Capítulo 8

49.3K 3.2K 241
                                    

                  

—La comida estuvo buena. —susurró Emilia mirando la ventana del auto.

            —Buena. —repitió él.

Ella lo observó.

            — ¿Debía de decir algo mejor? —preguntó Emilia.

            —No lo sé, tal vez. Porque, resulta, que es el mejor restaurante de comida tailandesa y tú solo puedes decir que estuvo buena.

            —Es que lo estuvo.

            —Bien. —dijo él con desdén— sólo dejémoslo ahí.

            —Cuidado Malcom, o empezaré que está intentado impresionarme. —dijo Emilia divertida.

El la miró.

            — ¿Y eso estaría mal? —preguntó.

Los ojos de Emilia se abrieron.

            —Es lo que querías...—susurró ella impresionada.

            —Puede.—admitió con desdén.

Ella apartó la mirada

            —Aun así, si estuvo muy buena.—reconoció al fin ella.

—Sí, lo estuvo...—dijo Malcom mirándola a ella.

Ella apartó su mirada de la ventana y lo observó a él.

            —No te gustó. No te gusta mucho la comida condimentada.

            —Estuve contigo, es lo importante. Creo que progresamos: Hablamos, bebimos vino, reímos del sombrero de una mujer... estuvo bien.

            —Si se tratara de una cita a ciegas, no saldría contigo otra vez. —admitió Emilia.

Ella y Malcom se miraron y antes de que se dieran cuenta, ya estaban riendo.

            —Debemos de hacer esto más seguido. —reconoció Emilia.

            —Lo haremos. —susurró Malcom acercándose, sólo un poco— lo prometo.

Emilia miró los bellísimos ojos de Malcom y se sintió embalsa por él una vez más. Sin embargo, una cena, una comida condimenta y el sombrero de una mujer, no arreglarían su corazón roto. Apartó su rostro y su mirada continuó en la ventana.

Cuando el chofer aparcó, ambos bajaron de este y entraron a casa, la cual, se encontraba en la inmensidad del silencio. Ambos, callados, subieron a la habitación y fue cuando el momento de la verdad llegó.

Había sido una buena velada, comieron bien y se divirtieron... Si tan solo... si tan solo ella pudiera borrar de su mente el hecho de que él la engañó...

Se puso de espaldas y empezó a deshacerse del vestido color cereza que tanto amaba y que sabía que a Malcom le gustaba. Él estaba deshaciéndose de su traje cuando su mirada cayó en la espalda pecosa y delgada de Emilia. Sus hermosas pecas, parecían constelaciones de estrellas que merecían ser admiradas, tocadas...

Él hipnotizado, había camino hacia ella y mientras Emilia batallaba con el listón que cerraba el vestido, los dedos de Malcom tocaron las manos de ella, haciendo que ella abriera los ojos por la sorpresa; pero no se alejó.

Él, empezó a deshacer el nudo y bajando las tiras, el vestido había caído al suelo, como si de una cortina se tratara. Emilia giró sobre sus talones sólo en sujetador y bragas y observó a su esposo; quien la miraba con deseo. En otras circunstancias, se habrían perdido el uno en el otro y no se hubieran preocupado por los detalles. Aunque, ahora, el escenario era diferente.

Cuando Malcom, bajó sus labios hasta la altura de los de ella y los rozó, se apartó para observarla; no se había alejado, era muy buena señal, así que continuó, esta vez con más intensidad. Se deleitó con los labios de ella y de su sabor, al igual que ella con los de él. Las manos de Malcom, tocaron su pequeña cintura y la acercaron más al fibroso cuerpo de este, haciendo que la piel de ella se erizara. Sus manos, algo frías, subieron por su espalda hasta tocar el broche y aun, inmersos en el beso, este cayó.

Fue cuando el viento entró por la ventana haciendo que Emilia se alejara, cubriéndose. Estaba entregándose a él, como si nada, como si todo... estuviera olvidado. Que tonta era, tan tonta cuando se trataba de él.

Ella miró los ojos de Malcom, oscuros y deseosos y un pensamiento corrió por su mente: ¿Y si iba con ella otra vez?

El miedo de que ella fuera abandonada la acorraló y con todas sus fuerzas, dio un brinco haciendo que sus piernas se enredaran en las caderas de él. Él la sujetó con fuerza, la atrajo hacia ella y se besaron con más fuerza, deleite y pasión.

Emilia había apagado la luz al momento de montarse sobre él, cosa que Malcom notó, pero decidió ignorar.

Entre beso y beso, cayeron a bruces sobre la cama, con Emilia bajo el cuerpo de él. Ella rápida y casi desesperada, empezó a abrir cada botón de la camisa de él. Malcom notó algo diferente: Emilia, en la cama, era tímida y apasionada. Sin embargo, estaba Emilia era vivaz, deseosa, caliente, incluso. La hizo caer en la cama otra vez, demostrando que él mandaba y Malcom, liberándose de su camisa, seguida por sus pantalones se dio un festín con sus pechos.

Ella, gimió de placer y apretó las piernas, aun enrolladas en las caderas de él mientras pegaba la cabellera de este sobre sus pechos. La sensación, era magnifica e inexplicable; era la mezcla exquisita de deseo... miedo, pasión... todo en ella desnudo y expuesto y Malcom, tomó todo aquello volviéndolo suyo.

Las últimas prendas fueron removidas de manera rápida y sin previo aviso, él se hundió en ella, sintiendo como su calor lo invadía y lo invitaba a continuar. Las embestidas eran lentas y rápidas a la vez, según la ferocidad del deseo de sus cuerpos, según el instinto.

Oh, había pasado tanto tiempo... y pareció que cada día sin estar juntos, había sido recompensado en esa sola noche.

            —Te necesito, Emilia...—susurró él antes de caer. Ella lo había callado con un beso. No quería palabras, no quería mimos, quería pasión.

Y, en el momento de su culminación, el pensamiento de otra mujer gozando del placer que Malcom le dio, la embargó y no pudo continuar, sólo se alejó, dejando a Malcom insatisfecho y confundido.

word[=9a

Perfecta para tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora