Capítulo 2

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Cuatro años antes.

— ¿Qué tan grande crees que sea la roca? —preguntó Carmen, mientras arreglaba el cabello de su hija. La mujer, no podía dejar de sonreír por la fiesta de compromiso de su hija, era como si ella fuera quien se casaría otra vez.

—Honestamente, no me importa. —dijo ella retocándose el labial.

Y era verdad. No le importaría si en vez de un anillo le diera una llavera, ella se casaría con él de todas formas. Era más que el tener que casarse. En el corto tiempo en el que habían salido ella se había enamorado por completo de él y aquello la sorprendía y asustaba a la vez.

El pensar que el pudiera amarla, por otro lado, era una locura. Aunque, según la forma en la que él se comportaba junto a ella, a veces, no parecía tan lejana...

La multitud levantó sus copas llenas de champagne y celebró la próxima unión de Emilia Lowell y Malcom Foster. Todos, sin duda alguna, afirmaban que serían la mejor pareja del año y en medio de todo el tumulto, las fotos de la prensa no pudieron faltar. A Emilia, le dolían las mejillas de tanto sonreír, y Malcom se sentía más tenso de lo usual. Fue en ese momento, en el que Malcom tomó a su futura esposa y la sacó del lugar en medio de las fotos y preguntas de prensa.

Ambos salieron corriendo hacia los jardines riendo por la locura que acaban de hacer y ya lo suficientemente alejados del hotel, se detuvieron.

—¿Te das cuenta de lo que hemos hecho? —preguntó Emilia riendo— ¡Empezarán las sospechas de nuestro matrimonio!

Él sonrió.

—Mi padre les hará creer que somos un par de jóvenes comprometidos que sólo buscaban un tiempo el uno con el otro, así que... relájate. Es más, hay que hacerlo los dos.

Fue en ese momento, en el que el empezó a sacarse su saco y su corbata, para enseguida seguirle los dos primeros botones de su camisa blanca. Emilia tragó pesado.

— ¿Qué...? ¿Qué haces? —preguntó ella.

El la observó y captó el mensaje que se estaba produciendo en su mirada, le sonrió amablemente para tranquilizarla.

—Está bien, sólo quiero deshacerme del maldito traje. ¿Qué opinas de tus zapatos? Ese calzado que llevas se ve caro, pero no cómodo.

Ella observó sus tacones color hueso y tomando la decisión mucho antes de pensarla, se deshizo de ellos.

—Vaya, sí que se siente mejor. —exclamó ella.

—Te lo dije. —le recordó él— Y, para mejorar esto...—dijo él sacando del interior de su saco una pequeña botella de licor. La abrió y la empinó, fue cuando se la ofreció a ella.

Emilia frunció el ceño.

—No bebo...—susurró—Bueno, a menos de que sea necesario. —rectificó.

El alzó una ceja.

—Vamos, hazlo. Estás conmigo, tú futuro esposo...—canturreó el final acercándose. Ella observó la botellita extendida, ofreciéndose. Miró sus pies descalzos tocando el césped verde muy bien cortado y después la botella.

Al diablo.

Tomó la botellita y la empinó cerrando los ojos, acto seguido, empezó a toser. Malcom no pudo evitar soltar una risotada.

—Lo siento, Em. Mi error. Debí de haberte advertido de que sería licor puro.

Ella tosió y en son de broma le lanzó un pequeño golpe en el hombro, el miró el lugar del golpe y una sonrisa traviesa se deslizó por sus labios, para después acometerla con cosquillas por todo su cuerpo: caderas, brazos, abdomen...

Mucho antes de que pudieran darse cuenta él estaba encima de ella y esta última no podía parar de reír. Sin embargo, fue cuando las risas se detuvieron... cuando sus miradas se encontraron.

En medio de la noche, con los faroles de ambiente de jardín y la luna en su mejor esplendor, Emilia se veía en su mejor expresión. Con los cabellos rojizos regados por el jardín y las mejillas rojas por la fricción de sus cuerpos.

Fue cuando Malcom, tuvo un pensamiento: ¿Cómo sería probar los labios de Emilia Lowell? Como sea, él pensaba descubrirlo.

Acercándose lentamente y viendo que ella no se resistía, tocó sus labios. Fue como una caricia, en realidad. Pero aquel acto simple hizo que miles de electrochoques se formaran en el cuerpo de Emilia. Ella había sido besada antes, pero como como Malcom, nunca como él. Cuando se separó y vio como los labios de ella seguían fruncidos, deseosos de más, no se resistió y volvió a embestirla con un choque un poco más fuerte y pasional, lo suficientemente excitante como para hacer brotar un gemido inocente del interior de Emilia.

El profundizó el beso, recorriendo con sus manos el cuerpo de ella, como si le perteneciera, tocó su brazo, cadera y abdomen, lo suficiente como para que su pulgar llegara a sentir el inicio de su pecho. Ella se separó en busca de aire y él, sin tener suficiente de ella, selló el beso con uno corto como final.

Emilia había sido besada por Malcom, y de una manera única y casi inexplicable.

Perfecta para tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora