El día había comenzado ese lunes de septiembre. Samantha despertó con ganas de ir a su clase favorita, la de matemáticas. Se estiró mirándose al espejo y sonrió. Po primera vez en años sonreía por felicidad, y no por falsedad o por burla. Le gustaba ver a la chica que se había defendido la noche anterior, se sentía muy orgullosa por ello. Guiñó un ojo al espejo, puso Aerosmith en su celular y se desvistió rápidamente. Sacó su uniforme limpio y planchado y se lo puso de la manera más coqueta que encontró. La camisa ajustada, la pollera lo más corta posible pero que fuera apta para el colegio, el blazer bien entallado y los zapatos lo más brillantes posible.
Caminó al baño esquivando el rastro de latas de cerveza que Michael había dejado. Se maquilló como siempre: delineador negro, sombra de ojos negra y máscara para pestañas. Llenó su cuello y ropa de perfume dulce y bajó a desayunar. Sacó un bowl y lo llenó de cereales con leche. Cassandra llegó y sacó una lata de cerveza.
—Ahora tú también... Creo que soy la única que no está en ese vicio... Qué decepción...—le dijo ella con desprecio. Su mamá la miró con los ojos hinchados.
—Cuando tengas el corazón roto lo entenderás hija... No me juzgues y prepárate para ir a clases...—dichas éstas palabras llenas de dolor subió a su cuarto a enfermar su hígado para sanar el corazón.
Tomó su desayuno y pensó en las palabras dichas por su progenitora. No iba a enamorarse nunca, no sería una buena idea. Su objetivo principal era terminar la secundaria, entrar a la universidad e irse a vivir con su tía, para después ayudarla a recuperar a su hija y vivir juntas las tres. Terminó de desayunar, se colgó la mochila al hombro y cigarrillo en boca se fue hasta la parada de colectivos.
***
Logan despertó poco antes que su despertador lo hiciera. Se sentó en la cama y miró al infinito. Giró la cabeza y vio a esa mujer con la que se había casado. Se dio cuenta que, a pesar de tenerla, siempre dormía solo. Se sentía distanciado emocionalmente de ella y empezaba a reconsiderar en las palabras dichas por David unos días atrás. ¿Estaría enamorándose de su estudiante de diez años más joven? ¿Era feliz en su matrimonio? La felicidad en él era algo pasajera desde que había conocido a Samantha. Las dudas en su cabeza lo atormentaban día y noche y su confusión se agravaba cuando la veía.
Por fin tomó la decisión de ir a trabajar, ya que era el único modo de verla. Se metió bajo una ducha tibia y mientras restregaba su cuerpo con la esponja no dejó de pensar en ella, en sus ojos llenos de anhelo, en su sonrisa cada vez que chocaban miradas accidentalmente... Suspiró y siguió buscando una explicación razonable a todo aquello que llevaba días atormentándolo. Estaba casado, no podía mirar a otra chica que no fuera su esposa. No quería tampoco que Macy estuviera en los malos pasos otra vez y ésta vez no pudiera salvarla. Estaba confundido, ahogándose en un mar tormentoso de pensamientos en el que la sirena Sam lo hipnotizaba con su belleza y lo halaba hasta el fondo y no tenía las intenciones de llevarlo a la superficie...
Salió de la ducha y se miró al espejo. Su físico era el que toda mujer quiere en un hombre. Abdomen marcado, ojos claros, cabello castaño y bien peinado... Solo había un objeto que impedía eso: ese brillante y dorado círculo en su dedo anular izquierdo... Caminó chorreando el agua hasta el armario y sacó un traje gris, camisa blanca y corbata verde. Afeitó su bigote y barba y se puso perfume de hombre en el cuello. El cabello se lo peinó como todas las mañanas y bajó a desayunar. Era un hombre muy coqueto desde su adolescencia, época en la que era un donjuan hecho y derecho.
Volvió a mirar a su alrededor. Estaba solo, se sentía solo. Lo que él quería era una compañera que le sonriera al despertar, desayunaran juntos, caminaran de la mano, hicieran el amor a las noches y... y le diera un hijo... Su vida de casado no era como él esperaba. Era aburrida, sin ningún momento agradable, sin amor, sin pasión. Él sentía que estaba soltero, y que ella no era más que una compañera de cama y casa. Aunque tampoco quería dejar a su esposa. Sentía que podía seguir intentado que la relación funcionara. Desde lo más profundo de su corazón sabía que estaba enamorado y que eso sólo era una prueba, un obstáculo para probar su amor. Pero tampoco sabía hasta dónde podía llegar con eso.
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Pasión Prohibida
RomanceElla una estudiante de último año. Él, un profesor de matemáticas. Ella, con un corazón congelado. Él, con un corazón dispuesto a todo. Ellos conectan una mirada. Ella, tiene el corazón vacío. Él, el hombre perfecto... Y un hombre casad...