CAPITULO 24

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Lo intenté, intenté huir con todas las fuerzas que me quedaban.

Le vomité encima al guardia que me llevaba en brazos y a éste le dio suficiente asco como para soltarme y que yo cayera al suelo sobre mi hombro derecho, no pude sentir el dolor del golpe ya que no rebasaba al dolor con el que ya estaba lidiando todo el resto de mi cuerpo a tal punto que se me había olvidado cómo era el vivir sin el dolor.

Logré ponerme de pie entre bocanadas de aire y apoye la frente en la pared más cercana para levantar las menores sospechas posibles e intentando que mi cuerpo se tragara la idea de que tenía que moverse y salir de ahí. El olor del vomito era muy fuerte y comenzó a marearme. Mi ropa estaba humeda, pegajosa y manchada.

Las imágenes de mis amigos entrando a la oficina Presidencial se repetían en mi cabeza una y otra vez. "Hazlo por ellos" pensé.

Camine hacia adelante tosiendo, haciendo caso omiso a las quejas del guardia acerca de mi vomito y al desconcierto del resto de mi escolta que parecían no percatarse de mis intenciones.

Sentí que llevaba caminando kilómetros, por un momento creí que era cierto, que mi cansado cerebro no me engañaba, con lo agotada que estaba se me hacía difícil calcular el tiempo y la distancia ¿Hacía cuanto habíamos salido de la oficina? ¿Que habrán hecho con Oscar y Tyler? Tenía que ir por ellos.

Me hice demasiadas ilusiones, uno de los guardias se paró frente a mí con actitud desafiante, uniforme completo, casco de seguridad a juego, sostenía su arma con ambos brazos de forma que quedara cruzada sobre su pecho, era mucho más alto que yo, levante la vista sentí como sus ojos me quemaban debajo del casco a pesar de que no podía verlos.
Mi mirada regreso al piso, estaba decepcionada de mi misma, mi actitud de perrito regañado regreso.

"¿De verdad creíste que ibas a escapar?" Pensé "¡mírate, ni siquiera puedes mantenerte en pie"

Desgraciadamente la voz en mi cabeza tenía razón, mis piernas me fallaron y me desplomé en el piso aún más mareada que antes, todas mis esperanzas se esfumaron.

"...deja de luchar..."

"No, no puedes hacer eso, no puedes abandonarlos así, son tus amigos"

"No, pero descansar...descansar suena bien"

Me pesaban los párpados y en unos segundos perdí el conocimiento.

...

Abrí los ojos, el techo era de un blanco brillante al que me costó un poco adaptarme ya que luz blanca salía de... ¿de dónde? ¿Todos lados?

Pasé mi mano por el suelo donde estaba recostada boca arriba, estaba algo acolchonado y suave, bastante cómodo, déjenme corregirme: era demasiado cómodo, o al menos lo mas cómodo donde me había recostado en una celda en toda mi vida, el suelo y las paredes eran del mismo tono blanco cegador que el techo, todo parecía estar hecho de ese suave material, una pequeña celda de 5x5 metros aproximadamente. Estaba recostada boca arriba más o menos  en el centro, la puerta quedaba a mi lado izquierdo, también blanca, del mismo material que el resto de la pared, era difícil darse cuenta de que estaba ahí, tenías que concentrarte mucho y si tenías suerte lograbas divisar una fina línea que formaba un rectángulo, ninguna señal de ventanas, ductos de ventilación, ni siquiera algún foco, nada, estaba en un cubo hermético color blanco sin salida, después de un rato el color comenzó a hacerme creer que el lugar se hacía más amplio o más angosto, me iba a volver loca. Intenté ponerme de pie, pero mi cuerpo no me lo permitió, por un momento el sentarse me pareció el desafío más difícil del mundo.

Me costaba respirar, como si no hubiera suficiente aire en el lugar y efectivamente. Me di cuenta demasiado tarde de que estaba en lo cierto, me faltaba aire, al levantarme, intenté respirar profundo, luego comencé a toser, me lleve las manos a la garganta, no podía respirar, mi corazón iba al mil por hora, seguí tosiendo sin conseguir nada. Por un momento creí que iba a morir.

Presa del crimenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora