Me desperté y me asusté al no escuchar ningún sonido.
¿Dónde estaban mis padres?
Ah, claro. Iban a arreglar no sé qué de los papeles de la mudanza o qué sé yo qué.
Me estiré cuál larga era sobre la cama para desperezarme. Cogí el móvil, que estaba a mi lado en el suelo y miré la hora.
Las once en punto.
Vaya, en mi vida había dormido yo tanto (exageración).
Eché mano a los cascos y puse la frase que le había grabado a Niall. Frase que había escuchado día y noche durante su ausencia. Recuerdo, creo que fue el segundo día, me la puse en repetición infinita para dormirme. Puede sonar obsesivo, y puede que lo fuera.
Mientras escuchaba dicha grabación por sexta vez, llamaron al timbre. Seguro que serían mis padres. No sería la primera vez (ni la última) que se dejaban las llaves.
Bajé corriendo y abrí la puerta.
-¿Qué os pica…? ¿Louis?-me quedé totalmente perpleja al ver a Louis en mi puerta.
Y yo con mi zarrapastroso pijama consistente en una camiseta de tirantes vieja y unos pantalones cortos cómodos. Y, para rematar, el estómago me dio un vuelvo. Au.
-¡Buenos días, Cris!-me saludó este, muy contento (aparentemente, clato)-Espero no haberte despertado…
Tardé unos instantes en salir de mi ensimismamiento.
-¿Qué? ¡Oh, no! Claro que no, ya llevaba un rato despierta. ¿Quieres pasar?-le ofrecí, apartándome para dejarle pasar.
-Si puedo… Nunca pierdo la oportunidad de hurgar en casas ajenas-dijo, entrando.
Cerré la puerta tras de sí.
-¿Si? Pues adelante. Poco vas a hurgar aquí… Apenas tenemos de algo-dije, echando un vistazo a la cantidad de cajas sin abrir aún que había apiladas y a otros trastos que había tirados. Si es que éramos la familia desastre…
Él río.
-Si necesitas ayuda o algo y nosotros podemos echar una mano, solo dínoslo, ¿vale?
-¿En serio?
Asintió.
-Si no, no me ofrecería.
-Pues… Yo necesito ayuda-dije, recordando las cajas de mi habitación.
-Bien-dijo, dando una palmada-¿Por dónde empiezo?
Se le veía tan dispuesto que no pude evitar reír.
-Pero tranquilo, que no hay prisa. Antes, ¿quieres desayunar algo?
-Oh, ya desayuné antes.
-Bueno, pues yo no, así que, si no te importa… Desayunaré.
-Y yo te haré compañía.
Le ofrecí sentarse en el único taburete que había en la cocina (los otros tres taburetes habían desaparecido misteriosamente en combate) mientras que yo me senté en varias guías de las páginas amarillas apiladas en el suelo.
-¿Y a qué se debe tu visita?-le pregunté, intrigada, al tiempo que bebía de mi vaso de leche.
-¡Ah, se me olvidaba!
Se echó la mano al bolsillo trasero del pantalón y sacó lo que parecía ser un disco.
-Se te olvidó pedírmelo ayer, y eso que te dije que me lo recordarás.-dijo, tendiéndomelo.