25. Mi botella y yo

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Ese día estuve inconsciente por tres horas, por el humo inhalado. Pero, quizás, simplemente no quería despertar, porque ya sabía lo que iban a decirme.

Han pasado tres meses de eso. La policía se esmera en darla por muerta, pero yo me niego a creerlo. Sé que sigue con vida. Tengo la esperanza de que sea así. Pues en cuanto lograron terminar con el incendio de la bodega entraron a ella, no había cuerpos. Eso quiere decir que no estaba allí.

Pero hace un par de días, llamaron para informarme, en realidad la información llegó a West, que habían encontrado un cuerpo a unos metros del lugar, al parecer habría sido arrojado fuera del lugar debido a la explosión. Era el cadaver de una mujer, estaba incinerado, era irreconocible, así que realizarían pruebas para determinar quién era. Así que solo quedaba esperar lo que el laboratorio tenía que decir.


Unos cuatro meses después los resultados llegaron. Recuerdo que aquel día estaba sentado en la sala bebiendo, como ya era costumbre desde su muerte, cuando tocaron a la puerta. West fue el encargado de darme la noticia. Todo indicaba que era ella, que era Elizabeth, pero eso es lo que dice el laboratorio, yo seguía insistiendo con lo contrario, sin embargo mi opinión daba igual una vez que los análisis salieran a la luz.

Días después se realizó su funeral, no asistieron más de diez personas, entre ellos Alex y su padre, West, y algunos ex compañeros de Elizabeth de la policía. Ese día fui a un bar, no asistí a su entierro, si realmente era ella no quería estar presente cuando le echaran tierra al ataúd donde estaba su supuesto cadáver. Bebí hasta el punto de no poder expresar una sola oración con coherencia. Cada vez que tomaba un trago, tratando de olvidarme del dolor, su recuerdo venía a mí, deseaba con toda mi alma que ella fuera quien me sacara de la barra, como aquella vez. Pero no fue así, y regresé a casa con ayuda de mi amigo, a quien agradezco realmente, pues a pesar de todo no me ha dejado solo en ningún momento. Aunque eso implique discusiones con su esposa, de las cuales he sido testigo.


Ha diez meses de su muerte dejé de sentir dolor, ya no era así, ahora era odio. Sí, hacia ella. Por dejarme al igual que mi madre. Al parecer todas las mujeres de mi vida están destinadas a morir, ¿Era acaso un castigo? ¿Qué había hecho mal en mi vida para merecerlo? La única que no me había abandonado era Allison, quizás no la había amado tanto como para que el destino decidiera quitármela.

Allison estaba muy pendiente de la empresa, algo para lo que yo no tenía cabeza en esos momentos, venía a mi casa sólo para informarme como estaban las cosas, y para cerciorarse de que no hubiera caído en un coma alcohólico. Mi botella y yo siempre estábamos rondando por la casa, que ahora estaba en silencio, incluso parecía haber perdido su brillo, ahora sólo estaba en penumbras, con varios vasos rotos en el suelo producto de mis ataques de ira, había también restos o envolturas de la comida a domicilio que consumía. Ni siquiera encendía las luces, era suficiente con la claridad que me brindaban las ventanas.

Una tarde, Allison llegó con sus informes, pero informarme no era su propósito. Estaba ebrio, como era costumbre, sin embargo aún estaba consiente de mis palabras y acciones. Le comenté lo que sentía por la muerte de Elizabeth, el odio que ahora sentía hacia ella. No recuerdo que le dije exactamente, y tampoco recuerdo lo que ella me dijo, pero recuerdo sus labios contra los míos. No me dejó apartarla, era un beso real, apasionado, al menos de su parte. Me acosté con ella, en mi cama, esa que últimamente estaba fría. Pero no era lo mismo, cada vez que tocaba su cuerpo pensaba en ella, en Elizabeth, incluso en un momento así me atreví a invocarla. Trataba de no recordarla, pero era imposible, ninguna mujer podía proporcionarme el placer y esas increíbles sensaciones que sólo ella sabía. Como deseaba que la mujer que tenía en frente fuera Elizabeth, no mi asistente.

Odiaba a Elizabeth, por haberme dejado, sin embargo estaba grabada en mi mente, impregnada en mi alma, marcada en mi cuerpo, era imposible no extrañar la calidez que me daba. Y eso dolía.

Corazón Desarmado (CA #2) (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora