Prólogo.

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Dejé la mochila en una mesa de la cafetería del campus, y me senté con mi café caliente.

Ya pasó el primer mes de clases y parecía que hubieran pasado siglos.

Me aparté el pelo de los ojos y miré un poco a mi alrededor.

Ya sabía más o menos los nuevos que habían venido a este centro, ya que ese era mi segundo año.

Una chica llamó especialmente mi atención, y no era por sus atributos delanteros y traseros.

Unas gafas de pasta negras enormes ocupaban la mayor parte de su cara. Pelo recogido en un moño mal hecho color anaranjado como el de un amanecer, liso y de aspecto áspero. Una camiseta de Guns N' Roses, leggins normales y... Sus ojos. Enormes. Como si fueran de búho que quieren verlo todo. Color verde amarillento. Y dirigiéndose a mi.

La piel pálida de sus mejillas pecosas se ruborizaron de manera instantánea, al darse cuenta de mi mirada sobre ella.

Apartó su mirada rápidamente y se centró en un cuaderno y un bolígrafo.

La tinta azul escribía líneas cortas a un compás regular.

Arrancó la página, y la dobló varias veces, formando un avión de papel, que voló los metros que nos separan a mi mesa.

Lo desplegué, y leí su pequeña y redonda caligrafía.

Café dicen sus ojos.
Café dice su pelo.
Café dice el vapor
que sale de la tacita
de café.

Cafeína adictiva.
Mirada de café.
Sonrisa de café.

Justo en ese momento sonó la alarma que anunciaba la vuelta a clase.

Miré a mi poetisa correr con su mochila al hombro, desapareciendo del local.

Poetisa «r.d.g»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora