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Me miró con la misma expresión que le había visto el día anterior  allá en la colina, la mirada de una mujer que se está ahogando, a punto de soltarse  y desaparecer bajo el agua. "el no quería hacerlo", me dijo suavemente. "no quería hacerlo". 

cállate, grité en mi interior. si quería hacerlo. y yo también. ay, cuando lo odiaba. quería hacerle a él lo mismo que el le había hecho a ella. Quería hacerle sentir el dolor que había causado a otros. deseaba tanto la muerte de papá que le saboreaba.  

"busca a wayne", dijo mi madre roncamente.

 wayne conocía la rutina porque era algo habitual. entre ambos levantábamos a mama para que se pusiera de pie y la llevábamos a la casa, donde quedaria en cama durante varios días hasta recuperarse. no siempre sus heridas se debían a los abusos de papá. a causa de su excesivo peso a menudo se caía cuando estaba haciendo las tareas de la casa, y eso provocaba que se le descoyuntara la cadera.

"¡wayne!", grite mientras corría hacia la casa. el hombre estaba en su habitación.  corrí escaleras arriba y asomé la cabeza. su habitación estaba siempre limpia y ordenada, con el calor de hogar que le daba su colección de tacitas, nada menos, además, wayne tenía periquitos en una jaula: pequeñas criaturas coloridas y alegres que contrastaban con el entorno opaco de nuestra granja.

al escuchar los gritos, ya sabía lo que había ocurrido. me miró con esa conocida sonrisa, se acerco a mi y se inclinó para mirarme  directamente a los ojos. yo retrocedí un poco. siempre tenía mal aliento. sin embargo había cierta ternura en sus ojos, cierta compresión. 

Mi Viaje Del Escepticismo Hacia La Fe.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora