Capitulo 8

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Capitulo 8:

Camino con la cabeza gacha, las manos dentro de mis bolsillos, el cabello enmarañado y un montón de pensamientos en mi cabeza.
Si toda mi vida he vivido en una soledad constante, siendo abandonada, rechazada, aborrecida ¿por qué me afecta tanto esto? Ni yo misma lo entiendo, ni yo misma me entiendo.

–Si no me vas a querer a hablar es tu problema, pero quiero que se aclare esta mierda de una vez. -Dominik mira hacia el piso y no responde, me ignora olímpicamente.

Caminé desde mi apartamento hasta el suyo -por alguna razón recuerdo todo el camino hasta aquí- dispuesta a aclarar todo, me importa una mierda ya si quiere volver a hablarme o no, he sufrido demasiado como para que esta estupidez me afecte y no me voy a portar como una adolescente hormonal dolida, quiero que escuche lo que tengo que decir.
Pensé que estaría arriba, en su habitación tal vez; y eso hubiera sido un problema porque no sé en qué piso vive pero lo encontré sentado solo en el parque de su edifico, en una banca, escuchando música. Su cabello hacia un lado, su ropa totalmente negra y sus ojos más azules que el mismísimo cielo me hacen querer quedarme parada en mi sitio para simplemente contemplar lo jodidamente apuesto que es.

–¿No me vas a responder? Está bien, muy bien por ti, pero voy a aclarar todo de una vez; será tu decisión si decides no volver a hablarme, pero antes quiero que me escuches.

–Aléjate de mi -al fin decide hablar y dice exactamente lo que pensé que diría, con un susurro entrecortado saliendo de sus rosados labios. Deja de ver sus labios.

–¿En serio? ¿Aléjate de mi? Mírame a los ojos, Dominik -él alza la mirada por un momento para al segundo volver a bajarla- ¿Tú creer que yo decidí esto? Así nací, y así moriré. ¿Crees que soy un monstruo? Pues te cuento que a este monstruo le duele; le duele el rechazo, le duele que no pueda lograr integrarse, le duele no ser alguien normal. ¿Crees que soy feliz así? No lo soy. Ya sé que no nos conocemos desde hace mucho tiempo pero te di a demostrar lo tanto que me importas; me importas de demasiado, idiota. Pero al parecer eres solo un falso, hipócrita y cobarde porque te recuerdo que te defendí de esos imbéciles que te golpearon y en ningún momento te dignaste a agradecerme. Ahora soy yo quien se va a alejar de ti porque personas como tú no valen la pena, no voy a lastimarme más de lo que ya estoy. He sufrido demasiado. Hasta nunca, Dominik.

Me doy la vuelta dispuesta a irme pero no puedo reaccionar en el momento que él toma mi brazo, me gira y seguidamente, me besa.

El beso es suave pero expresa toda la necesitad y el deseo. Al principio no respondo pero en pocos segundos ya estoy siguiendo su beso con mucho ánimo. Él toma mi mejilla y acaricia mis pómulos, yo lo empujo causando que nuestros labios se separen.

–¿Qué quieres de mí?

–Vanessa...

–¿Acaso te gusta verme sufrir? -lo miro con una mirada llena de rabia y el trata de acercarse a mí.

–Escúchame...

–No, escúchame tú a mí. -lo interrumpo- Primero me dices que me aleje de ti, como si fuera un monstruo, como si fuera basura, ahora me besas. ¿Quieres romper mi corazón? No se puede romper algo que ya está roto.

–No quiero romperlo, quiero arreglarlo -se acerca a mí y toma mis mejillas, me mira a los ojos por unos segundos silenciosos que parecen siglos- por Dios, eres tan hermosa...

–Basta, ya -cierro mis ojos ante su tacto y trato de no llorar, no voy a llorar más, tengo que dejar de ser una niña patética- no digas cosas que son mentira, viste lo que soy capaz de hacer, soy un asco, soy violenta y no tengo autocontrol.

–Pero estoy aquí -toma una bocanada de aire- dispuesto a luchar a tu lado. A aguantar todos tus demonios porque al fin y al cabo todos tenemos. Créeme cuando te lo digo, Vanessa -sube mi barbilla con su pulgar obligándome a verlo a los ojos- jamás en mi vida me había sentido así. Me comporté como un imbécil, lo sé, pero quiero que te quede claro que no me voy a separar de ti en ningún momento porque jamás me había sentido tan seguro, y tu sola presencia causa que me sienta más feliz que en ningún momento de mis 18 años de vida.

–¿Sabes lo que estás diciendo? -junto nuestras frentes y puedo sentir su respiración agitada, él no está acostumbrado a decir lo que siente- ¿Sabes en lo que te estás metiendo?

–Si -dice en un susurro ronco- sé en lo que me estoy metiendo y no me importa, sólo me importas tú, espero que no se te olvide.

–No tienes idea de lo que estás haciendo. Estar conmigo es como un suicidio.

–A decir verdad, jamás pensé que un suicidio se sentiría tan bien.

No puedo evitar sonreír, él también sonríe. Él toma mi cuello para que me acerque a él y juntamos nuestros labios a un dulce beso. Mis labios se mueven en sincronía con los suyos, él ahueca mi rostro con sus manos y no puedo evitar sonreír durante el beso.

–Ven, vamos, te llevaré a un lugar -él toma mi mano y nos vamos al estacionamiento de su edificio para acercarnos a lo que parece su auto.

–Pensaba que no tenias auto -fijo mi mirada en el deportivo azul marino y luego en él.

–Es de mi padre, pero tiene tantos autos que no le importará si tomo uno para llevar a mi chica a algún lugar lindo.

Mi chica.

Un sentimiento en el estómago se instala en el momento que él dice esa oración. Es tan similar como dicen en los cuentos de hadas sobre las tan populares "mariposas en el estómago", pero yo en realidad siento todo un zoológico ahí dentro.

Dominik me abre la puerta y luego rodea el auto para subirse. Él cierra la puerta del conductor, me mira, sonríe y arranca el motor.

The sad teens club . Donde viven las historias. Descúbrelo ahora