CAPÍTULO XIX

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Desde que en el colegio de Samantha se supo la verdad, las cosas ya no volverían a ser como antes. Cuando ella llegó, los estudiantes no dejaron de tirarle silbidos, entre otras cosas. Pero, sin duda, el peor de todos fue aquel chico al que un día le hizo la vida imposible. Ésta vez, los papeles estaban invertidos. 

La chica estaba entrando al baño de mujeres, cuando él se le acercó con un fajo de billetes en la mano, y le impidió el paso.

—¿A cuánto el sexo oral? —le preguntó, abanicándose con el dinero. 

—Puedes preguntárselo a una puta, no a mí —contestó ella, enojada. 

—Tú eres una puta de verdad, te gusta acostarte con hombres casados, como lo hacen las putas —el chico recibió una cachetada, que sonó fuerte y en su mejilla quedó marcada una mano roja.

Salió de ahí, y se encerró en el baño abandonado. Las lágrimas no podían evitar salir. Le gustara o no, eso era cierto. Sabía que era un error estar con un casado, pero ella lo amaba, y era notorio que él a ella, y que por su esposa no sentía nada. Intentó ahogar su llanto, pero le fue imposible. Joey tenía razón, en todo tenía razón. Prendió un cigarrillo, para que las palabras desaparecieran como el humo. 

El timbre sonó, y ella no tenía deseos de salir de ahí. Quedarse un buen rato más, fumando un poco más no sería una mala idea. Unas cuántas lágrimas más salieron de sus ojos, y recorrieron su camina hasta el mentón, donde la gravedad las tiró al suelo. Después de tres cigarrillos más se sintió lista para volver a clase. Ya habían pasado cuarenta minutos de matemáticas, por lo que se arregló el maquillaje y entró al curso. 

Por dentro, todo era silencioso, aunque por fuera pareciera un caos. No eran así sus sentimientos. Ella por dentro era un caos, un desastre,  y por fuera silencio total. Gracias a su retoque de maquillaje, no parecía que había llorado. A excepción de sus ojos acuosos y cristalinos. De inmediato, Logan supo que algo le había pasado. Copió los ejercicios de Kristine, mientras el resto susurraba comentarios sobre ella. Jamás cruzó por su cabeza la idea de que sería ella quien recibiera bullying, y mucho menos por parte de ese grasoso y apestoso chico. Sentía que no podía estar más ahí dentro, por lo que se levantó.

—Profesor, ¿me deja ir al baño? —le preguntó, de pie.

—Adelante, Samantha. Pero no demores y no vuelvas a llegar tarde a la clase. 

Asentó con la cabeza, y salió. Necesitaba sus brazos, sus besos, su olor... Lo necesitaba a él. 

Guiado por el olor que provenía de un baño abandonado, la encontró. Logan tenía muy buen olfato, él mismo se decía que era un sabueso. Lentamente abrió la puerta del baño, y la vio ahí, arrodillada, junto a su paquete de cigarrillos, una bolsa de papel y lágrimas grises en el suelo. Se le acercó, y la abrazó de costado. Ella se recargó en su hombro, y su mano, masculina y al mismo tiempo, suave, limpió las lágrimas. 

—¿Qué sucedió? —le preguntó preocupado.

—Ya todos lo saben... Ya todos saben que soy hija de prostituta y creen que yo también trabajo en eso... Hasta me ofrecen dinero y me llaman "puta" —contestó la chica entre lágrimas. 

—Tú no eres una puta, Samantha. Eres una chica muy hermosa e inteligente. 

—Dicen que una puta se acuesta con los hombres casados...—un par de lágrimas más salieron.

—Pero tú no eres una puta, eres mi novia, y me demuestras el amor que sientes —besó sus labios, con la esperanza de que olvidara lo sucedido.

—Yo no soy mala —le dijo cuando se separaron del beso—. Soy sufrida. 

—Cuando más me necesites, llámame, y yo iré a ayudarte lo más rápido posible. Nunca te voy  a dejar sola —prometió...

Se retocó el maquillaje por segunda vez en el día, y él volvió al curso. Guardó sus cigarrillos en el bolsillo del saco y unos minutos más tarde, lo siguió. Ésta vez, sonreía. Logan Parker la había llamado su novia. Ya era algo oficial...

***

Cassandra, después de limpiar y darse un baño, subió al colectivo que la llevaría a casa de Macy. Ambas necesitaban de su compañía, de su conversación. Últimamente, las dos mujeres la estaban pasando muy mal, y un café les vendría bien. 

Mientras iba hacia allí, contempló la ciudad. Pasó un hombre muy parecido a Phill, pero no era él. Su corazón lo extrañaba, y lo lloraba cada noche después del trabajo, pero no podía volver con él. Era prostituta, y al mismo tiempo, era esclava. Y eso empezaba a cansarla, física y psicológicamente...

Paró y fue a comprar algunos cupcakes rellenos, para acompañar el desayuno. Siguió el resto del camino a pie, tomando un poco de aire y meditando sobre lo que podría llamar su vida. Odiaba eso con todo su ser, pero no dejaría sola a su hija, la única persona que quería y que aún podía ver. Su madre y sus hermanos se cambiaron de ciudad al enterarse de su trabajo, y no volvieron a contactarse con ella. Ni siquiera sabían que ella tenía una hija... 

Encontró la casa, y tocó el timbre. No le gustaba molestar a Macy durante la mañana, ya que sabía que ella dormía de día, pero ese fue un acuerdo mutuo que hicieron la noche anterior. Eran las 10.30 de la mañana la hora que habían arreglado. Y Cassandra, tan puntual como un reloj, estaba en su puerta a esa hora. 

Su amiga le abrió la puerta y la hizo pasar. Ambas hacían dar cuenta de lo mal que se sentían con solo la apariencia. Entró y la llevó a la mesa del patio, donde las esperaban dos tazas de café, una bandeja de sándwiches de jamón y jugo de naranja. Se sentaron una frente a la otra, acomodaron los cupcakes y después del primer sorbo de café, empezó la conversación.

—Ahora dime, ¿la encontraste? —preguntó la castaña mujer mientras se llevaba un sándwich a la boca.

—Sí, la encontré —Macy suspiró, triste y pesada—. Y no quiso saber de mí...

—Eso es muy triste —apoyó su mano en el hombro de su amiga, para consolarla.

—Pero en parte tiene razón, yo nunca hubiera podido darle todo lo que mi ex cuñada le da...

—Lamentablemente eso es cierto...

—Te noto muy rara últimamente, ¿mi ahijada tiene problemas? —se preocupó la pelinegra.

—No es eso, yo le pedí que pasara en casa el menor tiempo posible... No quiero que Michael la lastime... como lo hace conmigo...

—Si yo fuera tú, huiría lejos con Samantha...—aconsejó, una vez más...

—No tenemos a donde ir... Además Sam estudiará Biología aquí y no podría pagarle la educación en otro lado. Brown la becó...

—No dejes que te siga lastimando, ¿si? 

—Trataré... —una lágrima se resbaló de su mejilla. 

—Hablando de Samantha, ¿cuándo piensas decirle la verdad? 

Ese tema disgustaba a Cassandra, porque le dolía que su hija viviera una mentira, pero era lo único que tenía...

—No lo sé... No quiero que me deje de hablar...

—Yo perdí a mi hija, estoy segura que no quieres perder a la tuya...



Pasión ProhibidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora