Marie.

14 1 0
                                    

-Cincuenta dólares.

-No, Ali.

-Setenta.

-No.

-Cien.

-Ali...

-Docientos.

-Por dios, Ali, te dije que...

-Quinientos dolares.

-Ali, maldicion, deja de ofrecerme dinero.

-UN MILLÓN DE DÓLARES -ejercí más fuerza en mi tono de voz con la falta de intención de que sonara desesperada.

-¡KENNEDY POR DIOS CALLATE!- rogó casi gritando mirándome con suplica y sorpresa. Más bien pánico. Ella sabia que un millón de dólares me crecían en las manos por cada segundo que pasaba, y esa era la misma razón de estar atemorizada. Entrar en pánico porque te ofrezcan un millón de dolares solo por responder una pregunta y decir que no por mantener el secreto y la dignidad, todo el mundo sabe lo difícil que es negarse al dinero, sobre todo en grandes cantidades. No en mi caso.

Por el dinero, mi dignidad se puede ir yendo.

-Te digo que no sé quien es su hija.- mentirosa. Eso es lo que era. De alguna manera tendría que salir de su boca la más mínima e insignificante pista. Si ella no me lo decía, existen otras fuentes.

-De acuerdo, te creo- el aire de mis pulmones fue vaciado dramáticamente de una manera cansina. Realmente no me sentía derrotada, pero para que no me preguntara cosas o para evitar levantar sospechas de su parte, mejor era actuar. Y sí, definitivamente se me daba la mentira y con honores.

-De... ¿Verdad?- sus párpados casi fueron absorbidos, y pude ver como sus ojos ganaban territorio en su rostro femenino y atractivo. Dando a entender de que con su sorpresa, mi actuación no estaba saliendo como debería. Lo primero que debía hacer era que estuviera segura de que dejaría de insistir. Porque siendo como soy, y ella conociéndome, sabría que no me rendiría tan fácil, ya que, mis encaprichamientos no se me iban de un segundo a otro.

-No me quieres decir, y claro que te creo de que no sabes quien es su hija, pero eso no significa que alguien más no lo sepa. Incluso - alcé el índice con la mirada escondida entre mis gruesas y largas pestañas sin encrespar- la propia señorita Anne podría decírmelo.

-¿Y para qué quieres saber si tiene una hija o no?- indagó con sus ojos, igualmente a mí, escondidos entre las pestañas, mirándome con sospecha.

Y aquí es donde se ejercía el paso dos:

-Escuché un rumor de que la señorita Anne tuvo una hija porque se acostó con un ex-profesor de deportes, y que estuvieron a punto de echarla. -mentí, no completamente, pero lo hice. En realidad -aunque fue igual hace bastante tiempo atrás, años, diría yo- corría el rumor de que la maestra Anne obtuvo el beneficio de trabajar en esta escuela gracias a que el ex-profesor de deportes se acostaba con ella, y que por accidente la dejó embarazada en una de esas aventuras.

Por supuesto que es falso. Es la clase de rumores que se inventan cuando llega una persona nueva a algún lugar en un momento inesperado. Cuando ya pasan meses y esa persona sigue igual de misteriosa, las leyendas viajan de boca en boca buscando a alguien que las continúe divulgando para mantener un chisme del cuál interesarse. Aunque eso afectase, en su momento, la reputación de la señorita Anne y su trabajo.

-Y quería desmentirlo, ya sabes, detesto que me mientan -la miré todo el tiempo posible para que entendiera bien mi punto de :"Si me mientes, me pierdes"; y le daba por contarme la verdad, o soltar todo el secreto de una.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Aug 06, 2016 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Mi pais de las MaravillasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora