Los documentos extendidos sobre el parqué de la casa formaban por pura casualidad una barca mal hecha, y los cordones azules desplegados en la base dibujaban un mar. Ryo e Hiro los leyeron y releyeron. Algunos, escritos a mano; otros, a máquina de escribir, y los más recientes, impresos mediante ordenador e impresora, acompañados por gráficos y diagramas. Los que estaban atados con los cordones rojos aún no los habían tocado. Descubrieron cómo se llamaba el diminuto y amorfo trozo de metal, que formaba parte de la catana. Era la clave de todo: el iridio. Un metal extraterrestre, duro, frágil y pesado; transportado a la Tierra por meteoritos que llevan cayendo sobre la superficie terrestre desde hace millones de años. Motas densas de metal, creadas en el núcleo de estrellas muertas. Supernovas. Tras varios análisis con láser, pruebas diversas con aparatos extraños y costosos, y estudiado por los científicos más influyentes de nuestro planeta con la ayuda del acelerador de partículas en Suiza, se descubrió que el corazón del extraño metal albergaba un agujero negro de mecánica cuántica, también conocido como «Mini Agujero Negro». Un fenómeno extraordinario. Imposible. Una maravilla del cosmos que nos rodea. Una llave, regalo del infinito universo, para consultar el futuro o el pasado. Aún no habían descubierto cómo funcionaba en realidad. Durante la luna llena se abre un portal y cada setecientos ochenta días se abre otro portal mucho mayor. Exactamente cuando el planeta Marte alcanza su máximo acercamiento sinódico con respecto a la Tierra. No se sabía nada más. El resto podía describirse como parloteo sin sentido junto a imaginación desmesurada. Cuentos de dioses vengativos y damiselas convertidas en musas, ríos que partieron montañas y grullas que hablaron como los humanos aunque con voz de pito. Buscando y rebuscando también hallaron una pista. Un tal profesor Von Vinstenman examinó «una roca espacial», en Namibia, poco después de ser descubierta en el año 1920. Lo que se veía a primera vista era una superficie de hierro enterrada en la árida tierra, adornada con excrementos de elefantes y cáscaras rotas de huevos de avestruz. El profesor notó algo extraño durante esos días. Explicó que, en ocasiones, se veía a sí mismo, y la comunidad científica no tardó en tacharle de lunático.
—Ya sabemos a dónde debemos ir —comentó Ryo.
—Aún falta mucho para la próxima luna llena.
—Mejor. Así dispondremos de más tiempo para organizarnos.
—Me pondré a ello de inmediato.
—No te olvides contar con los cinco invitados de mi padre.
—No hacía falta que me lo recordaras, aunque...
—Sí, Hiro.
—... no sé muy bien qué es lo que debemos llevarnos.
—De todo, Hiro. Nos llevaremos de todo.
*
En el puerto de Yokohama, las gaviotas acechaban a los barcos pesqueros y las pestes que generaban los trasatlánticos intoxicaban el mar. Un carguero de calado medio se preparaba para partir. Su tripulación sólo trabajaba de noche y nunca de día, algo inusual en otros puertos, pero no en el de Yokohama. Las miradas curiosas nunca descansaban, igual que los vampiros durante las eternas noches de invierno. Miradas desprovistas de bondad y honradez, miradas que, por tan sólo un puñado de dólares o una garrafa de sake del bueno, te apuñalaban y te desangraban. Chupándote la sangre entre contenedores oxidados y cabos quemados por la sal. El nombre del armador, desconocido; el del capitán y de la tripulación, también. La fecha de partida y su destino... aún por determinar. Las cajas de madera, que colgaban por las cadenas de la grúa mientras viajaban hacia la bodega, parecían ataúdes improvisados, hechos para rescatar cadáveres de fosas comunes, sin símbolos religiosos y con números grabados a fuego de soplete. La policía del puerto se acercaba con premura para luego alejarse en cuestión de minutos, portando un maletín pesado en las manos y una sonrisa bobalicona en los labios. Sobornados y acallados. El tartamudo se despedía de ellos mientras el capitán del carguero gruñía bajo la espesa barba que daba la sensación de tragarse sus palabras.
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El juicio de los espejos - Las lágrimas de Dios
Adventure¿Y si la historia de la humanidad no fuese tal y como la conocemos? En todo el planeta, en todas las épocas, nos encontramos con pirámides y obeliscos. Desde civilizaciones perdidas en tiempos secretos, pasando por los emperadores chinos, atravesa...