10. Suicidio a a luz del Sol

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—¿Me estás diciendo que Stefan está encerrado? —le cuestione a mi hermano mayor. Damon asintió bebiendo de su trago.

—Eso te estoy diciendo —respondió Damon con simplicidad.

—Cuando te pregunté si tú te hacías cargo era porque debías de hacer algo más.

—¿Cómo que hermana? —cuestionó este de manera divertida—. ¿Por qué no hacerte cargo tu? Ilumíname por favor.

—Es Stefan de quien hablamos, Damon —le mencione furiosa cruzándome de brazos—. Nuestro hermano. ¿Elena quiso eso, no? —mi hermano no respondió nada—. No dudo que ella esté de tras de todo esto —este solo se encogió de hombros—. Lo sabía ¡Genial! Solo espero y Elena no les diga que se entierren una estaca en el corazón, porque entonces si seré la última Salvatore viva. Si se le puede llamar viva. Voy a ver a mi hermano.

Me marché de la vista de Damon a paso molesto. ¿Cómo era posible que su solución fue encerrar a Stefan? Hacerse cargo del asunto fue abandonar a nuestro hermano a su suerte. Vaya hermano mayor que tenemos.

Baje a el sótano en busca de mi hermano y poder pasar un poco de tiempo con él.

—Stef. Hola hermano —salude sentándome dentro de la celda con él—. ¿Cómo estás? ¿Estas bien? —mi hermano levantó su vista hacia mi sin pronunciar palabra alguna—. Pregunta idiota, lo sé —sonreí incómodamente—. Vamos Stef háblame —pedí.

—Estoy bien —Stefan me observo con una mirada triste.

—Sé que no lo estás, Stefan —asegure de manera tranquila—. Oye —le llame esperando a que me mirara—. Sé que estas mal, pero debes estar tranquilo, todo lo vamos a solucionar —sonreí de medio lado y tome su mano entre las mías.

—Tú no pierdes la fe en mí... o en Damon —mi hermano agacho su rostro avergonzado.

—Porque son mis hermanos y los quiero. Los amo demasiado, Stefan, y no dejare que les pase nada. Hermano ustedes son lo único que tengo en la vida.

—La sangre hace que yo sea otra persona —sus ojos se aguadaron en un segundo.

—Técnicamente esa persona siempre estuvo dentro de ti —guarde silencio al instante de entender lo que había dicho—. No fue un buen momento lo siento, pero es lo que somos Stefan. Tendrás que aprender a controlarte, no hay opción —saque una poco de sangre entregándosela a mi hermano—. Aquí tienes.

—Es...

—De animal —asegure—. Tuve que ir a cazar un venado. Fue asqueroso —hice una mueca de asco—. No le digas a Damon. Ya sabes cómo se pone de intenso. Tal vez y esta vez yo sea la damisela encerrada en su habitación.

—No lo quiero —mencionó con enojo—. Llévatelo. Quiero acabar con esto.

—De acuerdo —asegure tomando la sangre entre mi mano—. Pero solo te diré una cosa. Él que tu mueras no cambiara nada de lo que hiciste en el pasado y no revivirá a los muertos —bese su frente —. Te quiero hermano.

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—Hola por... —hice una pausa, tras morder mi labio pensativamente—, doceava, treceava ocasión. No lo recuerdo ya perdí la cuenta —sonreí con ironía.

—Acabo de llegar —respondió dejando sus cosas en uno de los sillones de la sala de estar.

—Si me di cuenta —mi voz salió un poco más grosera de lo que quería sonar—. Ya comiste ¿quieres algo de comer? —ofrecí de la manera más amable posible para mi.

—Ahm... si. Gracias —mencionó con cierta duda en su tono de voz.

Sonreí de medio lado y avance hacia el refrigerador tomando esta vez, en lugar de una para comer las dos juntas.

La Tercera Salvatore - Libro I [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora