Elia Martell

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La ciudad en llamas. Los gritos de las personas se escuchaban a través de las gruesas paredes de la Fortaleza Roja: el grito de las madres al ver muertos a sus hijos, las suplicas de las mujeres al ser violadas, el grito de los hombres al ser asesinados o quemados vivos.

Elia se apresuro al cuarto sosteniendo contra su pecho a su bebe que a pesar de los terribles ruidos seguía durmiendo placidamente. Elia esperaba que así fuera durante todo el tiempo. De su mano iba agarrada fuertemente su pequeña hija de cuatro años de edad, gruesas lágrimas escapaban de los ojos de la niña y se perdían por sus mejillas sonrojadas por el esfuerzo.

Elia sabía que iba a morir pero tenía la esperanza de que sus pequeños pudieran huir con Lord Varys hacia Dorne donde crecerían a salvo junto con su hermano hasta que un día Aegon pudiera reclamar lo que era suyo por derecho.

Llegaron a la habitación donde la princesa dejo al bebe sobre la cama, se dio vuelta, cerro la puerta y la trabo con un pesado mueble que a duras penas logro mover.

- Mami tengo miedo-hablo la niña-quiero a papi

La mención de su esposo muerto le produjo un fuerte golpe a la princesa. A pesar de que en el momento de su matrimonio no había ningún sentimiento entre ellos, en el tiempo que pasaron juntos ella llego a amarlo. Pero el no. Al menos no como ella lo sentía. Rhaegar sentía respeto y cariño a la madre de sus hijos pero no estaba enamorado.

Por lo menos no hasta que vio a la hija del Señor de Invernalia.

Era por eso que esta entupida guerra había comenzado. No le había importado que la chica perteneciera a otro, simplemente huyeron. Nadie de la familia Targaryen se creía que el heredero al trono secuestro a la loba. Todos sabían la verdad. Los únicos que la negaban eran el Usurpador y sus aliados.

¿Qué derecho tenia la loba a robarle a su marido? Ella le había dado a Rhaegar una hija y un hijo, este último casi le cuesta la vida. ¿Qué le había dado esa loba a su esposo?

Cerró los ojos.

Sabía que la chica había cumplido el deseo de su Rhaegar.

Amor.

- Cariño-le dijo su madre- sabes que papi fue a encontrarse con los dioses

- No es posible-hablo la niña- un siervo no puede matar a un dragón

- Eso no importa ahora. Tú y tu hermano deben irse. Alguien vendrá por ustedes y...

No termino la frase porque un fuerte golpe se escucho en la puerta.

Los habían encontrado. La pequeña princesa se escondió aterrorizada debajo de la cama de su padre solo vestida con sus ropas de cama mientras que Elia tomaba al niño en sus brazos y apretándolo contra su pecho se alejaba lo más posible de la puerta.

Las bisagras crujieron y rechinaron hasta que se salieron de su lugar y la puerta con ella. Detrás había dos hombres. Elia jamás había visto dos monstruos tan horrendos, porque eso era lo que eran esos hombres, monstruos. El primero era el hombre más alto que se había visto mientras que el otro tenía la cara más cruel de todo el mundo conocido. Ser Gregor Clegange alias La Montana y Ser Amory Lorch.

La Montana avanzo rápidamente mientras la mujer dorniense gritaba de terror y trataba de alejarse cosa que le fue imposible. El guantelete de metal del caballero se ciño fuertemente a la cabellera castaña de la princesa y tiro tan fuertemente hacia atrás que casi le quiebra el cuello. Su bebe (quien milagrosamente seguía dormido) fue arrancado de sus brazos mientras que con un empujón su madre era mandada al suelo como si fuera una muñeca de trapo. Antes de que pudiera hacer cualquier movimiento la mujer vio horrorizada como la cabeza de su pequeño era estrellada contra la pared.

El grito que ella produjo fue inhumano.

Mientras todo esto ocurría Ser Amory había avanzado hacia la cama y había agarrado a la pequeña princesa por sus piernecitas quien fue arrastrada de su escondite.

- PAPI AYUDAME

Fue lo ultimo que la niña dijo antes de que la espada de Lorch se clavara mil veces en su pequeño cuerpo infantil y la pequeña quedara tendida en un baño de sangre.

- MIS HIJOS NO

La princesa gritaba pero era inútil. Los niños ya estaban con su padre. Sintió las manos de La Montaña tocar su cuerpo y rasgar sus vestiduras pero ya nada le importaba. Sus gritos no era por la violación sino por el hecho de que estuviera tocándola con sus manos que todavía estaban manchadas con la sangre de Aegon.

Cuando el calvario termino Elia cerró los ojos. Solo quería morir.

Ser Gregor tomo su espada y corto a la mitad el cuerpo de la mujer.

Cuando todo hubo terminado Lord Tywin ordeno cubrir los cuerpos con la bandera Lannister para disimular la sangre pero ni eso fue posible.

Al mostrarle los cuerpos al Usurpador este sonrió mientras todos los demás estaban horrorizados por el crimen.

Los dioses jamás perdonaron al Viejo León ni al Usurpador por esto. Sus castigos no solo fueron las muertes mas indignas para alguien en sus posiciones sino que sus casas fueron malditas. La casa de los ciervos dejo de existir. La de los leones fue condenada con el incesto, la locura, el asesinato y el suicidio. Finalmente, con la llegada de los últimos Targaryen, la Reina Leona fue asesinada por su valonquar.

El hermano menor de los príncipes asesinados los vengo mientras que Elia fue vengada por sus hermanos aunque esto les costo la vida ambos.

F"h3

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