Capitulo 8

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-Buenos días, dijo Victoria y empezó a acomodar su tablet sobre la mesa y las ideas en su cabeza. ¿Cómo va todo por aquí? Preguntó para iniciar la conversación.

-Bien. Al menos hasta el momento. -respondió él y dirigió su mirada a la libreta de apuntes que ella había puesto sobre la mesa, para luego dirigir su mirada al resto de la habitación en la que se encontraban.

La ausencia de espejos en las paredes le hizo relajarse un poco, aunque sabía que eso ya no era necesario con las modernas cámaras que podían estar escondidas en cualquier lugar de esa sala y que hacía imposible que tuviese una conversación privada con su abogada. Al menos mientras estuviese detenido en la penitenciaria.

-¿Hasta cuándo voy a estar aquí? -preguntó él avergonzado de su vestimenta anaranjada que contrastaba con el elegante traje negro que ella vestía y de los elegantes trajes que él mismo también llevaba antes de que está incómoda situación lo obligara a tener que estar allí, cómo un delincuente, preso en la cárcel.

-Estoy trabajando en ello. Pero no va a ser tan rápido cómo me gustaría. Prefiero no mentirte. Esto va a demorar un tiempo, todavía. Escuché que dijiste que estabas bien. Eso me alegra. Hay casos en que algunas personas no logran asimilar la vida aquí.

-Debo confesar que esto no se parece en nada a lo que ser acostumbra ver en las películas. Por ejemplo, en mi celda hay un pobre muchacho que robó una joya para su novia. El no tenía dinero, pero ella insistió tanto, que, el muy tonto decidió robar la tienda donde trabajaba. Pero en el fondo es un buen muchacho. Quizá un poco confundido, nada más. Y con una novia demasiado exigente, eso también. Pero no tiene nada de violento. Y casi todos son así aquí.

-Es normal que la gente piense que todas las penitenciarias son iguales, pero en realidad las que salen en las películas, son las cárceles de máxima seguridad. Allí van delincuentes de alta peligrosidad.

-Cómo los violadores, por ejemplo. ¿Verdad? -dijo él y dirigió una mirada fija a los ojos de su abogada, como obligándole a responder y sobre todo a reconocer el posible futuro al que él a enfrentaba.

Victoria no supo qué responder, ya que sabía que ese sería justamente el destino de su cliente si es que no lograba hacer bien su trabajo.

-Sí. Cómo los violadores. -Tuvo que decir ella para romper ese pesado silencio que los oprimió esos largos segundos. -Pero eso no sucederá contigo. Para eso estoy trabajando. Para que no vayas a ese lugar.

-Mejor hablemos de lo que ha logrado avanzar. -dijo él con su costumbre de ejecutivo, directo al tema, y sobre todo para evitar imaginar cómo sería su vida en una cárcel como las películas. Eso sería terrible.

-Estuve analizando con la psiquiatra sobre el tema. Debo admitir que este caso ha resultado uno de los más difíciles que he tenido que tratar. Todos los datos eran muy confusos, pero ahora hemos logrado descubrir lo sucedido.

-Te dije que yo no hice nada. ¿Qué es lo que descubrieron? ¿Qué tiene mi hija?

-Tu hija no tiene nada. Más bien, es otra persona.

-¿Mi esposa? ¿Qué tiene Nathaly?

-No, ella no tiene nada. Déjame explicarte. Toda la exposición de tu hija bajo hipnosis, y tu reconocimiento del lugar que ella describió, nos dio la pista para descubrir lo que sucedió. Y déjame decirte que lo hemos consultado con varios psiquiatras para estar seguros de lo que te voy a decir.

-Pero, de una vez habla.

-Es que todo indica que tú tienes una condición mental que te hace confundir a tu hija con tu esposa. Debes admitir que son bastante parecidas. He visto las fotos de tu esposa cuando ella tenía su edad y te digo que yo también las confundiría.

-Pero yo. Eso es una locura. Es imposible que las confunda. No estoy loco.

-Déjame terminar por favor. Esto es tan difícil para ti como para mi. -dijo ella con ese tono de seriedad que callaba a todos sus clientes. -De acuerdo a un consenso de todos los profesionales con los que le he expuesto la información, es que tú quisiste repetir tu luna de miel con tu esposa, pero te confundiste y la llevaste a tu hija.

-Por favor. Para esa historia macabra.

-No es algo poco común. Y las personas que sufren esta condición, no son conscientes de que la padecen. Por eso es que no lo puedes admitir. Pero eso elimina el tema de la violación. No la violaste, porque pensabas que estabas teniendo relaciones con tu esposa. Eso significa que no te pueden juzgar por ese delito y más bien te derivarán a un tratamiento psiquiátrico para poder resolver esa condición.

-Pero yo no lo hice. Yo no soy un violador. Y sé reconocer quién es mi hija y quién es mi esposa. Y no estoy loco como dices.

-No eres violador. No lo hiciste conscientemente. En eso se basará la defensa. Solo te enviarán a un hospital psiquiátrico por un par de meses. Luego saldrás libre. Y no pienso que estás loco. Solo un poco confundido. Pero que se puede resolver fácilmente, con algo de tratamiento. Te lo aseguro.

-Pero no lo hice. ¿No me estás escuchando?

-Parece que quien no está escuchando eres tú. Dime, tú sabelotodo. Si no es lo que cinco psiquiatras dijeron basándose en hechos concretos e información irrefutable, entonces dime tú qué es lo que sucedió. No, mejor no me lo digas a mí. Díselo al jurado, a ver qué es lo que logras explicar.

El golpe de realidad fue tan impactante, que por más que buscó en su memoria todas las posibles alternativas de explicación de la acusación de su hija, no había nada que lo exonerase de su culpa. Pero él no había violado a su hija. No. Imposible. Él no era de ese tipo de personas. Nunca podría hacerle eso a una de las personas que más amaba. Pero... quizá... No. Imposible. Él no estaba loco. Por el amor de Dios. No podía estar loco.

Victoria, luego de esperar en silencio cualquier explicación de parte de su cliente, explicación que no apareció, empezó a acomodar su tablet en su maletín negro de cuero para luego levantarse en silencio.

-No puedo ser yo. Por favor. No podría ver a los ojos a mi hija. Nunca más. -respondió él con lágrimas en sus ojos.

-Entiendo tu sentimiento. -dijo ella y se volvió a sentar. -Te ayudaremos. Y a ella también. Te lo prometo.

-Gracias. Pero, -empezó a decir él con temor a terminar la frase. -¿Y si no fui yo? ¿Si de verdad fue violada? No digo por mí. Por otra persona. En ese hotel.

Victoria sabía que ya no era el temor al jurado el que pesaba sobre el alma de su cliente, sino el sentimiento de culpa y de vergüenza para con un jurado mucho más severo, el de su familia, a las que todavía amaba con toda su alma.

-¿Lo harías por mí? Quiero saber si de verdad hice eso. Solo tendrías que ir al hotel. Algo rápido. Sólo para estar segura. Por favor.

-Está bien. Investigaré. Te aviso. De todas maneras el tema de la cicatriz es algo que no me termina de cuadrar.

-Muchas gracias. -dijo él y bajó su mirada para evitar que su abogada lo viera llorar.

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