Capítulo 7

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La primera noche fue la más dura, sin duda.

Ambos estaban a unos dos centímetros de distancia que se sentían como dos metros, nunca habían estado tan... lejos. Ahora era diferente. Emilia solía  recostaba contra el hombro de él y Malcom descansaba su mano en la pierna desnuda de ella, lo que casi siempre iniciaba un remolino de besos, caricias y amor, pero ahora... todo era más frío, todo era tan vacío.

Emilia se encontraba deseosa de que el amanecer llegara, no toleraba estar un minuto más en esa cama. La sentía como una prisión, como si la obligaran a estar ahí. Lo peor, fue cuando Malcom, mientras dormía, por costumbre, la abrazó y ella como si de un violador se tratara, se alejó con repelo.

Se despertaron tres veces durante aquella noche y sólo para percatarse si el otro seguía en la cama y aún no había renunciado al juego.

Cuando el reloj dio las seis, Emilia ya estaba en su cocina, haciendo café. Malcom bajó minutos después completamente aseado, pero lo más sorprendente: Sin un traje como atuendo.

— ¿No irás a trabajar hoy? —preguntó ella con su tasa de café en manos.

Él se cruzó de brazos , haciendo que los músculos se tensaran...

—Decidí tomar un par de vacaciones, considerando lo que está sucediendo en nuestro matrimonio, creo que es lo más conveniente. Tienes que hacer lo mismo tú, por cierto.

Los ojos Emilia casi salen de órbita.

—No, no... mi trabajo, es lo único que me mantiene de pie hasta ahora, no puedo dejarlo, no con la exposición de artes en menos de una semana.

—No te estoy pidiendo que lo dejes, solo que te tomes un descanso.

—No lo necesito.

—Lo necesitamos ambos. Si queremos que funcione, tienes que cooperar.

Ambos se miraron, desafiantes, pero Emilia sabía que había perdido la batalla mucho antes de iniciarla. Así que, esa misma tarde, le había informado a Valerie que dirigiría los últimos retoques de la exposición por correo.

En el transcurso del día, Malcom había hecho todo lo posible para coincidir en la misma habitación que ella, pero cuando intentaba sacarle plática, Emilia se evadía.

—Pienso que deberíamos ir a la exposición de arte. —susurró Malcom observándola teclear en su computador.

—Odias el arte. —dijo Emilia sin mirarlo, sólo tecleando.

—No lo odio, no lo comprendo, pero podría si me enseñaras...

—El arte es... —suspiró— Aprender a apreciar el arte es complicado.  Tienes que quererlo, tienes que dejarlo.  —dijo sin ni siquiera verlo. No podía.

Malcom gruñó.

—Emilia, si quiera podrías mirarme.

Ella alzó la mirada, cerró su laptop y cruzó las piernas.

—Bien, iremos.

—Me parece bien.

—Excelente. Ahora, seguiré...

—Estaba pensando en ir a un restaurante a cenar hoy, ¿te parece? —continuó él acercándose lo suficiente como para sentarse a su lado, alejando la laptop de Emilia.

—No te gusta ir a restaurantes, sueles quejarte todo el tiempo de las pocas raciones, la espera y la mala música.

—Bueno, pero conozco uno que, si me agrada, es de comida tailandesa, es tu favorita.

Ambos se miraron. Emilia sabía que él lo estaba intentado, a pesar de que odiaba comer fuera de casa, lo intentaba. Ella debía de hacerlo de alguna manera también.

— ¿Qué tengo que usar?

Él sonrió.

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Perfecta para tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora