Pasaron algunas semanas y su vida parecía normal.Sin embargo la obsesión de Sergio por Ivonne, sobrepasó los límites de la cordura. Ella ya no estaba en este mundo, y por ende, lo más cercano era su hijo. Su enfermedad se fue acrecentando con la idea de llevarse el bebé. Lo haría. Lo intentaría.
La señora Carmen estaba sola, y caminaba con el bebé, muy cerca de la casa. Por fortuna, alcanzó a verlo, sospechando de sus malas intenciones, apresuró el paso. Alcanzó a cerrarle la puerta en la cara. Respirando de manera acelerada, escuchó su última amenaza:
-Entonces será por las malas. La próxima vez no fallaré.
Carmen fue a denunciarlo acompañada de Eduardo, ya era evidente para la gente que lo conocía, su estado mental. Llegó a pensar que no llegaría tan lejos, pero se equivocó, y no esperaría a que cumpliera sus amenazas. No entendía y nadie lo hacía, la manera en qué se había vuelto aquel muchacho bueno, trabajador y amable, en un demente. Y eso la asustaba.
Una patrulla comenzó a rondar por su casa, y ese gesto le devolvió algo de tranquilidad. Aunque no completamente.Con el tiempo, en cuestión de semanas, todo se calmó. Pareciera como si a Sergio se lo hubiera tragado la tierra. Nadie sabía su paradero.
Cierto día, -después de varios meses-, Eduardo llevó a su pequeño, de casi un año, al parque; Julio, era su nombre, y era muy parecido a Ivonne. Cariñoso, a veces rebelde, su cabello era la combinación del tono de sus padres, sano, alegre y feliz. Sus ojos eran verdes, no se lo explicaba, hasta que recordó que su madre los tenía así. La señora Agustina.
Su padre lo acercó a una resbaladilla, lo tomó de sus bracitos -ya casi caminaba- y lo subió, ayudándolo a deslizarse, sujetando aquella mano tan pequeña. El tiempo parecía ir más lento a su lado. Al final de la resbaladilla, lo cargó, y lo abrazó fuertemente. El pequeño Julio reía.
Enseguida volteó, y vio a unos tipos vestidos completamente de negro, ocultando también su rostro. Los gritos de la multitud no se hicieron cesar.
Su piel se erizó como consecuencia, su instinto le avisaba del peligro.
Sostuvo la cabeza de Julio en su mano derecha, y se adentró hacia unos arbustos. Sin embargo, aquellos sujetos lo golpearon fuertemente en la cabeza con el arma. Cayó de rodillas.
Julio lloraba asustado, y él lo seguía abrazando. Entonces sintió los bracitos de su hijo rodeándole el cuello y una fuerza exterior lo arrancaba de él. Intentó abrir los ojos, pero su rostro estaba muy lastimado, igual que su cuerpo, debido a la golpiza que le aplicaron. Escuchó como se alejaban rápidamente, se arrastró y alcanzó a ver como una camioneta negra se alejaba a gran velocidad. No podía alcanzarlos, eso era seguro. Y mientras gritaba pidiendo auxilio, sintió que nunca olvidaría el llanto desgarrador de su hijo, pidiendo ayuda. Una ayuda que su propio padre no pudo brindarle.~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~
Nota: Nuevamente Ivonne y Eduardo en multimedia como recuerdo feliz. Si, soy mala :).
ESTÁS LEYENDO
Un pequeño imprevisto
Teen FictionTodo comienza cuando dos jóvenes comienzan una vida muy diferente a lo ordinario al comprobar que serán padres.