La comida comenzó como si de una comida familiar se tratara, todos hablaban como si se conocieran de toda la vida. Menos yo, me sentía fuera de lugar, no sabía que decir, con quien hablar o a quien mirar. Incluso recordé momentos del pasado, de párvulos, donde día tras día no hablaba con nadie y nadie hablaba conmigo, únicamente tenía como compañera una muñeca con la que jugaba en los recreos y la cual, en más de una ocasión, mis compañeros escondieron para hacerme rabiar.
Cuando me percaté de que ese tal Rafa no dejaba de mirarme, seguro pensaba que era una chica rara, si paras a pensarlo tenía razón. Nadie querría hablar con una chica que no sale de su casa, que ha quedado huérfana no hace tanto y ante lo desconocido pone rechazo.
Cuando tuve la menor oportunidad escapé de esa situación y me encerré en el desván. Me sentía estúpida, la vida me estaba dando otra oportunidad para relacionarme y yo la estaba rechazando. Pero ¿y si es como los niños de mi infancia? ¿y si me hace daño? No quiero que me hagan más veces daño, estoy cansada de llorar, aunque también estoy cansada de la soledad... Ahora no podría bajar, me tratarían de tonta. Si mis padres estuvieran allí... ¿qué estoy pensando? He pasado muchos años sin ellos, tendría que saber como desenvolverme yo solita en esas situaciones sin tener que recurrir a esconderme tras la falda de mamá y la fuerza de papá. Estaba volviendo atrás, como si estos años no hubieran sido vividos, como si mientras el mundo seguía el transcurso del tiempo yo me quedara estancada, en un pasado que no volverá. Comencé a sentirme más sola que nunca, más inútil, más indefensa... Hasta que llamaron a la puerta, no sabía que hacer, estaba molestando en mi intento de no hacerlo, me sentía culpable de haber nacido, una culpabilidad que no había sentido antes.
Como pasaba el tiempo y yo no daba señales de vida mi abuela decidió entrar.
-Hola Clara, ¿estás bien?.-Empezó a decir en una voz algo arrepentida.
-Sí, claro, perdona por preocuparte.-Contesté con falsa normalidad.
-Sé que estos son cambios muy bruscos para ti pero bueno, ya sabes, los miedos hay que enfrentarlos.
-Lo sé y de verdad, no pasa nada abuela, ve con los chicos, yo estoy bien.-Mentí con una esperanza de que no me dejara sola.
-Clara, cielo, dime que pasa.
-Son tonterías mías.- Conseguí decir al precio de comenzar a llorar. Era un momento en el que confías en que podrás creer tu propia mentira y la tristeza por ti se une con la rabia y acabas llorando, deseando estar sola para dejar de preocupar a los demás, para dejar de sentir que eres un trasto bueno para nada que solo estorba.
Mi abuela me abrazó, noté como su cuerpo se relajaba después de haber estado demasiado tiempo en tensión.
-Clarita, desahogarse es bueno. Muchos años hemos estado las dos solas y nunca me has contado tus pensamientos, lo que te va ocurriendo... Llevo esperando este momento años, te estabas alejando de mí y tenía miedo de que tarde o temprano lo hicieras definitivamente.
¿Tenía miedo? Se me hace nuevo saber que tenía miedo, mi abuela siempre ha sabido llevar las cosas y nunca ha mostrado debilidad. Hasta ahora no me he dado cuenta de que nos estábamos alejando, tenía razón, la soledad que me asustaba la estaba buscando yo sola... ¿Pero por qué hoy? Quizás era una bomba que debía explotar, no me había dado cuenta porque al fin y al cabo eramos dos, nos teníamos únicamente la una a la otra... Eramos... Quizás no era tan malo lo novedoso, dejaríamos de ser una cutre novela dramática donde nos vamos escondiendo las lágrimas, quizás todo lo que pasa, pasa por algo.
Esto último me hizo recordar los extraños sucesos que últimamente estaban sucediendo pero no quise decir nada, mi abuela y yo estábamos más unidas que nunca.
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Si me olvidáis.
FantasiaTrata de una pequeña niña de unos 10 años. Todo comienza con la muerte de su abuelo, el viaje de negocios de sus padres y la misteriosa casa de su abuela. El primer capítulo trata desde los 10 años hasta los 15 de esta chica. Imagen física de la chi...