X. Una, salva

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Lucha cargó como una tempestad, Wu se preparó, pero cuando iba a golpear, Lucha giró y se dirigió hacia Tigresa. Ella se tragó la inquietud que le causaba el Inmortal, puesto que era el de sus visiones.

Su cuerpo se movió casi por reflejo, esquivó un hachazo esquivándolo apenas por los pelos y dando un golpe con la palma amplia a la otra. Lucha frunció el ceño y dejó caer las hachas, tomando por sorpresa a Tigresa y estampándole un puñetazo en el estómago. Con uno al rostro, la hizo caer.

Lucha chasqueó las pezuñas y una espada labrada, larga y sinuosa, apareció en sus pezuñas, la alzó verticalmente y dispuso a clavársela. Po la salvo, propinándole a Lucha un puñetazo en la cara, con una fluidez hipotónica; estaba usando la Paz Interior.

Lucha sonrió, todo dientes, y chasqueó, un arco de metal apareció en sus pezuñas, lo tensó y disparó a Shifu y Wu varias tandas de flechas. Chasqueó las pezuñas y el arco desapareció, reemplazado por una alabarda. Cargó contra Po blandiendo la alabarda, a lo que él esquivó con simpleza insultante.

Po y Lucha intercambiaron golpes y mandobles que sonaban con fuertes golpes, como si el panda golpeara acero puro. No le extrañaría a Tigresa que la piel de Lucha fuera así de dura. Lucha alzó los brazos y dio un tajo, a medio camino la alabarda desapareció y se convirtió en una espada de casi metro y medio de largo, de doble filo. Po evadió el golpe, tomó a Lucha por la muñeca, tiró y le estampó un puñetazo.

Acto seguido, Shifu se hizo presente: con movimientos imbuidos por la Paz Interior, le dio un combo de golpes y patadas muy rápidas, haciendo maldecir al Inmortal. Después se destacó Wu, que saltó en el aire, estiró el dedo índice y el pulgar, acumuló una gota de agua en la garra y ésta salió disparada como una de las bolas de cañón de Shen. Impactó en el pecho de Lucha y lo hizo caer al suelo.

Tigresa rugió, hizo los pasos de la Maestría del Chi y su cuerpo se recubrió de un brillo dorado oscuro, corrió hasta el búfalo, saltó y giró en el aire con agilidad para clavarle una patada descendente en el estómago a Lucha. Él gimió y la tierra bajo éste se agrietó, como si estuviera muy blanda.

Lucha dio dos golpes al suelo, ahogó una expresión y chasqueó las pezuñas de ambas patas; una hilera de agujas, finas y largas como flechas que fueron despedidas contra todos. Shifu y Po los esquivaron con gráciles movimientos, y luego el panda rojo hizo los pasos de la Maestría del Chi; Wu esquivó las que iban hacia él levantando un muro de agua que se movía tan rápido que cortó las agujas metálicas. Tigresa no pudo esquivarlas, sin embargo, al momento en que las agujas tocaron el Chi que la recubría, se disolvieron convirtiéndose en arenisca.

Lucha abrió los ojos como platos y se irguió, del agujero en su pecho chorreaba sangre negra.

—¡Tú! —exclamó observando a Tigresa. Se lanzó a atacar, pero se quedó estático luego de tres pasos.

—Esto acabó —dijo Wu, con voz queda. Tigresa observó la expresión iracunda e impotente de Lucha y comprendió que Wu estaba haciéndole lo mismo que le hizo a ella en la posada—. Parece que en esta vida no podrás matarme, Inmortal.

Wu caminó con tranquilidad hacia el impotente Lucha, le posó una mano en el pecho y murmuró unas palabras que Tigresa no pudo escuchar. El cuerpo de Lucha empezó a moverse violentamente, como si fuera presa de sacudido por una tempestad. No gritaba, pero el dolor era notorio en sus facciones. Abrió la boca y una bocanada de sangre manchó el suelo.

Wu chasqueó los dedos y Lucha cayó al suelo. El maestro del Palacio de Citrino se tambaleó agotado, arrodillándose en el suelo; su gabardina manchándose con la sangre oscura en el suelo. Él le lanzó una mirada con una sonrisa suficiente, arqueó una ceja y le guiñó un ojo.

Los Ocho InmortalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora