Capitulo 11

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Narra Alexandre

La vi levantarse del suelo con lágrimas en los ojos. Con miedo a que lo que días antes llegué a pensar que se hacía a si misma y que escondía tras aquel paño en su muñeca, salí corriendo tras ella. Mi corazón latía a mil por en miedo de lo que fuese a hacer.

Le gritaba suplicándole que se detuviera. Pero se encerró en el baño de mujeres. La escuché tras la puerta sollozar. Me sentía impotente tras aquella puerta ella estaba sufriendo pero no me permitiría entrar.

-¡Por favor Ali no hagas algo de lo que te puedas arrepentir!- grité lo mas fuerte que pude para que me escuchara. Golpeaba la puerta con todas mis fuerzas. Golpeaba con desesperación hasta el punto de ya no sentir dolor en mis puños.

Un profesor se acercó corriendo hacía mi preguntando por lo que estaba pasando. Le supliqué que abriera aquella maldita puerta. Sin objetar nada hizo lo que le pedí mientras yo llamaba a una ambulancia. Sabía perfectamente que había tomado aquella estúpida decisión. Pero no le permitiría morir. No ahora.

Entré corriendo en el lavabo de las mujeres viéndola sentada apoyada sobre aquella blanca pared del baño. Un largo río de sangre manchaba las baldosas de la habitación. No pude contener mas mis lágrimas. Aquella chica sufría. Y sabía que el bullying solo era uno de sus numerosos problemas.

Me agache junto a ella y besé su mejilla mientras la abrazaba y lloraba.

-Gracias Alex, por todo.- me dijo en su último aliento.

-Por favor, Ali no me abandones. No ahora.- dije entre sollozos. Odiaba que por culpa de la sociedad en la que vivimos una buena persona tuviera que sufrir sin motivo alguno.

Una chica que no había hecho nada a nadie no se merecía este final.

Justo cuando cerró sus ojos entraron con una camilla. El profesor me apartó de ella para que los médicos hicieran su trabajo. Corrí tras ellos. Quería estar con ella en todo momento, pero el profesor no me dejó. No me permitirían salir del recinto escolar.

Vi como la ambulancia salia en camino al hospital. Necesitaba salir de aquí. Salir y ver si ella finalmente había conseguido sobrevivir. Antes de que los médicos me la quitaran de entre mis brazos aun sentía su leve latir. Por ello no quería perder la mínima esperanza de haber llegado a tiempo.

Llamé a mi madre y sin darle muchas explicaciones de lo que había sucedido le suplique me que recogiera en el instituto y me llevase al hospital. Tardaría todavía unos minutos, por lo que iría a recoger mis cosas. Pasé otra vez por el baño donde había sucedido todo y vi sobre el lavabo el pañuelo que Alicia siempre llevaba cubriendo su muñeca. La recogí y me lo coloque al igual que ella. Sobre mi muñeca izquierda. Agaché mi mirada y salí de allí hacía la que era nuestra aula. Pasé por el pasillo donde habíamos tenido el enfrentamiento con aquella pareja. Vi en el suelo el papel con todo lo relacionado con aquellas plazas de la universidad de bellas artes y lo recogí.

Al entrar por fin en mi clase, noté las miradas atentas de todos mis compañeros. No se si era por que se extrañaban de no verme junto a Alicia o quizá porque llevase su pañuelo. Recogí nuestras cosas. Iba a salir pero me detuve. Y girándome hacia todos los que se hallaban en clase les dije casi en un grito.

-Estaréis orgullosos de haber empujado a una persona al suicidio.- Vi sus caras de asombro, me giré otra vez y salí de allí.

Regresé a la entrada del instituto. Mi madre salió corriendo del coche y fue a abrazarme. No hizo falta palabras. La abracé fuerte y comencé a llorar. Tenía miedo. Miedo de no haber conseguido llegar a tiempo para salvarla. Ella sabía todo lo que sentía por ella. A pesar de que la sociedad la odiaba, para mi era imposible. Conocía a la gran persona que era. Otros ni le daban una oportunidad. Me había desmotado su amor por la familia. Las cosas a las que estaba dispuesta a sufrir ella sola por la felicidad de ellos. El como anteponía siempre su felicidad a la de los demás. Pero guardarse el dolor dentro de uno mismo solo genera mas dolor. Y el sufrimiento siempre tiene un limite. Para mi ella era una luchadora, una gran luchadora.

Cuando por fin me calmé, entré en el coche. Durante el camino al hospital le conté mas detalladamente lo que había sucedido. Ella hacía un par de días que la había conocido y se había sorprendido mucho cuando le conté el acoso escolar que sufría. No se podía creer que la gente pudiera tratar tan mal a una persona tan buena y amable. Incluso mis hermanas la adoraban. Los días que había ido a mi casa se había puesto a jugar con las dos pequeñas. Se noraba que adoraba a los niños. Comencé a divisar el hospital y mi corazón comenzó a latir con desesperación. Necesitaba saber que había sucedido finalmente. Rezaba porque sobreviviera de esta. Nunca había sido muy religioso pero la situación no me permitía hacer otra cosa. Solo me quedaba rezar a ese supuesto Dios que no se la llevase con el.

En cuanto mi madre aparcó el coche salí a toda prisa hasta la entrada de urgencias. Sin todavía permitir a mis pulmones que recuperan el aire que había perdido mientras corría, le pedí a la recepcionista que buscara el nombre de ella en la lista.

-Barros Estevez, Alicia.- dijo la recepcionista en cuanto encontró su nombre en la lista.- Todavía sigue en quirógrafo. En cuanto salga uno de los médicos que esta con ella les informará. Esperen en esa sala de espera- Podía, por muy pequeña que fuese, una posibilidad de que lo consiguieran. Los minutos allí se hacían eternos. Allí parecía que el tiempo casi se detuviese y se negará a seguir su velocidad natural. La angustia de que nadie nos dijera nada iba formando un dolor en mi pecho.

Me levanté de mi asiento. Nervioso comencé a andar de un lado a otro del salón. En ese mismo instante llegó la madre de Alicia. Se la miraba angustiada y asustada por la situación. Era normal todavía no se sabía si su hija había conseguido vencer a las garras de la muerte y que darse en la tierra de los vivos o definitivamente nos había abandonado. Al verme se acercó corriendo a mi y me pidió explicaciones de lo que había pasado.

Mientras le contaba todo lo que había pasado podía ver en su cara un gesto de sorpresa. ¿De verdad no podía intuir en la actitud de su hija que algo no iba bien desde hace mucho tiempo? Al terminar de escuchar la historia comenzó a llorar desconsolada. Mi madre hablaba con ella tratando de animarla. Pero no conseguiría nada. Lo único que conseguiría animarnos a todos sería el que un medico saliera de una vez y nos diera buenas noticias.

De la entrada de urgencias salían y entraban distintos médicos. Ellos llamaban a los familiares de distintos pacientes, pero parecía que nunca llegarían a mencionar el nombre de ella.

-¿Los familiares de Alicia Barros?- preguntó un doctor. Sin esperar un segundo mas la madre de Ali, mi madre y yo nos levantamos.-¿Son ustedes familiares de la señorita Barros?- volvió a preguntar el medico.

-Si, soy su madre.- habló tratando de que su voz sonara lo menos rota posible.

-Bien. Quería decirles que cuando llegaron los médicos al colegio. Ya había perdido demasiada sangre. Aun así hicimos todo lo que pudimos.- La madre de Ali comenzó a llorar y dejándose caer de rodillas sobre el suelo su llanto aumentó. Yo apretaba con mas fuerza la mano de mi madre. No. No podía ser cierto.

El peso del almaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora