Capítulo 6

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Los días cobraron factura para Eduardo, pues se fue sintiendo cada vez peor con respecto a Ivonne, y más confundido con sus sentimientos. Le fue imposible ocultar esa indiferencia, ya que ella, pudo notar cada uno de sus cambios. Era casi nula la comunicación entre ellos, y si había, sólo le preguntaba sobre el bebé; para cuando Ivonne se esforzaba por mantener una conversación amena, él se limitaba a contestar con respuestas cada vez más breves. Mirarla a los ojos suponía una tortura muy dolorosa para Eduardo. Empezaron a faltar las caricias, los besos, el cariño, y por ende, también el amor.

Para cuando el dolor sobrepasó el miedo, él se decidió a revelar la verdad, no quería seguir siendo un patán.

Un día, cuando Ivonne estaba sola en casa, llegó un sobre, cuyo destinatario era ella misma. La ilusión aumentó más que la confusión. Era muy probable que fuera de su madre. Pero era un disco. Ahora todo estaba más confuso que hace unos minutos. Enseguida decidió revelar su contenido. Era una fiesta; por lo cual Ivonne frunció el ceño, ¿para qué motivo, alguien pensó que le interesaría ver un vídeo sobre una fiesta? Transcurrieron unos segundos más, luego apareció en la pantalla el siguiente aviso en letras blancas sobre un fondo negro: "¿Estás lista?", ella se detuvo antes de quitar el cd, leyó esas dos palabras, que no tenían ningún sentido para ella, hasta ese momento.

Observó una pista de baile, para enfocarse exactamente en una pareja. Una pareja que a los ojos de todos, parecían una mancuerna perfecta, los dos bailando a un ritmo lento, con las manos en los hombros de su chico, él con las manos sujetando su cintura. Sus frentes demasiado cerca. Parecían actores de una gran película romántica. De toda esa escena sólo había un motivo por el cual, le parecía incorrecto seguir mirando. Ella conocía a esas personas. A la chica de casi la mayor parte de su vida, al chico hace sólo unos cuantos años, los necesarios para haberse enamorado de él.

Salieron sobrando aquellos protagonistas, hubo un suceso mucho más importante que el de una pareja bailando. Un beso. Ellos dos se habían besado. El primero estuvo un poco lento, pero en el segundo todo cambió, se habían besado con ganas. Luego de terminar, ella esbozaba una sonrisa de autosuficiencia. De pronto acababa el vídeo.

Primero sintió un dolor en el pecho, que la obligó a sentarse en el sofá, luego un desconcierto total. Aunque no había duda de que era su Eduardo el protagonista del vídeo, junto con Karla, una parte de ella se negaba a creer lo que sus ojos habían visto. Estuvo en shock unos minutos más, hasta analizar bien el increíble suceso de que era víctima: un engaño, una mentira, una infidelidad. Y eso destrozó su corazón.

Por más que ella haya obrado mal en la vida, pensó que no merecía esto, la infidelidad de su novio y la traición, de alguien a quién consideraba su amiga, su hermana y que durante años le tuvo la mayor confianza. Le dolía, estaba claro, le ardía la sangre estaba más que dolida, enojada, con ella, por haber sido tan tonta y no haberse dado cuenta antes. Habían pasado más de dos meses desde aquella fiesta, y durante todo ese tiempo, se burlaron de ella a sus espaldas, besándose escondidas y haciendo sabe qué cosas más. Se creía la mujer más estúpida del planeta. Ni las lágrimas que surcaban su delgado rostro conseguían mitigar el dolor.

Empacó todas y cada una de sus pertenencias, aprovechando las horas de privacidad que le restaban en la casa. No deseaba volver a ver a ninguno de los dos. Sólo que antes de partir, dejó una nota, especialmente para su "mejor amiga". La cual tenía escrito lo siguiente: "Te agradezco mucho Karla, todos estos años de amistad, y aún más por abrirnos las puertas de tu casa, y mucho más todavía por demostrarme la clase de hombre que es Eduardo. Hasta nunca."

Finalmente sólo había una persona en el mundo en quien podía confiar plenamente. Su madre. Ella la recibió, por supuesto con los brazos abiertos, y con lágrimas en el rostro.

-Perdóname mamá, tenías razón, siempre la has tenido, y...yo no te creí, soy una tonta por confiar en él- dijo también con lágrimas en los ojos.

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-¡Ya estarás contenta! ¡Lo lograste!- Gritaba furioso.

-¡Pues sí y mucho! Ella no te merecía.

-¡Está embarazada! ¿No pensaste en eso?

-Eso no me importa, lo que me importa eres tú, deberías de estar agradecido, ya no tendrás que hacerte cargo de ella y de su hijo- declara con reproche.

-¡Ya basta Karla!- Gritó aún más fuerte, apartando las manos de su rostro. No quería que lo tocara.

Sale disparado de aquella casa, dispuesta a encontrar aquel ser al que tanto le había fallado. Y sólo había un lugar en el que ella se sentiría segura, y por suerte, él sabía donde encontrarla.

-Ivonne, te lo iba a decir, lo juro- sus ojos denotaban un miedo abrumador.
-Pero no lo hiciste- responde dolida.- Yo te amaba Eduardo, pero esto, terminó.

-¿Me amabas?- Eduardo estaba perdiendo lo mejor que había tenido en toda su vida.- Yo sé que me sigues queriendo, sólo que estás cegada por el dolor....si me dieras sólo una oportunidad....

-¡No seas cínico! Si lo hiciste una vez, lo volverás a hacer.

-Ivonne no dejes que nuestro amor termine por la culpa de Karla- rogó tomando su brazo.

-¡No me vuelvas a tocar!- Se apartó con brusquedad.- Vamos a estar bien sin ti, no te preocupes, soy más fuerte de lo que crees y...

-No me hagas esto Ivonne, se te olvida que, también es mi hijo.

Su madre atenta a la conversación, se interpuso entre ellos y con voz potente exclamó:

-Retírate por favor Eduardo. De inmediato.

Eduardo la miró con sumo arrepentimiento, y se marchó.

Cuando cerró la puerta, Ivonne se abrazó de su madre y lloró, con todo el dolor de su corazón...


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Nota: Karla en multimedia.

Un pequeño imprevistoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora