Esa mañana me desperté más temprano que de costumbre. Afuera todavía estaba oscuro. Me vestí rápidamente para hacer mis tareas, distraído por el suspenso que se había acumulado a lo largo de los últimos días. Salí de la casa y camine hasta el establo, como lo había hecho miles de veces.
Quizás hoy sea el día, pensé, mientras alimentaba a mi yegua, Dolly, con un balde de avena. Ella me miro con sus grandes ojos marrones que siempre me tranquilizaban. Casi podía escuchar sus pensamientos:
¿pudo ir contigo?
Me reí y le acaricie el hocico. "Veremos, Dolly, veremos". Relincho suavemente, apaciguadoramente. Me apure para hacer mis otras tareas, pero aunque a las siete todavía no había terminado, corrí ala casa en busca de mamá. Las tareas pueden esperar, o pensé.
Wayne Bailey, nuestro empleado, estaba en la cocina lavando la vajilla. Era un hombre alto y delgado, con una nariz larga y puntiaguda. A veces me daba miedo; otras veces me parecía cómico, cuando caminaba por la casa con el delantal puesto y se agachaba para barrer el Polvo en los rincones o debajo de nuestros muebles gastados.
-¿donde está mamá?
Wayne levanto la mirada que tenia fija en la vajilla y entrecerró los ojos.
-¿por que quieres saberlo?_preguntó.
Me hice el tonto, simulando bostezar.
-solo preguntaba.
-salio con tu papá.
Abrí grande los ojos.
-¿ya están haciendo la mudanza?_me sentía tan entusiasmado que apenas podía pronunciar las palabras.
-¿para que saber?
Estudie el rostro de wayne buscando una pista.
-están haciendo el traslado, ¿verdad?_exclamé.
Wayne simulo restregar con mas fuerza un sartén. Su silencio lo dijo todo. Corrí a mi habitación para cambiarme, y me puse un overol impecable y la camisa a cuadros de color rojo que había separado para la ocasión. Reaparecí unos instante después, mientras metía la camisa en los pantalones, y me dirigía hacia la puerta.
Wayne me miro fastidiado.
—¡tu mamá dijo que no puedes ir a ningún lugar antes den terminar tus tareas!
—¡las tareas están hechas! -respondí mientras escapaba por la puerta.
A la distancia, podía ver gente que iba y venia por el filo de una colina cercana.
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Mi Viaje Del Escepticismo Hacia La Fe.
EspiritualJosh McDowell ha dado más de 24.000 conferencias a más de 10 millones de personas en 118 países. El es autor y coautor de 134 libros, que han vendido más de 54 millones de copias en todo el mundo, incluyendo más que un carpintero, que ha sido traduc...