XIV. Sol y luna

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Tigresa observó con preocupación el cielo. Éste parecía estarse partiendo a pedazos, líneas blancas como patas de arañas lo abarcaban todo con sus sonidos de desgarres y aperturas dimensionales. La punta de gruesas cuchillas metálicas se veía dentro de la negrura.

—¡Furiosos —ordenó Tigresa—, encárguense de la evacuación de los habitantes! ¡Tú también, Tai-Lung!

Los mencionados se fueron cuando las cuchillas metálicas empezaron a salir. Luego se abrieron otras grietas y empezaron a caer piedras envueltas en llamas del tamaño de casas; a Tigresa le escocieron los brazos al recordar la pelea contra Dimensión. «Ahora ganaré yo». Tigresa saltó hacia el valle y Po, Wu, Bai y Qiao la siguieron.

Mientras caía y el viento le ondeaba la ropa, pitando a sus oídos, el olor a quemado se le metió en la nariz. Se preocupó porque el Valle de la Paz era grande y no sabía dónde estarían los Inmortales, o si es que estarían juntos. Optó por lo más sensato, que era que cada uno de ellos partiera a uno de los extremos del Valle: Bai al oeste, Qiao al este, Wu al sur y Po y ella al norte.

—No los maten —pidió Tigresa—. Derrótenlos, pero tráiganlos con vida.

Pese a las miradas extrañadas que recibió, al no darles más detalles, los aludidos asintieron. Era mejor así. Apenas tocaron el suelo, Bai, Wu y Qiao tomaron los rumbos establecidos y se dispersaron.

Tigresa y Po corrieron al norte a toda prisa, ella en cuatro patas mientras Po concentraba Chi en sus patas para acelerar. Su primer pensamiento fue para él, reclamándole el uso del Chi, pero recordó lo sucedido en el Inframundo y dejó de preocuparse. Avanzaron al norte, en dirección donde se encontraba el restaurante del señor Ping. Iban esquivando barras de metal afiladas del tamaño de jabalinas que caían en dirección de ellos y rocas encendidas. Al girar en una esquina cerca al restaurante, Dimensión estaba caminando con anormal tranquilidad, alzando las patas y haciendo que más y más jabalinas y rocas envueltas en llamas cayeran.

Alrededor de la leopardo de las nieves aparecían y desaparecían portales del tamaño de un puño que lanzaban pequeños proyectiles a todo lo que se moviera: cachorros, civiles. Corriendo, Tigresa hizo los pasos de la Maestría del Chi, brillando de dorado oscuro; el traje de maestra de color amarillo con bordados verdes apareció en ella y en la palma de su pata izquierda apareció una luna menguante negra como el hollín.

Dimensión levantó su pata al aire y de una de las aberturas salió una gran barra de metal. Una brillante lanza nacarada con una extraña guarnición en la punta. Tigresa estiró una pata a un lado, con la palma apuntando al suelo y pensó en una lanza también. La tierra y minerales palpitó bajo sus patas y se elevó como humo, para solidificarse en una fuerte y resistente lanza con una hoja casi como de alabarda.

Dimensión dio una estocada que Tigresa frenó interponiendo la propia lanza. El choque no generó casi ruido, el golpe metálico de la lanza de Dimensión fue absorbido por la de tierra de Tigresa, además de que fue opacado por el gruñido quedo de la maestra. Dimensión frunció el ceño, desconcertada, cosa que Tigresa aprovechó para girar con rapidez la lanza y darle un culatazo al estómago, seguido de una patada de empeine y mandarla lejos.

El señor Ping y Li Shan salieron corriendo del restaurante; Tigresa se volvió a ver a Po, pero él ya estaba haciéndoles señas a ellos para que fueran a su lado, al mismo tiempo en que se le veía emocionado por lo que ella hizo.

Una vez ellos se fueron, Tigresa pudo desenvolverse con comodidad. Se lanzó hacia Dimensión enarbolando la lanza, sólo que cuando iba a conectar la estocada, el aire se abrió tras Dimensión, ella se dejó caer hacía atrás y desapareció.

Tigresa miró a los lados cuidando de que ella no apareciera por un flanco descuidado. Poco después detectó una levísima ondulación a su derecha para acto seguido el aire abrirse, dejando salir a la Inmortal. Dimensión tenía su lanza sobre los hombros, sonriendo emocionada, mientras su cuerpo se oscurecía como si se hubiera sumergido en brea, los ojos de ella se volvieron negros por completo, sin más color y en menos de un parpadeo, se lanzó contra Tigresa.

Los Ocho InmortalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora