escritorio.
-Siente por favor señorita Steele- Me ordena mientras hace un ademan con la mano en señal para que me siente en la silla que esta frente a él.
Mientras mantengo la vista en un punto fijo en el suelo, pienso que es lo voy a hacer ahora, si el me descuenta el 50% de mi sueldo de este mes estaré más apretada con las cuentas, más que lo usual. Con ese crudo pensamiento me mortifico mientras que el teclea algo en su computadora, luego deja de teclear y se escucha el inconfundible sonido de la impresora.
Luego hace impulso con los pies para hacer que la silla se deslice ya que tiene ruedas, para tomar el papel que sale de la impresora. Luego vuelve a ponerse a donde estaba.
Yo solo me quedo allí sentada en silencio, mientras que juego con los dedos, rogando en mi mente que no me suspenda. Pero cuando levanto la vista para mí desgracia, veo como firma aquel papel impreso y luego saca un sello del cajón del escritorio y sella la hoja sin ni siquiera dudar. Una vez que termina le da vuelta el papel y recién desvía los ojos de aquella hoja que para mi sólo significa más deudas, y me mira.
Luego desliza hacia mí y en tono firme me ordena que lo firme y que me retire.
Entonces tomando valor decido jugarme mi última carta y en un último intento le suplico que no me suspenda, olvidándome de mi vergüenza le digo que necesito el dinero para pagar mis deudas. Él se queda callado, meditando mi suplica por lo que me parece una eternidad. Y con una sonrisa que me da escalofrió sentencia.
-quizás podamos llegar a hacer un trato- Dice con cara de póker.
-¿Qué clase de trato?- Le pregunto con cautela ya que su expresión no me gusta ni un pelo. ¿Cuál será su propuesta? ¿querrá que me acueste con él? Ni loca lo haría. Y como si el pudiera leer mi mente sonríe y me aclara.
-No piense mal de mí, señorita Steele. No es nada parecido a aquella degradación que usted se imaginando, es otra cosa lo que le quería pedir- ¿Tan fácil soy de descifrar?
-¿Entonces de que se trata señor?- Pregunto intentando ocultar mi vergüenza.
-Es simple señorita Steele, vera esta noche tengo el recital de danza folclórica de mi hija, ella solo tienes ochos años. Y usted conoce a los niños, me ha estado recordándome que hoy era su recital, 'pero esta noche también tengo otro evento muy especial en el hotel Paraíso al cual no puedo faltar- Me explica de forma lenta y con cierta dulzura que se nota a kilómetros de distancia que es fingida. Me da mucha desconfianza su forma de hablar.
- Aja, y en eso ¿En que lo puedo ayudar yo?
-Es muy simple señorita Steele, quiero que usted vaya en mi lugar y me represente a mí y a la empresa-¿Es en serio?, junta sus manos entrecruzando los dedos de su mano, y me contempla muy fijamente, haciendo que me ponga más nerviosa, ¿en que estará pensando? - también quiero que participe en la subasta, allí habrá cosas... de muy buena calidad- me explica muy tranquilo. Y yo me encuentro pasmada en mi asiento, ¿En verdad está hablando en serio?
-Se-señor está seguro que quiere que vaya yo en su lugar?- Pregunto atónita, no puedo creer que quiera mandarme a mí a algo tan importante.
-Por supuesto señorita Steele- Me confirma con una sonrisa. Esperen... ¿En verdad me está sonriendo?
-Pero yo no sé nada de sobre arte o pinturas ni nada referido a eso- le digo como una advertencia para él, bueno en realidad para su dinero. Porque después ya no quiero tener más problemas con el si no llegara a gustar lo que compre en esa subasta o si llegara a gastar más de la cuenta.
-por eso no se preocupe señorita Steele, confió en su buen gusto y que adquirirá maravillosas obras de arte. Además...- hace una pequeña pausa y luego continua-entre nos, usted es la que mejor que se viste aquí en la oficina y su aspecto es fenomenal y fresco- Esta bien, ahora ya me está asustando. ¿En verdad me está adulando '? ¿Quién es este hombre y en donde está mi verdadero jefe? - Así que... ¿Qué me dice señorita Steele? Usted va en mi lugar a aquel evento y yo me olvido de su suspensión ¿Acepta mi trato?- Me pregunta mientras estira su mano sobre su escritorio para que yo la acepte en forma de confirmación a su propuesta ¿Qué hago? ¿Debería aceptar o no?
Un extraño sentimiento me dice que no, que firme el papel y que me vaya a casa, pero en verdad necesito el dinero y no puedo darme el lujo de rechazar su oferta. Además que podría pasar.
-Señor, acepto su trato- Digo firme mientras agarro su mano y se la estrecho con fuerza para cerrar el trato. A él se le dibuja una sonrisa más amplia en su rostro.
-Excelente decisión señorita Steele-veo como abre de nuevo su cajón y saca un sobre y me lo tiende para que lo agarre- Cuando llegue al hotel entréguele esto al portero del lugar y el arreglara todo por usted- poro su sonrisa desaparece cuando añade- pero eso sí, no lo puede abrir hasta llegar al hotel ¿Entendido?- me dice de modo de advertencia.
-S-si señor-agarro el sobre que me entrega. Y el sonríe de manera triunfal cuando lo recibo.

-Le aseguro que no se va arrepentirse señorita Steele-me asegura
Eso espero me digo mentalmente...

La Subasta:  Ahora Me Perteneces (Grey)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora