Capítulo 9

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Tras aquella noche, las cosas, no cambiaron mucho: Emilia empezó a alejarse más y Malcom, estaba desesperado. Él sabía que en una noche las heridas no iban a ser borrados, pero, a pesar de todo, tuvo aquella esperanza. Lo que él no entendía, era por qué ella se había apartado, cuando había desmostado como se sentía respecto a él y era verdad, lo había hecho y por eso mismo, ella dedujo que necesitaba espacio.

La exposición de arte, era en dos días y ya tenía todo preparado; se había esforzado al máximo para centrarse en el trabajo y olvidar como al cerrar las piernas, cruzarlas o descruzarlas, los recuerdos de la noche anterior regresaban.

Hacer el amor de aquella manera fue una de las mejores experiencias que pudieron haberle pasado y, aunque al culminar, había huido como si de una puritana se tratara, lo volvería a hacer.

—Emilia.

Ella levantó la mirada y se encontró con Malcom, observándola, fijamente.

—Me ha surgido algo en el trabajo, tengo que ir, pero volveré rápido, lo prometo. —anunció él.

Ella asintió con la cabeza, fingiendo estar de acuerdo. Quería debatir, rechinar y negarle la salida, pero no podía hacer eso, no por sus ridículos celos; aunque, de alguna manera, eran justificados.

— ¿Temprano? —susurró ella.

Malcom entendió su pregunta. Se acercó rápidamente a ella.

—Lo prometo. —le dijo besando cortamente sus labios.

En cuando Malcom se fue, Emilia intentó distraeré con todo; pero el ordenador no era una opción, porque vería el reloj como una maniática y no se enfocaría en su exposición. Por otro lado, decidió cocinar un poco para la cena, coser prendas, ordenar su guarda ropa y lavar. Sin embargo, el último no fue lo mejor; ya que, mientras lo hacía encontró algo que la hizo temblar: Una fotografía, de Malcom junto a una mujer, una hermosa mujer rubia, exuberante, que sin duda sobrepasaba en belleza y sensualidad a Emilia, o era así como ella lo veía.

Sus ojos estaban empezando a nublarse de lágrimas, así que, con rabia acumulada, tomó su teléfono encaminada a hacer lo único que podía hacer una mujer celosa y despechado en esos momentos: conocer a su competencia.

— ¿Valerie? Necesito que me prepares un encuentro con Paige Wallace. —dijo Emilia mirando la dedicatoria de la foto escrita en una bella letra cursiva:

"Para que me recuerdes siempre, con todo mi amor, Paige Wallace"

Emilia se encontraba en el café más alejado del condominio Foster. Tomó la servilleta inquieta y miró a su alrededor ansiosa. Había pedido un poco de vino blanco, porque no podría hacer esto sin un poco de licor en su cuerpo. La verdad, ni ella sabía el porqué de ese encuentro, solo estaba segura de una cosa: Necesitaba ver a la mujer.

Fue en el momento en el que Emilia notó a Paige entrar al café, cuando se quitó sus gafas de sol. La fotografía no le hacía justicia a su belleza. Emilia se irguió en el asiento en busca de un poco de confianza en sí misma, ella podía hacerlo.

— ¿Señora Foster? —preguntó Paige observando a Emilia; quien había optado por un vestido pastel recatado, pero moderno.

—Así es. —afirmó levantando el mentón— soy la esposa de Malcom, un placer conocerte Paige.

¡Pero qué bien se había sentido decir esas palabras! Pensó Emilia. Necesitaba con desespero, marcar terreno. El pobre ego de la chica se había sentido humillado al contemplar la belleza de Paige, necesitaba ganar una batalla siquiera. No juzguen.

Perfecta para tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora