Capítulo 3

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Cuatro años antes.

—Te ves, sin duda alguna, hermosa Emilia. —susurró Lauren, su prima.

Emilia sonrió frente al espejo luciendo su vestido blanco, de novia. Hoy sería el gran día. Al fin, sería una Foster. Después del beso en su fiesta de compromiso, no se detuvieron, sus manos estaban por el cuerpo del otro en todo momento y se escondían de la prensa, fotógrafos, amigos, incluso de sus padres, para poder besarse y toquetearse un poco. No habían llegado a intimidar aun, pero eso no significa que no hubiera habido oportunidad. Sin embargo, Emilia admitió sentirse lo suficientemente lista como para entregarse a él, por completo, estando casada.

—Estoy nerviosa —admitió Emilia.

—No tienes porqué. —le dijo Lauren—Malcom te ama, de eso no hay duda.

El problema, era que si había duda. Ninguno de los había pronunciado las palabras aún. Sin embargo, a ella se le veía en los ojos cada que lo miraba, cada que se tocaban, con cada beso. Él por otro lado, se esforzaba en demostrar lo que sentía por el lado carnal, pasional y aunque a ella no le molestaba en lo absoluto; es más, amaba ser tocada de esa manera, en el fondo, ella deseaba que el dijera las palabras.

—Al fin, estás aquí y todo se solucionará. —anunció su madre. Emilia resistió el impulso de girar los ojos. Bebió un poco de champagne y después de eso, suspiró lista para lo que se venía.

El sonido de la puerta hizo que Emilia dejara su vista en el espejo y observara a Malcom en esta.

Lauren casi gritó.

— ¡No! ¡No! ¡Se supone que tú no tienes que...! ¡No! Olvídalo Em, cancelemos todo, es de mala suerte que te vea. —renegó Lauren haciendo que Emilia riera.

Su madre, Carmen, giró los ojos y tomando a su sobrina, dejaron la habitación para que ambos solos estén solos.

Emilia se bajó del banquillo en el que la prepararon y se acercó a Malcom, quien había cerrado la puerta para tener un poco de privacidad.

—Hola...—susurró ella viéndole. Él sonrió tensamente.

—Emilia, Hola —carraspeó— yo... te ves hermosa. —se apresuró a decir.

—Sí, bueno, gracias. —susurró ella enrojecida. Emilia hizo el ademán de acercarse y tocarle, pero él se apartó. A ella le dolió su rechazo, no entendía que pasaba. Miró a Malcom.

— ¿Todo bien? —preguntó ella.

El asintió con la cabeza.

—Sí, bien. Sólo que, necesito decirte algo.

—Dime. —pidió ella.

—No... no sé cómo decir esto, en realidad...—empezó él. Ella sintió como sus hombros se tensaban y sus rodillas le fallaban. Ya no quería casarse, ya no la quería más.

Emilia palideció.

—No quieres casarte...—susurró ella, con voz apenas audible.

— ¡No! Digo, sí, digo... —él suspiró— Emilia, quiero casarme, debo.

Ella tomó una bocanada de arte.

—Hay un puente muy largo entre el quiero y debo. —susurró ella mirándole— No llegamos a discutir de cómo te sentías tú respecto a este compromiso, yo... lo siento. Si quieres cancelar todo, está bien.

—No, no, no, no es necesario. —él se acercó lo suficiente como para sentir su respiración y tocando su mejilla dijo: —Me comprometí contigo, lo haré. Soy un hombre de palabra.

Ella miró sus bellos ojos azules y sintió deseos de llorar. Esto lo hacía por ella, no por él.

—Entonces, ¿Qué sucede? —preguntó Emilia.

Él miró los ojos de ella y se odió por no poder amarla.

—Mi... novia está aquí. —susurró él.

Emilia deseó vomitar. ¿Su novia? ¿A qué se refería con eso? Ella era su novia, bueno, en teoría. Sin embargo, si no era ella...

— ¿Novia...? —preguntó Emilia con lo poco de fuerzas que tenía.

—No te conté todo de mí, Emilia y en serio lo siento. Tengo dinero, una firma, un nombre y seré tu esposo, pero... amo a otra mujer.

Y fue cuando su mundo se derrumbó.

Perfecta para tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora