LA PRINCESA LAILA

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Aproximadamente una hora de camino después, sin entender ni una sola palabra y con las cuerdas cortándome la respiración, les oí hablar.

-... quitar... sogas... llegada...

El alivio fue instantáneo: soltaron todas las correas de mi torso y me quitaron la venda de los ojos. A lo lejos, pude divisar unas lucecitas por detrás de una gran pared. ¿Podría ser la ciudad de Paktia? Pero eso era imposible, ya que se encontraba a cientos de kilómetros de distancia.

Entonces... ¿qué había detrás de aquel muro? De repente recordé el símbolo en la muñeca de mis acompañantes: el ojo con una pupila de media luna. Una visión borrosa del pasado inundó mis pensamientos: mi madre acunándome mientras observaba un papiro con ese mismo emblema. Repetía siempre la misma palabra... Gingharian...

¡El Reino del Desierto! Me encontraba ante las murallas de los dominios de Gingharian. De pequeño había oído hablar de él como un lugar peligroso y misterioso, como una leyenda que solo existía en los espejismos. Una vez que entrabas ya no te podías librar, pues allí había un rey que te ofrecía una vivienda en el reino a cambio de ser su sirviente para siempre. Si me adentraba allí, estaría condenado de por vida.

Uno de los hombres me agarró los brazos y me tiró al suelo. Me tenía sostenido por una cuerda atada a mis dos manos. Me empujó hacia adelante y comenzamos a caminar. Llegamos ante las enormes puertas de piedra, con el mismo símbolo del ojo y la media luna en el centro. Llamaron tres veces y el gran portón se abrió de golpe.

Incluso tan sombrío, aquel lugar era una maravilla. Había una ancha rampa de arena y piedrecitas que daba a un palacio rodeado de casas pequeñas y blancas. Pero yo solo tenía ojos para el palacio. Las paredes eran de un precioso color añil y los dos elevados chapiteles eran dorados, y brillaban a la luz de la luna. La entrada era hipnotizadora, repleta de zafiros y rubíes. Y sin darme cuenta ya estábamos en el interior.

-... avisar... princesa... habitación...

Me empujaron dentro de una sala violeta claro donde olía intensamente a incienso, con numerosas cortinas de seda fina rodeando una cama circular, llena de cojines de colores. Observándome desde una esquina de la habitación, una hermosa joven de piel bronceada y lisa se acariciaba el largo cabello castaño, que le caía en una cascada ondulada por debajo de la cadera. Sus oscuros ojos mostraban una expresión de cansancio. Vestía unas telas blancas y ligeras, que mostraban unas piernas largas y suaves. Era la mujer más bella que había visto en toda mi vida.

-¿Quién osa interrumpir mi descanso? –susurró con aquel acento extraño, pero por lo menos preguntándolo en mi lengua.

-Princesa Laila... ladrón... ojos... –respondió el hombre, hablando en el otro idioma.

-De acuerdo, pueden marcharse –la puerta se cerró y la princesa me miró a mí –. Y bien, ¿quién eres y qué te trae por mis dominios?

-Eh...–me quedé paralizado ante la belleza de la chica, que tendría mi misma edad –Soy Yamil Al-Blue. Y yo no quería venir aquí, me han raptado.

-Ya sabes que si entras aquí es porque quieres un hogar en mi reino –se acercó a mí lentamente, tanto que pude sentir su aliento en mi piel –. Tus ojos... no son opacos. No es muy común en el reino... Ya tengo muchos sirvientes, y veo algo especial en ti; quizás tengas éxito donde otros muchos ya han fracasado–sonrió, y sus labios rojos brillaron con la luz morada de la lámpara de lava –. Este es el trato: Mi verdadera madre murió al darme a luz y mi padre volvió a casarse. Pero hace tres años, justo cuando yo alcancé la mayoría de edad para convertirme en la princesa y líder del reino, un asesino mató a mi padre y a su nueva mujer y se llevó el cofre que contenía sus joyas más preciadas. Quiero que busques al asesino y que encuentres la caja.

-¿Y la recompensa solo será un hogar aquí? –intenté hacerme el difícil.

-Veo que eres un joven inteligente –la princesa no dejaba de mirar mis ojos claros, que la habían hipnotizado desde el primer momento –. Si consigues realizar esta misión te quedarás con todas las joyas que contiene el cofre. Y algo más... Como esta es la empresa más difícil que he propuesto, la compensación será la más grande: mis consejeros no tendrán que buscarme un esposo durante más tiempo.

Tragué saliva. Me convertiría en el rey de Gingharian y contraería matrimonio con la atractiva princesa Laila. Sería el hombre más rico y poderoso... Moví la cabeza de arriba abajo.

-De acuerdo. Mañana por la mañana emprenderás la búsqueda...

El cuerpo de la joven tan cercano al mío y el intenso olor a incienso comenzaron a producirme sensaciones de mareo... y mucho sueño...

GINGHARIAN. MICRORRELATODonde viven las historias. Descúbrelo ahora