Lyanna Stark

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- Prométemelo Ned. Prométemelo.

Le había dicho su hermana mientras sostenía su mano. Lyanna Stark estaba en una cama de sangre y el cuarto olía a muerte y a rosas invernales. La fiebre la había dejado débil y casi sin fuerzas.

Ned Stark observo al bebe en los brazos de su hermana. Ese niño recién nacido era el ultimo Targaryan, el legitimo heredero del Trono de Hierro, el verdadero rey.

Ahora los Berathon se sentaban en el Trono. La Guerra del Usurpador había terminado, ellos habían ganado pero ¿a que costo? Rahegar Targaryan estaba muerto, el Rey Loco asesinado por Jaimie Lannister, su propio guardaespaldas; la princesa Elia Martell de Drone y esposa de Rahegar se la obligo a presenciar la muerte de sus pequeños hijos antes de ser violada y asesinada.

La única razón por la que Ned había ido a la guerra dejando a su joven esposa embarazada fue para recuperar a su hermana de las garras de su secuestrador: el príncipe heredero Rahegar. Todo había sido en vano. Roberth Berathon, su mejor amigo y ahora su rey, le había mentido. Lyanna no había sido secuestrada y violada, ella se había fugado por amor, había mandado al diablo su deber y su honor para seguir a su corazón.

Ahora lo único que importaba era su hijo. Con un nuevo rey, si alguien se enteraba de quienes eran sus padres de seguro correría la misma suerte que sus hermanos mayores.

- Te lo prometo Lya.-dijo Ned llorando- Lo llevare conmigo a Invernalia, lo criare como si fuera mío. Recibirá amor y será feliz y jamás nadie sabrá quién es en realidad. Te lo prometo.

Cuando dijo eso el miedo desapareció de los ojos de su hermana.

La gente gritaba y abucheaba al hombre que consideraba un traidor. Si tan solo supieran la verdad.

Eddard Stark se encontraba frente al pueblo de Desembarco del Rey, en las puertas del Septo para hacer su confesión.

Habían pasado 15 años desde la muerte de su hermana. Ned había vuelto a casa de la guerra vacio y con un bebe en brazos. Unos días después su esposa Catelyn había llegado con su hijo Robb. Se había enfurecido y había llorado tras enterarse de que había traído un bastardo al casillo queriendo criarlo como hijo legitimo.

A pesar de todo el bebe creció feliz junto con Robb, Sansa, Arya, Bran y Rickon, los hijos de Ned y Catelyn aunque nunca pudo quitarse el titulo de bastardo ante los ojos de los demás. Jon, como habían llamado al bebe, llevaba el apellido Nieve tal y como deben llamarse todos los desafortunados que nacen sin apellido en el Norte. Era un muchacho apuesto, con cabello oscuro y ojos grises como su madre; lo cual era una bendicon ya que nadie podía relacionarlo con los Targaryan que eran rubios y de ojos violetas.

Jon decidió unirse a la Guardia de la Noche, una hermandad juramentada que defendía el Muro de hielo que separaba el reino del peligro de las tierras salvajes. El chico llegaría a ser un gran guerrero y, posteriormente, el Lord comandante de la Guardia de la Noche más joven de la historia. Pero Eddard no llegaría a saberlo nunca.

Luego de la Guerra del Usurpador, Roberth se resigno a la muerte de su amada Lyanna y se caso con Cersei Lannister cuya familia era la más rica de todo el reino. Ambos tuvieron tres hijos. Ahora Roberth estaba muerto y el niño malcriado Joffrey gobernaba.

Ned había descubierto una cruda verdad: los niños Berathon no eran hijos del rey sino de Jaime Lannister, hermano gemelo de la reina. Ella lo había acusado de traición.

Las personas se reunían en multitud frente al septo de los dioses, gritaban, abucheaban y lanzaban piedras hacia el Señor del Norte.

- Me llamo Eddard de la Casa Stark- por fin pudo hablar- Señor de Invernalia y Guardián del Norte. Estoy parado aquí frente a ustedes y frente a los dioses para confesar.- hizo una pausa, trago saliva y se recordó que solo eran palabras- jure proteger y aconsejar a Roberth Berathon, Rey de los Siete Reinos y mi amigo. Jure defender a sus hijos pero su sangre todavía estaba caliente cuando arme un complot para robar el trono para mi

- TRAIDOR-grito la multitud.

Alguien lanzo una piedra que le dio en la frente. Unos guardias lo ayudaron a levantarse. Sintió un dolor palpitante y un espeso liquido escurrirse por su frente. Parpadeo algunas veces y logro ver a lo lejos a su hija Arya quien había escapado de las garras de la reina. Se obligo a continuar hablando.

- Que los dioses me perdonen y sean testigos de mi arrepentimiento. Joffrey Berathon es el único y verdadero Rey de los Siete Reinos, de los andalos, de los royhar y de los primeros hombres. Protector del reino.

La multitud gritaba furiosa porque se hiciera justicia. Todos callaron cuando un niño con una corona dorada en forma de astas alrededor de sus rizos rubios se paro y levanto una mano para pedir silencio.

- Lord Eddard ha confesado sus crímenes. Mi madre me ha pedido que le permita unirse a la Guardia de la Noche, vestir el negro despojado de sus tierras y sin poder formar parte de los asuntos políticos del reino. Mi hermosa Sansa-miro a su prometida- ha suplicado misericordia por la vida de su padre. Pero ambas tienen corazones débiles de mujeres ¡Mientras yo sea su rey la traición no quedara sin castigo! ¡Ser Ilyn, tráigame su cabeza!

Solo se escucharon gritos cuando el verdugo hizo acto de presencia en el lugar. La reina y los concejales le gritaban al niño rey que parase esa locura. Sansa gritaba piedad mientras un guardia la sujetaba de los brazos y era obligada a ver la escena.

El pueblo pedía sangre.

A pesar de todo Ned no los escuchaba. Pensó en su vida, en su esposa, en sus hijos pequeños, en su hija que gritaba, en Arya que había escapado de la reina, en su primogénito que había creado una guerra para poder salvarlos y que no llegaría a tiempo. Pensó en Jon, quien nunca sabría la verdad.

- Gracias- escucho una dulce voz y miro sorprendido al fantasma de Lyanna que le sonreía a su lado. Le tendió una mano- es hora de irnos Ned.

El Señor del Norte bajo su cabeza exponiendo su nuca. Murmuro una plegaria antes que la filosa hoja de la espada chocara contra su piel.

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