Capítulo 14

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Emilia se encontraba leyendo libros de maternidad, embobándose por las fotografías de tiernos bebes usando ropa de animales, cuando el teléfono sonó. Dejando el libro a un lado, se acercó y respondiendo dijo:

— ¿Aló? —preguntó Emilia.

— ¿Malcom? —se escuchó una voz.

Una voz que tenía un rostro.

Una voz que la estaba persiguiendo desde siempre.

Paige Wallace.

—No, Emilia Foster. —corrigió ella.

Se produjo un silencio en la línea, pero después de una profunda respiración, la otra persona en la línea continuó:

—Quiero hablar con Malcom. —pidió ella.

Emilia tuvo que tragar pesado.

—Claro. ¡Malcom! —gritó ella.

Los pasos de él se oyeron desde el fondo, se acercó rápidamente.

— ¿Todo está bien? ¿Te encuentras bien? —volvió a preguntar él.

Emilia sonrió y le cedió el teléfono, el frunció el ceño mirando el aparato.

—Es Paige, quiere hablar contigo. —respondió secamente.

Ella no esperó a que él respondiese, sólo se fue dejándolo a él con la palabra en la boca.

Emilia subió por las escaleras, cerró las puertas y se reusó a llorar. Aunque, ella seguía sin entender por qué ella seguía llamándole, ¿Acaso se estaban volviendo a ver? Emilia pidió que no. Ella en serio quería creerle, cuando le decía que lo amaba, quería hacerlo; pero cada vez que pensaba que, por fin, lo estaba logrando, que al fin iba a perdonarle, una brecha más grande que la anterior aparecía.

—Emilia...—se escuchó de atrás de la puerta. Ella suspiró limpiándose las mejillas mojadas.

—Necesito un minuto...—pidió ella tomando una respiración rápida.

—Emilia, abre la puerta, necesito explicarte. —le dijo él desde la otra puerta.

Ella cerró los ojos y alejándose de la puerta, abrió la puerta y vio a Malcom, con un brazo recostado en la puerta mirándola, con esos ojos que hacían que ella se derritiera y tuviera repentinos deseos de consolarlo.

—Le pedí que no llamara, que no me buscara, y que se olvidara de mí, como yo lo hice con ella...—explicó él.

—Sería muy lógico si no la hubieras superado. —expresó ella— Después de todo, fue tú primero amor.

Malcom parpadeó sorprendido.

—Puede el nombre Paige no sea el mismo para mí de ahora en adelante —admitió—Sin embargo, no necesito pensar en pasados romances; porque te tengo a ti, mi esposa, mi mujer, a la que amo, admiro y deseo y, la futura madre de mi hijo o hija. —expresó él acercándose lo suficientemente a ella como para poder besarla, pero aún sin hacerlo.

Los ojos de Emilia se humedecieron, pero, aun así, ella sonrió.

Los días siguientes fueron casi perfectos. Ellos empezaban a desenvolverse de mejor manera, se lanzaban miradas coquetas, cada que se rosaban se observaba con ojos anhelantes y llenos de deseo y con cada beso que él le robaba a ella, este lograba convencerla cada vez más de sus honestos sentimientos.

Pero a pesar de todo, la herida seguía abierta. En el momento en el que se dejaban llegar por la pasión, ella se alejaba, continuaba a su lado, pero actuaba como si se fuera.

—Emilia no puedes seguir haciéndome esto. —pidió él como si lo torturan, encima de ella, desnudos.

—Yo... necesito... un momento. —pidió ella mientras intentaba combatir el fantasma de Paige en sus pensamientos.

Pero para sorpresa de ambos, fue el quien se separó y rompió otra regla: Encendió la luz.

—Malcom...

—No, Emilia. Estoy cansado. ¡Te amo, maldita sea, en serio lo hago! y estoy tratando, lo hago y lo sabes. Sin embargo, parece que soy el único que está intentándolo.

Emilia se quitó los mechones del cabello y tapándose con la sábana blanca se puso de pie.

—También estoy tratando, Malcom ¿Crees que fácil entregarme a ti pensando que también te entregaste a ella? ¡Yo...!

Él suspiró dándole la razón.

—No debí de haber dicho que no te esforzabas, me retracto. Es que, maldita sea, estoy cansado de esperar. Quiero tenerte y tú... pareces alejarte cada vez que avanzamos un paso y yo no puedo seguir con esto.

—Mal...

—No, Emilia, ya estoy harto.

— ¿Qué? —susurró Emilia confundida.

—Lo siento, pero no puedo seguir estando con una mujer que no cree en mí, que no me mira a los ojos mientras hacemos el amor. Así que, o me perdonas y olvidamos esto o me voy para siempre.

Acto seguido, él se fue, dejándola hecha un mar de lágrimas y confusiones.

Perfecta para tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora