GALLAGHER

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Salió de la cama y caminó desnudo por la habitación del motel. Colocó las manos en el alfeizar de la ventana y observó el paisaje más allá de la carretera.

Los árboles estaban muy altos y se mecían con el viento de la tarde. Kellan Gallagher pensó que a sus hermanos licántropos les encantaría vivir en un lugar así, lleno de tanta vida y naturaleza. No era como Irlanda, faltaba esa especie de magia propia de las verdes colinas y el clima lluvioso propio de su tierra. Alaska, en cambio, no ofrecía ese aire de misterio, sino de desafío.

Había escuchado a los hombres en el comedor quejarse de lo duro que podría ser el invierno. Aún con la tecnología moderna y todas las máquinas que facilitaban la vida para los hombres, la naturaleza era la naturaleza y los habitantes de la zona, así como los camioneros estaban haciendo sus preparativos para el invierno.

Le habían dicho que el invierno en Alaska sería largo y duro, especialmente en aquella zona tan cercana al círculo polar. Sería duro, pero también hermoso, con toda la nieve cubriendo todo como un manto blanco, las auroras boreales y el sol de medianoche, aunque ese fenómeno natural ocurría en el verano, donde el día alcanzaba una duración de veintidós horas; en invierno hablaban de la noche polar. Le explicaron que en aquel pueblo no era que fuera totalmente oscuro sino que el tiempo se detenía y la ciudad quedaba en un crepúsculo prolongado por un periodo de un mes. Para estar totalmente a oscuras y disfrutar en su totalidad de la noche polar, tendría que mudarse al polo norte.

Los lugareños tenían muchas supersticiones respecto a esos dos fenómenos, hablaban de gente que desaparecía para nunca más volver, algunos decían que veían luces en el cielo, otros hablaban de Pie Grande.

Kella Gallagher estaba maravillado con todo eso; después de todo él venía de una tierra que creía en hadas, duendes y en la magia protectora de San Patricio; sin embargo, en ese momento, mientras miraba la inmensidad del bosque en el horizonte pensó que definitivamente no había lugar como el hogar. Cerró lentamente los ojos cuando una caricia tocó su espalda y los labios de Devon recorrieron, con nada de timidez, la forma de su espina dorsal.

―Ya me voy ―musitó Devon con lentitud.

―¿Tienes qué?

―Jace regresó antes de lo planeado. Por lo del asesinato en el territorio de los Graham, el muerto resultó ser el hermano de Frank ―dijo de manera un tanto indolente.

Kellan asintió, conocía a Devon lo suficiente como para saber que solo podía sentir empatía por aquellos con quienes formara un vínculo afectivo verdadero. Devon no era una persona que se apegara fácilmente a los demás; sin embargo le gustaba cumplir su palabra. Sus ojos estaban llenos de ese orgullo por su naturaleza y su raza. Por eso Devon se negó varias veces a la súplica que le hizo para que se marcharan muy lejos.

―El alguacil estuvo haciendo preguntas. Volvió a preguntarme dónde y qué estuve haciendo aquel día... No te preocupes, no le hablé de nosotros y los beta de la manada colaboraron cubriéndome la espalda. Confían en mí aunque ahora que Jace está de regreso dudo que podamos encontrarnos a menudo.

Devon continuó hablando. Kellan volvió para ver la manera en que se secaba el cuerpo desnudo y sacudía el cabello para sacarse el agua de la ducha. Le gustaba pasar sus ojos por las formas masculinas de ese hombre, creía conocer cada recoveco de su cuerpo, cada espacio de su piel; desde la cabeza a los pies, pasando por la forma de su cuello delgado y la manzana de Adán prolongada, la forma de las manos y los dedos, largos y huesudos, y también la marca en el trasero.

Niall le había dicho que los omegas llevaban una marca de nacimiento que confirmaba como tal su tipo; algunos Perdh la llevaban en alguna parte de la frente, los biáidh la llevaban en sus manos. Niall decía que existía una relación entre la marca de nacimiento y la cantidad de poder que estaban dispuestos a entregar a sus manadas. Kellan no entendía mucho de esas cosas, ni de dominantes y sumisos, ni de jerarquías en las manadas, pese a que fue criado por una familia de licántropos. Niall no le permitía saber más de lo necesario y con la finalidad de protegerlo a veces le ocultaba mucha información; en cuanto a Devon, él se jactaba de ser diferente a las otras manadas. En parte era verdad, la manada natural de Devon estaba extinta.

LUNA MENGUANTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora