Mientras nos íbamos a casa, Castiel y yo hablamos, pero esta vez de una manera diferente a la normal. La situación era un poco extraña ya que habíamos estado en el hospital y nos dieron aquella noticia, la cual le dejó asombrado y dolorido. A mi no me impresionó tanto como a él ya que había sufrido anorexia cuando era Joven, pero a al pelirrojo, a quien no le debería importar tanto, le sintió como si le hubiesen dado una puñalada en el Corazón.
Al llegar a nuestro hogar, nos fuimos a nuestros respectivos cuartos, pero justo cuando iba a abrir la puerta, Castiel me tiro del brazo.
-Un momento... Aún no has comido nada. Siéntate en la mesa, te prepare algo de la que pone en los papeles que nos han dado-dijo seriamente.
-A sus ordenes mi Sargento...-respondí.
Obediente, me dirigí a la mesa, y mientras esperaba centre mi mirada en el Pelirrojo.
A pesar de que sea una persona arrogante, orgullosa y poco amable, me está cuidando a pesar de que no está obligado a hacerlo. Es poco atento, pero poco a poco le vas conociendo más y más, hasta el punto descubrir como es realmente.
Es verdad eso de que las apariencias engañan.-La comida esta hecha-dijo mientras ponía el plato en la mesa.
-Estas hecho toda una ama de Castiel. ¿Me vas a cuidar así todos los días mamá?-respondí burlona.
-Ja ja ja. ¿sabes? Me acaba de llamar tu gracia, dice que ni viene.
-Vaya vaya... Estas aprendiendo de mi, ¿que te está pasando Cassy?-solté burlona.
-Digamos que paso demasiado tiempo contigo, además de pensar en ti.
-No hace falta que te tomes tantas molestias por mi, son mis problemas no los tuyos al fin de al cabo.
-¿Y qué? ¿Nunca has tenido a una persona por la quien preocuparte? ¿Alguien que te comprende y te entiende mejor que nadie, a pesar de que no te conoce lo suficiente? ¿No has sentido la necesidad en algún momento de proteger a alguien y que de la misma manera también te protejan, por miedo a perderla? ¿Nunca te has enamorado por primera vez?
-Y tú que me dirías si te respondo a todas tus cuestiones que no lo se por miedo al rechazo
-Pues no dudes. Nunca guardes lo que sientes, y mucho menos si estás enamorada.
Asombrada por nuestra conversación, intenté comer el plato que el Pelirrojo me preparó. Aprecio mucho que lo haya cocinado, pero el asco es superior a mis fuerzas. Intente varias cosas para despistar a Castiel y tirar la comida, pero ninguna estrategia funcionó y como consecuencia se dio cuenta de mis intenciones.
-Si no te lo comes me voy de casa-dijo.
-¿Quién, tú? No eres capaz, no hay agallas.
-Tú verás, pero lo hago por tu bien. Decide, o comes o me voy.
-Te aseguro que volverás muy pronto pelirrojo-respondí triunfante.
Y como era de esperar, cogió su cazadora y se fue del hogar. No me sorprende, le he desafiado y cuando le desafias es capaz de hacee lo que cumple, te guste o no.
Cogí el plato, Tire la comida a la basura, y seguido de esto me dirigí al cuarto a descansar.Cuadro me levante ya eran las 11 de noche, y las luces del salón no estaban encendidas. ¿Será verdad que se ha ido de casa?
Pasó una hora, y aún no llegaba a casa. Preocupada, cogí unas frutas y salí a la calle en busca del pelirrojo.Busque por todas partes en las que podría estar Castiel, pero no lo encontré. Aún no me daba por vencida, así que me dirigí al banco donde una vez me fui a llorar mientras comía la fruta. Sin haberlo tan siquiera pensado, ahí se encontraba él, llorando.
-¡Eh tu pelirrojo!-grité mientras iba corriendo hacia el banco.
Poco a poco, yo también empecé a llorar. Las lágrimas que caían rápidamente desaparecian debido al viento.
-Perdón. No Merezco tus lágrimas. Realmente no merece la pena que llores por mi culpa, Castiel. Mira, incluso he comido fruta para que no te preocupes-dije mientras le mostraba lo que me había comido.
-¿Pero es que aún no lo entiendes? ¿Es tan difícil de comprender?-respondió
-¿Cómo?
-¡Lloro porque estoy enamorado de ti, maldición! ¡Lloro porque te quiero, y te necesito a mi lado maldita sea!-chilló a la vez que veía como una lagrima caía por su mejilla.
Y lloramos juntos, abrazos y protegiéndonos el uno al otro, porque las lágrimas que brotaban de nuestros ojos no eran de tristeza, sino de amor.