Capítulo 5.

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Suspiré y traspasé la puerta de la academia.

Era como si hubiera estado aquí ayer y es que, de hecho, lo había hecho.

¿Quieres volver a bailar? ¡Ja! ¿Acaso recuerdas cómo se hace?”

Que gusto da una madre que confía en ti.

Bueno… No importa. A tu padre y a mí nos parece bien. Así te mantendrás ocupada, y, ¿quién sabe? Puede que logres ser tan buena como antes. O más”.

Así que aquí estaba.

Mi primer día.

Sonreí a Kate, la chica rubia de la recepción.

-No esperaba verte tan pronto.-me dijo.

-Bueno, nadie espera nunca verme, así que…

Ella rió.

-Anda, ven. Te llevaré a tu clase.

-Por mí como si no quieres hacerlo, ya ves tú…

La seguí a través de un largo pasillo con muchas puertas, la mayoría de ellas abiertas. Fui metiendo la cabeza en las diferentes habitaciones, para golisnear.

En una se bailaba salsa, rumba, el mítico flamenco que a mí nunca me había gustado, break dance, ballet…

-Es aquí-dijo, parándose en una de las puertas cerradas casi al final del pasillo.

Me puse a su lado y Kate abrió la puerta.

Me asomé al interior, con miedo. ¡Quién sabe si la gente que había dentro querría comerme!

Vi dentro varias chicas, más o menos de mi edad suponía, repartidas por el cuarto. Tres chicas hablaban en un rincón y se reían de vete tú a saber qué, las demás estaban a sus anchas.

-La profesora aún no ha venido.-dijo Kate.-Te veo luego y me dices qué tal tu primer día.

Con amabilidad, me empujó dentro y cerró la puerta tras de mí.

En mi retorcida imaginación me imaginé que echaba la llave y después la tiraba por el retrete, tirando de la cadena, por lo que nunca podría salir de allí.

Agité la cabeza para apartar de mí tan absurdos pensamientos.

Hoy tocaba con Alice, como martes que era.

Lunes y martes con Alice.

Miércoles y jueves con Jared, el profesor.

No, si aburrirme no me iba a aburrir, no.

Decidí apartarme de la puerta, no fuera a ser que abrieran y se me llevaran por delante y me rompieran la otra pierna. Lo que me faltaba, vamos.

Al hacerlo, me acerqué sin querer al grupo de las tres chicas que se reían. Dos estaban apoyadas en la pared, escuchando riéndose el relato de una rubia, que me daba la espalda.

Debía de tener ojos en la nuca, porque se giró y me taladró con sus ojos azules.

-What?-le dije yo, con toda la chulería del mundo.

Ella me dijo algo en inglés muy rápido.

Por las risas de sus amigas, sospeché que acababa de insultarme.

-¿Tu madre bien, no?-le dije en español.

Me reí al ver su cara de no entender.

Pues te fastidias, mona.

Me alejé de ella, no fuera a querer arañarme o sacarme los ojos con el afilador de uñas y empecé a mirarme en el espejo.

No llevaba el bodi que me habían dicho que tenía que traer. No. Yo esa ridiculez no me la ponía ni aunque me pagasen por ello. Llevaba unas cómodas mayas negras y una camiseta larga de tirantes, a rayas blancas y azules.

Forever youngDonde viven las historias. Descúbrelo ahora