Capitulo 5

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Contesté de mala gana a aquella llamada. Lo que menos quería ahora era hablar con alguien.

-Cariño. Está tu madre en casa.- me habló con voz llorosa mi abuela.

-Abuela, ¿por que lloras?- le pregunté preocupada.

-Nena, di me solo si tu madre esta.

-No, todavía esta trabajando. Di me que ha pasado abuela, por favor.- le suplique una explicación de porque lloraba pero entonces cortó la llamada. Yo no podía estar tranquila sin saber lo que estaba pasando, por lo que la volví a llamar. Me contestó pero en cuanto le pedí otra vez una explicación volvió a colgar sin decir nada.

Temiéndome lo peor tomé mi abrigo mi móvil y las llaves de mi casa y la de mis abuelos, me dirigí a junto de ellos. Mi corazón latía a mil por hora. No sabía lo que estaba pasando. -Que no se vuelva a repetir la historia.- se repetía en mi mente. No, no podía ser eso. Abrí al puerta de la casa de mis abuelos nerviosa por lo que me encontraría allí. Tras el pasillo principal que daba a la salita pude ver a mi abuela, llorando como si se repitiera el suicidio de mi tío. Como si sus lágrimas no tuvieran fin. Mis abuelos vivían solos por lo que verla así me hizo pensar que mi abuelo había hecho alguna locura. Corrí a junto de ella y la abracé para tratar de calmarla.

-Cariño, tu no deberías de estar aquí, no deberías.- dijo mi abuela entre lágrimas y algo sorprendida de que estuviera allí.

-¿Pensabas que me iba a quedar tranquila en casa después de aquella llamada?

-No deberías de ver esto.- me dijo ella, entonces me di la vuelta y hay comencé a derramar lágrimas sin cesar. Mi abuelo se hayaba en el suelo de aquel salón.

-Porque siempre montas dramas, eres una gorda que siempre lo dramatiza todo. Porque tienes que llamar a la niña. Yo estoy muy bien.- le escupió mi abuelo que seguía allí tirado en el suelo. Arrastraba las palabras como si hubiera bebido toda la cerveza que se hubiera encontrado por el camino. La imagen de mi abuelo así en aquel estado, sería una imagen que me quedaría clavada en la memoria. Desde hay descubriría todos los problemas que tenía mi familia. Empezando por los problemas que mi abuelo tenía con el alcohol.

Pero en aquel momento no sabía que hacer. El se hayaba tirado allí. Yo no tenía fuerza ninguna como para levantar lo por lo que llamé a mis tíos que vivían mas cerca. En cuanto llegaron yo traté de irme de allí. No quería quedarme allí. No quería verlo en aquel estado. Con todo aquello ya había oscurecido por lo que mi tía se ofreció a esperar conmigo en el portal de la casa a que mi tío arreglara lo que estaba pasando dentro de la casa.

Yo todavía estaba en shock. No me creía lo que acababa de ver. Pero ella me explicó el porque. El suicidio de mi tío había causado que mi abuelo buscara como refugio en botellas de alcohol. En cuanto murió trataron de llevarlo a un psicólogo para le ayudar a superarlo. El no había derramado ninguna lágrima por su muerte. Se guardó para el todo lo que pensaba y lo estaba matando, y para él el alcohol era su forma de olvidar todo lo que estaba pasando. Una forma de no tener que pensar en ello.

Cuando terminó de contármelo mi tío salió y me insistieron en que mañana no iría al instituto. Había llorado mucho y mi cabeza parecía palpitar del dolor. Me llevaron a su casa, pidiéndome que no les dijera nada a mis primos de lo que había pasado. Ellos, al igual que yo hace un par de horas, desconocían por lo que estaba pasando el abuelo. 

Al llegar a su casa para explicarles a mis primos de porque estaba allí, les hice creer que tenía fiebre y que como mis padres no estaban en casa sus padres me habían venido a buscar.

Entré en la habitación, abrí las sabanas de la gran cama. Comencé a quitarme la ropa para meterme en ella, pero entonces cuando solo me encontraba en ropa interior alguien entró. Dejé de respirar por un momento. -Que no sea el.- Pedía repetidas veces mi mente. Entonces sentí aquellas manos ásperas rodeando mi cuerpo semi desnudo. Mi piel se erizó ante su contacto.

-Por favor te lo pido, hoy no.- supliqué para que se alejara de mi. Ya había tenido una mala tarde y lo único que pedía era una noche tranquila.

-Se que no tienes fiebre. Primita, a mi no me puedes engañar tan fácilmente.- dijo mientras subía sus manos asquerosas hasta mis pechos y los comenzaba a manosear por encima del sostén. Puse mis manos cubriendo mi cara. No soportaba cuando estaba con mi primo. Desde que mis pechos habían crecido con la pubertad mi primo me había comenzado a acosar. Siempre que estaba cerca de el podía sentir su mirada fija en mis pechos. No lo entendía yo no era una chica agradable a la vista, desde siempre había sido ancha de caderas y con un culo bien gordo. Se que la gente del instituto me llama gorda solo para hacerme daño, pero verdaderamente es cierto.

Seguía de espaldas a él. Nunca me atrevía a verlo cara a cara. Posó sus labios sobre mi cuello y comenzó a mordisquearlo mientras apretaba su entrepierna contra mis muslos.

-Por favor.- le volví a suplicar al borde de las lágrimas. Entonces me soltó.

-Te dejaré que descanses porque mañana tendremos toda la mañana para nosotros solos.- me dijo mientras se alejaba de mi hacia la puerta.- Descansa, primita.

En cuanto cerró la puerta de la habitación, liberé las lágrimas que llevaba conteniendo desde que había llegado. Me dejé caer sobre el suelo y me hice una bola allí, en aquel frío suelo de madera.

Cuando por fin conseguí dejar de llorar me levante y me metí dentro de cama volviendo a tomar la misma posición que tenía en el suelo. Otra lágrima resbaló por mi cara. Me sentía tan sucia, incluso con solo una mirada de el. ¿Porque no decirle a alguien lo que el me estaba haciendo? Puede que no quisiera ser la causante de mas problemas en la familia. O puede que el echo de ser fea y gorda, me haga pensar que si le contara a alguien que abusaban de mi no se creería tal patraña.

El peso del almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora