Capítulo 10

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Eduardo estaba confundido ante aquella respuesta.

-Tenemos que hablar- le dijo su suegra.

-No señora, yo le explico a este sujeto- exclamó con desprecio.

Sergio le dio el bebé a la señora Carmen. El semblante que mantuvo durante los próximos segundos, denotaba seguridad y eso enojó aún más a Eduardo.

-Ivonne no pudo. Ella no sería capaz-- negó convencido.

-Yo soy el padre del niño y vine por él--escupió con fuerza.

-¡Oh no! Claro que no, el bebé se queda donde está, ¿entendiste?

-¿Qué parte, "de yo soy el padre" no entendiste tú? Idiota.

- Idiota...- repitió lentamente, y riendo sin ganas.-- Creo que él único idiota además de imbécil aquí, eres tú, mi querido amigo...

Tensó la mandíbula, su quijada estaba más que apretada. A Sergio le dio seguridad su evidente altura con respecto a Eduardo, y las venas de su cuello recobraron fuerza y protagonismo. Esto iba a ser un enfrentamiento. Estaban demasiado cerca uno del otro, y en cualquier momento empezarían los empujones dando lugar a los golpes más adelante.

La señora Carmen, recibió a Sergio, en su casa, de la mejor manera. Prometió no hacer ningún escándalo, pero le había fallado. Colocó al niño en un lugar seguro, y procedió a separarlos.

-Sergio para, prometiste no hacer esto- vociferó.

-¡¿Por qué después de tantos meses te presentas aquí, reclamando algo que no te pertenece?! - Prosiguió Eduardo ignorando a la señora Carmen

-¡Ivonne y yo...! Éramos felices, hasta que... - reclamó nervioso.- Yo la amaba, y ahora ella está muerta, ¡por tu maldita culpa!

-¿Qué dijiste?

-Sí Ivonne y yo, eramos pareja, ¿te sorprende?- Buscaba herirlo aún más.- Hasta que llegaste tú, y lo empeoraste todo.

-Será mejor que te vayas Sergio, no lo confundas más--intervino la madre de Ivonne.

-Él que se va soy yo. Le llamo después-agregó Eduardo antes de abandonar la casa.

Cuando llegó a casa, suprimió un grito, de verdad lo necesitaba, sentía un fierro ardiente en la garganta, impidiéndole respirar, sumando las ganas incontenibles de romperle el cuello a ese tipo que se había atrevido a blasfemar contra su amada. La ira no cesaba. Y tardaría en hacerlo.

Cuando lograba recuperar la calma, pudo aclarar su mente y disipar todas y cada una de las dudas que atacaban su cerebro.
Comenzó con Ivonne, si realmente no era su hijo, ¿por qué antes de morir, le dijo que lo cuidara? ¿Por qué la señora Carmen no hizo nada para desmentirlo? ¿Realmente Ivonne le había mentido todo este tiempo?
No podía creer nada de ese tipo, se negaba a hacerlo, ya que de otra manera, él se habría enamorado de una persona "tan distinta". Y cuando las dudas comenzaron nuevamente a cegarle el entendimiento, comprendió que independientemente de la verdad, el amor hacia "su bebé" no tendría por qué cambiar. Y entonces sonrió ante aquella declaración.
De repente, se le vino a la cabeza la prueba de paternidad, eso le daría tranquilidad. Sin pensar bien lo que hacía marcó el número de la abuela de su hijo:

-¿Todavía está?

-Hola... Él está por irse, no te preocupes.

-Voy para allá- anunció.

Tenía muchas preguntas rondándole en la cabeza, todo era demasiado extraño, no pudo concebir la idea, de tomar el argumento de un desconocido como cierto. Le estaría fallando a alguien, que pese a su ausencia, seguía queriendo.
Las cosas no cambiaban así, tan drásticamente de un día para otro.

La señora Carmen lo recibió amablemente, lo tomó del hombro y lo condujo hacia el sillón un poco más calmado.

-Ella te amaba. Te lo aseguro- exclamó seriamente.-- Sergio... ya no sabe lo que dice, está dolido, y... tú eres el padre. Esa es la única verdad.

Eduardo la miró con las pupilas dilatadas.

-¿Está completamente segura?

-Es tu hijo. Te lo voy a explicar mejor.

-Antes de que tu supieras lo del embarazo, ella se lo dijo a Sergio, por supuesto, él le brindó todo su apoyo, él la quería ¿sabes?-- Respiró ruidosamente para continuar.-- Pero, cuando tú te diste cuenta, y decidiste apoyarla, eso quedó en el pasado.

-¿Y después?-- Pregunto un tanto dolido ante aquellos asuntos de los cuales nunca supo nada.

-Pues, cuando se enteró del engaño, fue con él y le pidió que retomaran su antigua propuesta.

-Ella-- tragó saliva.-¿Ella lo quería?

-No, lo hizo por despecho.

Eduardo asintió levemente, cabizbajo, pero a la vez, feliz de no haber dudado más de su amor.

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Nota: Ivonne y Eduardo como recuerdo en multimedia.

Un pequeño imprevistoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora