Tercer Capítulo. La alegría viene a casa.

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Ya han pasado varias semanas de mi cumpleaños y de la pérdida de mis padres, siguen apareciendo los jazmines cada mañana, pero me da miedo seguir preguntando, no quiero estropear lo que sea que tenga en mente mi abuela. Hoy me levanté más temprano de lo normal así que decidí quedarme mirando el techo de mi habitación sin pensar en nada, a veces esos son los mejores momentos del día, cuando te adentras en tu mundo, sin tener que fingir falsas sonrisas ni tener que animar a otros cuando tú te estás muriendo por dentro. Hasta que recordé que mi abuela quería decirme algo importante. Cuando decidí levantarme y comenzar a buscarla por todas partes, ya se había ido, se fue a andar con algunas amigas. Incluso mi abuela tiene una mejor vida social que yo... En fin, se la merece, ella también lo está pasando bastante mal.

Al bajar a desayunar vi un mensaje en el pizarrón de la cocina, al principio pensé que había sido mi abuela pero poco a poco descubrí que no.

"¡Clara anímate! Últimamente sonríes muy poco, sabemos que no te agrada que no estemos físicamente contigo pero te protegemos desde otro lugar muy cercano a ti. Cariño, cuídate, te queremos. Tus padres." Aún no lo podía creer, ¿y ese mensaje?. Tras releerlo, comencé a deambular de un lado para otro de la cocina, pero cuando me volví para releer el mensaje, no estaba. No sé si me estoy volviendo loca o sueño despierta por pura desesperación.

Estaba planteándome volver a la cama cuando de repente, sonó el timbre, no sabía si abrir o no, después de lo que me acababa de ocurrir no me extrañaría que vinieran a encerrarme en un manicomio, pero me arriesgué, total, por ver mundo... Era mi profesor, mi hermoso e inmaculado profesor, y yo, completamente desaliñada y hecha un desastre. Digamos que todas mis preocupaciones se habían esfumado con mis miedos, ese hombre transmitía seguridad. Un momento, ¿he dicho desaliñada y hecha un desastre?.

-Em... ¿Se te han pegado las sábanas?.-Comenzó a decir mirándome de arriba a abajo intentando esconder su sonrisa, un intento fallido.

-Pues... ¿Podría esperar un segundo en el salón?.-Claramente, al paso que voy, nunca iba a conseguir su respeto.

-Por supuesto, pero no tardes mucho, ¿de acuerdo?.-Contestó mostrando su gran y blanca sonrisa derrite chicas como a mí.

En cuanto entró yo me apoyé en la puerta cerrándola y pensando la manera más rápida de ducharme y vestirme coherentemente.

Pero mis pensamientos rápidamente cambiaron de rumbo, estaba allí, sola con un chico de unos 22 años, alto, musculoso, con grandes y brillantes ojos verdes y cabello negro ligeramente despeinado, seguramente por el viaje en autobús desde el pueblo vecino. Este profesor era encantador, atento, dulce... Maravilloso, y sin novia, al menos que yo sepa. Y yo... bueno, con 16 años... una explosión de hormonas.

Cuando se giró para mirarme con gesto algo fruncido aparentando una seriedad que pocas veces he visto, mis pensamientos volvieron a su cauce. Subí lo más rápido que pude, me duché a la velocidad de la luz, apenas pasaron unos 15 minutos y ya estaba abajo, vestida, peinada y con la tarea hecha en la mano.

Cuando apenas llevábamos una hora dando clase de aburrida matemáticas, llegó mi abuela, y empezó a contarnos su gran noticia.

-¡Voy a alquilar las habitaciones!.

-¡¿Qué?!.-Exclamé apartando de mi mente un problema de mates que se me resistía.

-Si, Clara, es una casa muy grande para nosotras dos solas, y hay muchas habitaciones que no utilizamos para nada, incluso hay camas desmontadas en el garaje, de las veces que vienen de visita los tíos y otras dos camas que compramos para la habitación de invitados.

-¿Habitación de invitados?.

-Si, la habitación de la plancha.

-¿Y nosotras que haremos?.

Si me olvidáis.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora