11. Flirteo, libros y mamadas, ¡oh Dios!

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Creo que el título lo dice todo ;)

Sábado, 1:24pm.

Steve está bastante seguro de que la vida pasa mucho más rápido en las pocas horas anteriores a su turno de trabajo. Había planeado despertarse temprano para poder subirse al tejado a dibujar un poco. La vista no es genial pero está más lejos de todo el ruido del tráfico, de la gente de la calle y de los apartamentos que rodean el suyo (en el cual ya está empezando a pensar como hogar, aun cuando se siente como una traición).

La mañana es el momento más fácil del día, porque a medida que la noche se acerca, la muerte se pone en pie. Esas largas y oscuras horas, normalmente llenas de insomnio o pesadillas, nunca son fáciles. No hay nadie a quien pueda llamar. Aun si sus amigos dicen que puede, sabe que su amabilidad debe de tener un límite. Todo el mundo tiene un límite en cuanto a la suya, excepto su madre.

El plan de despertarse pronto no funcionó porque se durmió y no escuchó la alarma. Lo cierto es que fue una bendición disfrazada, teniendo en cuenta que apenas ha dormido esta semana gracias al incidente con Bucky y a varias pesadillas que lograron que le temiera a estar inconsciente. Aún así, se despertó al mediodía sólo dos horas antes de tener que ir al trabajo. Se ha duchado, vestido y engullido unos cereales resecos, y ahora está en la cola del Starbucks, revisando la hora en su móvil.

Tiene que ir andando al trabajo y con este calor, necesitará tomárselo con calma. Su tren de pensamientos se disuelve en unas cuantas palabrotas cuando piensa en su turno de seis horas reponiendo estanterías y echándole un vistazo a los hipsters presumidos que tienen por clientes que siempre le preguntan si sus gafas son reales.

Sí, son reales, estoy ciego sin ellas.

¡De todos modos, son tan monas!

También son una necesidad.

Siempre intenta mantenerse de buen humor y generalmente es bueno con los clientes, pero últimamente ha sido difícil. Su jefe ha sido comprensivo, pero estricto cuando se trata del servicio al cliente. Aparentemente, decirle a alguien que no debería leer Adiós a las armas porque Hemingway era un cerdo sexista, no es aceptable, no importa lo cierto que sea.

Steve está en el Starbucks aun cuando Natasha no trabaja hoy. Pero Bucky sí que lo hace.

Ella le dijo y animó a irse pronto para que pudiera verlo en el trabajo. Él pensó que sonaba un poco demasiado, pero Nat le aseguró que a Bucky le encantaría y que lo ayudaría a levantar su ánimo.

Y tenía razón. Cuando se acerca a la encimera y la «sonrisa para clientes» de Bucky pasa a ser una real, Steve se encuentra a sí mismo devolviéndole la sonrisa de forma inconsciente.

―¡Hey! ¿Qué puedo hacer por ti? ―pregunta guiñándole un ojo.

―Bueno, señor ―comienza, inclinándose sobre el mostrador―, tomaré algo realmente fuerte.

Bucky trata de forzar su cara en un gesto serio pero está claro que es difícil; termina riendo.

―Vale. De verdad, ¿qué quieres?

Steve se lo piensa y después, con una pícara media sonrisa, no sintiéndose en absoluto como hacía unos instantes, dice: ―Un latte de vainilla grande, sin azúcar y con leche de soja. Y hazlo rápido, tengo que ir a trabajar. ―Está intentando no reírse.

Bucky, en cambio, hace una mueca.

―Jesús, eres uno de esos clientes.

―¡No es mi culpa ser intolerante a la lactosa! ―exclama abriendo mucho los ojos en un gesto inocente.

Draw Me Like One Of Your French GirlsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora