Te atrapé

115 5 11
                                    

Romeo

¡Maldición!, ¡Maldición!, ¡Maldición!, ¡Maldición!, ¡Maldición!, ¡Ese idiota!, no puedo creer que viniera hasta aquí para nada, de hecho, no puedo creer que viniera, ¿Porqué vine?, como si alguien fuera a querer verlo.

Resulta que arreglado y listo con mi sorpresa, fui a casa de Félix por la tarde, tal como le dije a este que lo haría esta mañana y casualmente no estaba, no había nadie, ¡Nadie!, ¡Maldición!

Me siento tan tonto, porque siendo realistas yo no tengo ningún motivo para estar en aquel lugar, ninguna razón para poner un pie en esa vivienda, pero tenía esa necesidad ilógica de verlo, de... Besarlo ¡Maldición!, Como si alguien quisiera sus besos y me hubiera preparado para algo más.

Pero tenía esa sensación fantasma sobre la piel que no dejaba de recordarme sus manos y solo quería más y más y más... No soporto que me ignore, ¿Hice algo malo?, si lo hice puedo disculparme, no, ¡No!, ¿Disculparme?, quien necesita pedir perdón es él, ¿Yo porque?, no me iré arrastrando a humillarme de rodillas.

Genial, ahora estaba sentado abandonado y solo en el parque cerca de su casa, con una pesadumbre que nadie me quitaba, había tenido la pequeña ilusión de pasar un rato en su compañía que aunque no quiera admitirlo, tampoco es algo tan malo, podía conversar y me divertía junto a él, el rubio es alguien agradable y un amigo.

Era triste, yo estaba triste, estaba solo, únicamente escuché promesas vacías, duele mucho, había pensado que no importaba tanto ser usado, pero duele ser el plato de segunda mesa, resignarme a ser segundo después de todos los demás, recibir lo malo o lo incompleto, esperar por un lugar. Fingiré que no me afecta y seré indiferente con todo al respecto pero uno siente la soledad y su naturaleza fría congelar el alma, tengo que intentar ser más insensible para que esas emociones trágicas dejen de consumirte y por contrariedad lo que hago es dejarme abrazar por esas emociones.

Meditando, mi vida era perfectamente normal sin la dependencia de nadie o de algo y me duele decir que eso cambió, mínimo, podía tener la oportunidad de intentar ajustarme a esos cambios, pero como conseguiría adaptarme con el tipo de pensamientos repelentes que tengo y mi personalidad apática a estos temas, precisamente lo que hacía era escuchar a mi vocecita de la ética diciéndome hacer lo contrario, pero aquí estoy, que cosa conseguí por no prestarle atención y dar marcha atrás, solo quedar plantado.

Suspiré, no tengo la menor idea de cómo pudo llegar a ocurrírseme semejante idea para regalo que le tenía y es que era tan vergonzoso y estúpido lo que llevaba conmigo, peor que rosas y chocolates o una cartita cursi llena de corazones, nada de eso, algo mucho peor que me hace enrojecer de solo pensarlo y me causaba algo mucho peor que cualquier rubor.

Cinco, diez minutos, media hora, una hora, no sé cuánto tiempo estuve sentado en una banca intentando no dejar que mis ojos me traicionarán y soltaran lágrimas amargas, los hombres no lloramos y menos por otros hombres.

Cubrí mi rostro con las manos dejándome sumergir en la tristeza de las lágrimas que no salían de mis ojos, yo también tengo sentimientos y si perdone todo lo que ensuciaron mi cuerpo fue porque me enamore de ese idiota, ¡Si! ¡Me enamore!, comencé a llorar.

–¿Romeo?– Esa voz era familiar.

Levante la vista y me encontré con el chico con el que suelo jugar deportes de pie frente a mí, mirándome interesado y confuso.

Es alguien que sabe socializar, aunque en el tiempo que lo conozco solo ha mostrado muy pocas sonrisas o expresiones animosas, pero es bueno el sujeto, muy agradable.

–¿Te sucede algo?– En esos ojos café normalmente fríos había preocupación.

Mire mis manos húmedas, había estado llorando sin percatarme muy bien, que patético, por lo menos no sabe por quién derramo lágrimas.

Víctima de un amor retorcidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora