GRY

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En algún lugar de las montañas...

El fango le cubría los tobillos y no podía ver dónde estaba pisando. La tela del camisón empapado en su sudor se adhería a su cuerpo y no servía para protegerla del frío subterráneo. Gry se llevó las manos a la cabeza y gritó tantas veces como pudo, hasta que se quedó sin voz.

Estaba muy oscuro y no podía ver nada. Su sentido del tacto le indicó que aquellas paredes eran roca sólida, el espacio reducido le impedía moverse con libertad. La vieja había tomado algunas precauciones después del desesperado intento de Gry por poner punto final a esa locura con sus propias manos.

La vieja la golpeó usando el bastón que era como un cayado, lo descargó sobre los brazos para fracturarlos.

―Mira lo que me haces hacer, mi niña. Si tan solo fueras más obediente...

Gry sintió dolor, sus huesos no tardaron mucho en acomodarse y volver a su posición. La vieja volvió a descargar el bastón y Gry gritó mientras las lágrimas le escocían los ojos. La vieja repitió los mismos movimientos cada vez que los huesos de la muchacha volvían a su lugar.

Cuando la vieja se cansó, tomó asiento y bebió tranquilamente una botella de agua mineral. A la vieja no le gustaba otro tipo de bebida. Gry estaba tendida bocabajo con los brazos alrededor de la cabeza. Miró a la vieja, vio la puerta del refugio entre abierta y un árbol retorcido con una rama que terminaba en punta, como si fuera una estaca del tamaño de un brazo masculino.

―¡Eres un engendro inútil! ¡La más estúpida de todos mis hijos! ¡Una vergüenza! ―dijo la vieja limpiándose el sudor con un pañuelo.

A Gry no le molestaba que la vieja la insultara. Creció escuchando insultos, recibiendo golpes, empujones, sacudidas. Si sobrevivió era porque era una loba biáidh, una bendita con el don de la sanación rápida. La vieja podía romperle los huesos, enterrarle puñales e incluso dispararle solo para hacer que sintiera dolor durante los treinta segundos que tardaría en sanar, en volver a su apariencia humana.

―Si no te disparo con la metralleta es porque lo que llevas dentro es muy valioso para nosotros. La continuación de nuestra preciosa estirpe...

Gry tragó saliva y se estremeció. Cuando la vieja supiera lo que había hecho con su valioso heredero el castigo recibido sería lento y doloroso. Hasta ahora era la única que había sobrevivido a la crudeza de la vieja y a la brutalidad de Mael, pero estaba harta.

Sus esperanzas de salvación se disolvieron cuando fue capturada de nuevo. Llevaba intentando fugarse desde los quince años y siempre era capturada. La vieja siempre estaba a un paso adelante y de una forma u otra era arrastrada de regreso a la familia y a Mael. Pasaron muchos años y ya no tenía fuerza para seguir intentando buscar su propia felicidad.

"Lo siento Mia". Fue lo único en lo que pensó mirando aquella madera puntiaguda.

Mia. En el pasado, cuando recordaba ese nombre, Gry sentía esperanza y anhelo. Si había soportado tanto era porque Mia le había mostrado amor.

Pero Mia ya no estaba. La última vez que se vieron a los ojos, Mia estaba colapsando y Gry no pudo salvarla. Antes de morir le hizo prometer que escaparía de ese infierno y haría realidad su sueño.

El sueño. Construir una casita en un lugar cálido donde pudieran sembrar árboles de naranjas y visitar la playa, nadar en el mar.

Gry nunca había visto el mar. Antes de conocer a Mia, su mundo eran las cuatro paredes del refugio donde vivía la manada. Mia le enseñó que había muchas otras cosas en el mundo. Mia le contaba historias de todas esas cosas, le hablaba de las ballenas y los tiburones, de los extintos dinosaurios cuyos esqueletos eran exhibidos en museos; le habló de cosas maravillosas con las que Gry jamás soñó.

LUNA MENGUANTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora