1. Mis mañanas

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Los rayos del sol golpearon mi rostro obligándome a abrir los ojos. Dios, llevaba ocho años viviendo en la misma casa y nunca le puse cortinas esas ventanas. Me levanté a buscar mi pantalón en el suelo, me lo puse y bajé hasta la sala, cuando el delicioso aroma del recién preparado desayuno me obligó a avanzar hasta la cocina.

Al llegar me senté en uno de los taburetes de la barra a esperar la exquisita comida de la mañana mientras me deleitaba con la hermosa imagen que tenía en frente.

—¿Sabes? Me gusta cómo se ve mi ropa puesta en ti —al instante la mujer de en frente con mi camisa sobre ella volteó con una sonrisa en su rostro.

—Buenos días Tony —colocó un plato con el ansiado desayuno en frente.

—¿Qué tienen de buenos? Me volviste a dejar sólo en la cama, Elizabeth —se sentó a mi lado riendo.

—Es porque tengo que levantarme temprano para trabajar.

—Tu trabajo depende del mío, así que si yo me quedo hasta tarde tú también -me sonrió.

—Claro Señor Steele, lo recordaré para la próxima —dijo divertida.

—Eso espero —empecé a tomar mi desayuno.

Antes de salir de la cocina le di un casto beso en los labios. Sí, así eran todas mis mañanas junto a ella, y la verdad me encantaba que ella viviera conmigo. Llegué hasta la sala, me senté en uno de los sillones y tomé el periódico para leerlo.

No había nada nuevo sólo conflictos políticos, pobreza en el mundo, hombres armados terminando con la vida de inocentes por simples papeles guardados en la billetera, ¿Y qué hacemos nosotros para cambiar las cosas? Tan sólo recalcamos en que hueco está hundido este mundo sin hacer caso de las consecuencias de estos actos, nosotros elegimos esta situación que quizás cambie, quizás cuando veamos los pocos valores que nos quedan.

—Estás muy concentrado en tu lectura —apareció Elizabeth a mi lado.

—Estoy pensando en la respuesta para la paz mundial -me quitó el periódico de las manos.

—Del mundo nos preocupamos cuando dejemos estas cuatro paredes —se sentó a horcajadas sobre mí—, ahora sólo estamos nosotros —empezó a besar mis labios.

La tomé de la cintura y correspondí al beso. Podía probar cientos de veces esos labios pero nunca me iba a cansar de tenerlos pegados a los míos. Empezó a acariciar mi cabello con sus manos y yo bajé las mías hasta sus muslos decidido a llevármela a la habitación nuevamente. Justo cuándo iba a dirigirme al cuarto, el timbre de la puerta resonó en toda el área.

—Que inoportuno —me quejé sobre los labios de mi novia.

—Yo abro —sin esperar se levantó y caminó hacia la puerta.

—¿Piensas presentarte así? —se encogió de hombros.

—Sí, ¿qué tiene de malo?

—Puede ser West quien esté tocando la puerta —sonrió.

—Relájate Tony, sólo hay una persona que viene a tocar la puerta a estas horas de la mañana —sin decir más abrió una de las puertas de madera—. Hola Allison, ¿cómo estás?

—No mejor que tú —respondió con ironía—. ¿Dónde está Tony?

—Aquí no —dije desde el sofá.

—Deberías estar listo para ir a trabajar —dijo Allison frente a mí.

—Estaba a punto de arreglarme —le respondí mientras me levantaba del sofá.

—Vine a avisarte que viajamos esta noche.

—¿Esta noche?¿A dónde? —preguntó Elizabeth a mi lado.

—Será la inauguración de una de las sedes de Steele Industries, viajaremos a Colombia.

—Que bien, allí la salsa y el café son muy buenos —dijo la mujer junto a mí, emocionada.

—Iremos en el avión de la empresa, salimos a las cinco en punto.

—No te preocupes Allison, Tony y yo llegaremos puntual —respondió Elizabeth con una sonrisa en su rostro.

Hizo una mueca y finalmente se retiró. Las cosas con Allison habían cambiado desde aquel día en el andén. Aún puedo recortar su rostro sorprendido, y dolido, en cuanto me encontró con Elizabeth. No quería ilusionarla, no lo deseaba, pero era tarde.

Ese día ella se excusó diciendo que debía confirmar que todo estuviera en orden, aunque a mí algo me decía que eso era una vil mentira, y yo tomé ese vuelo a Cuba junto con Elizabeth.

—Ella tiene razón —dijo ella trayéndome de vuelta al presente—, deberíamos arreglarnos.

Mientras Elizabeth tomaba una ducha, y yo luchaba por no asaltar el baño, fui a mi gran armario por mi traje. Estaba haciendo el nudo en mi corbata a la vez que observaba el gran espejo que tenía en frente por el cual se reflejaba la mitad de mi armario lleno de vestidos, zapatos de tacón, todo de ella.

Sonreí ante ello, si me lo hubiesen dicho hace años nunca me lo hubiera creído.

Estábamos camino al gran edificio entre las transitadas calles de la ciudad cuando un embotellamiento en frente nos detuvo. Era normal encontrarse con eso, tráfico, ruido, contaminación... lo de siempre.

—¿Estás segura de que quieres seguir cómo mi guardaespaldas? —pregunté desde el asiento del copiloto—.Ya te dije que puedo darte un puesto mejor en mi empresa 

—¿Y qué puesto me darías? —me sonrió.

—Quizás el de mi asistente, así te tendría todo el tiempo junto a mí.

—Ese puesto ya lo tiene Allison, además lo mío no es estar encerrada en una oficina.

—No parece disgustarte cuando estamos encerrados en mi habitación —insinué.

—Nuestra habitación —me corrigió-, ese encierro es diferente.

Me dio un pequeño beso en los labios antes de avanzar junto a la gran columna de autos frente a nosotros. Elizabeth tenía el don de alegrar mis mañanas, más bien de alegrar mi vida entera.

No extrañaba ni de cerca mi vida anterior. Era feliz con lo que tenía en ese momento, y deseaba que todo fuera siempre así.

Por desgracia, no siempre se obtiene lo que se desea...



Nota del autor: Bienvenidos a la segunda parte de esta trilogía. Imagino que si están aquí es porque les llamó la atención la vida de Tony y Elizabeth (o porque la parte anterior quedó inconclusa 🤔)

Ahora si los dejo para que den su opinión y no olviden votar 😊

❤️❄️

Corazón Desarmado (CA #2) (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora