¡Me quema!

1.3K 121 26
                                    

Pov. Perrie:

Aún tenia las legañas pegadas en los ojos, quedé demasiado aturdida; sin saber qué hacer, miré las piernas de Jade, piernas que echaban humo como una cafetera, mis tímpanos se derritieron como el plástico en fuego cuando la escuché gritar, y comenzar a dar saltos. Al parecer solo sabían que estaba allí si la televisión está encendida, y pregunto, ¿Si somos tres en casa, por qué no se asegura de que no haya nadie durmiendo en el sofá? ¡Si todos los días estoy tirada en el!

« ¿Por qué tienes una habitación con una cama bien bonita? »

Pensé, frunciendo el ceño por hacerme dos preguntas a mí misma con distintas voces en mi cabeza. Entonces sacudí mi cabeza, percatándome de que las piernas de Jade estaban ardiendo cada vez más por mi culpa.

– ¡PERO QUITATÉ LOS PANTALONES! –, Le grité. Como si llevásemos discutiendo más de dos horas.

– ¡Me quema! ¡Me quema! –, Exclamaba, dando pequeños saltos, y prácticamente lloraba.

Me acerqué a ella tan rápido como el viento para desabrochar sus pantalones, pero entonces el frio entre ambas volvió a surgir; ahora estaría más cabreada que antes.

–Puedo yo solita –. Dijo amarga como el alcohol, haciendo que me apartase como si una fuerza de viento me empujase hacia atrás.

Jade se bajó los pantalones sin pensárselo dos veces, viéndose las piernas completamente a rojo vivo, aunque me apartó de ella, me alivió saber que no había sido nada grabe.

–Vamos a un hospital, por favor, me duele muchísimo –. Las lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas sin control, se sujetaba en pelo con una mano para poder ver mejor sus piernas, que no perdían el tono rojizo.

–Leigh-Anne, tráeme agua fría, deprisa –. Ella asintió y pocos minutos después apareció con un cubo grande lleno de agua, a punto de lanzarlo sobre las piernas de Jade.

Que aun ardían y, sacaban un poco de humo.

– ¡NO! –, grité. Asustando a ambas, Leigh se quedó a medias. –Que no se te ocurra tirar el agua de golpe, o dolerá más –. Entonces Jade me miró, abandonando por primera vez su frialdad, y me pidió ayuda solo con su mirada, asentí. –Vamos al balcón, yo lo haré –. Me ofrecí.

Jade aun lloraba por culpa del escozor, y el calor, le indiqué a Jade con los ojos que caminase, y lo hizo, con dificultad, gemía al mover las piernas, y sus lágrimas de impotencia no dejaban de correr por sus mejillas.

No quise arriesgarme a ayudarle, no quería volver a ser despreciada por ella, posiblemente antes me hubiese dado igual, pero ahora era como un puñal en mi pecho, clavarse una y otra vez, manteniéndome viva, pero sintiendo el dolor.

–Apóyate en mis hombros, y apretarlos si duele –. Le dije, –Que dolerá –.

–Gracias por los ánimos –. La miré de soslayo, viendo como sonreía de una forma sarcástica, mientras aspiraba con fuerza para no dejar que la congestión del yanto resbalase por su nariz.

Jade estuvo dispuesta a apoyarse sobre mí, pero pareció que se lo pensó dos veces; entonces se apoyó en la barandilla de metal que había entre el balcón y la caída de dos metros de altura.

De nuevo, el puñal se clavó en mi pecho.

Sujeté el cubo de agua con fuerza, y comencé a echarlo sobre las piernas de Jade, gimió; ahogando un grito, a mí también me dolió.

Volví a echar otro poco de agua, volvió a gemir, esta vez un poco más aliviada, toqué una de sus piernas para comprobar que no hubiese sido mucho... Y entonces Jade gritó con mucha fuerza, haciendo eco entre las calles.

I'm in love with a dirty | Jerrie thirlwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora