Capítulo 13: Cliente

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-¿A- ahora? - Las piernas comenzaron a temblarle.

-Si, ahora. En una hora Olivia. No llegues tarde. - Y cortó sin darle lugar a contestar.

Esos últimos días los había dedicado a mentalizarse, a meterse en la cabeza que no importaba lo degradante que fuera lo que iba a hacer, estaba todo más que justificado. Les había hablado a Molly y Nicky sobre Mary y John y las llevó a visitar a Jennifer, que aunque estaba dormida, las niñas pudieron verla a travéz de la ventana de la habitación.
El doctor le entregó a Olivia el resumen de la primera semana de internación, era una suma de mil doscientos dólares que, sorprendentemente, no la alarmaron, pues sabía que ahora podía pagarlos. Es por eso que ni lenta ni perezosa se encaminó a la estación de tren, que ya estaba llegando cuando ella subió al andén, y fue allí, justo antes de que arribara que lo vió. El muchacho, parado del lado opuesto al suyo, con la mirada fija en ella y su rostro tan sereno... El amable chico que la había salvado de tremendo golpe hace unos días, o al menos alguien muy parecido a él, porque estaba a punto de confirmarlo cuando el tren parando en la estación obstrujo su visión. Arrebatándole la oportunidad. Se apuró a subirse y llegar a una ventana que la deje mirar hacia el otro andén, pero aunque lo consiguió, él ya no estaba allí, se había esfumado como los fantasmas en las películas de terror.

Las puertas se abrieron en la estación St. Valley y Olivia bajó apurada, estaba a diez minutos y siete cuadras de llegar tarde, ¡y en el primer día! No podía permitírselo, así que apuró el paso lo más que pudo, casi trotando. Y llegó a la puerta del Golden Queen con la frente resbalosa por el sudor y la respiración agitada. Se tomó un tiempo para descansar y así no parecer que había venido de un maratón, y respirando hondo cruzó esa puerta.

Al llegar al piso trece, se sorprendió de ver que el mayordomo la estaba esperando. Y la invitó a pasar y seguirlo hasta la oficina del jefe. Aunque, en realidad, no era necesario que la guiaran hasta allí, ya conocía el camino. Pero ese era su trabajo después de todo. El señor llamó a la puerta que abrió segundos después tras la señal de Smith que les permitía pasar. Dentro de la habitación tan oscura como siempre, se encontraban el jefe y un hombre de unos 30 años, muy alto y grande. La imagen del viejo ropero de la abuela Cassandra, que en paz descanse, apareció en su mente causándole escalofríos.

-¡Olivia! Buenos días querida, pasa, pasa por favor.- De repente Smith sonaba como un padre amable y alegre. ¡Y había dicho "por favor"!

La joven dió los primeros pasos en dirección a los dos hombres tan inseguramente que parecía estar caminando en un campo minado.

- Permíteme presentarte al señor...- El jefe miró al hombre que tenía a su lado, pidiéndole su nombre en silencio mientras Olivia que había esquivado con éxito las minas de la entrada llegaba al escritorio.

-Bunch, James Bunch.- Pronunció el gran ser humano que tenía a su lado, que no mostró ni un ápice de sonrisa o amabilidad en su semblante.

-¡El Señor Bunch claro! Toma asiento por favor.- Le obedeció.- Ella es Olivia Dawson, nuestra pequeña novata.- ¡¿Qué cosa horrible le habían hecho a ese hombre?! De repente era  cariñoso y su tono de voz tan finjido que le daban ganas de vomitar.

Estrechó la mano con ambos hombres y Smith prosiguió.

-Estamos aquí porque el señor Bunch quiere contratarte.- Le hablaba como si ella fuera una niña de tres años que no entendía nada de lo que estaba pasando.

-Me parece bien. ¿Cuáles son los términos?- Sonó lo más madura que pudo para así taparle la boca al jefe.

-Sería solo por hoy en la noche, paso a recogerte por aquí y te dejo en el mismo lugar mañana en la mañana. A eso de las nueve a.m- El cliente se dirigió hacia ella, con sus ojos verdes que relucian en la penumbra de la oficina. Olivia tragó grueso.

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⏰ Última actualización: Jun 20, 2016 ⏰

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