4. Descubiertos

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Estacione mi auto en el espacio disponible, apague el motor, baje del coche y cerré la puerta tras de mi avanzando hacia la mansión. Y es que nuevamente me encontraba en casa.

¿Por qué de nuevo en casa? Bueno, podríamos culpar a mi querido hermano Stefan y es que tuvo la brillante idea de contarle a Damon sobre el tema de que me fuera un tiempo del pueblo.

Así que sí, me fui.

¿Por qué? Simple dos palabras; Damon Salvatore.

El mayor de mis hermanos me "secuestro" sacándome y llevándome lejos del pueblo. Washington D.C. fue lo que a mi hermano le pareció mejor.

Damon me clavo un dado de verbena en el cuello debilitándome por unos momentos, lo que él aprovecho para subirme a mi auto y subir mi equipaje por igual.

Unos pocos metros fuera del pueblo el efecto se había acabado, logrando sentirme un poco mejor. Cuando me encontraba completamente bien, le pedí a mi hermano regresar, lo cual no conseguí nada.

Damon me hospedo en un hotel dejándome sola en él, no sin antes decirme "que no quería verme por el pueblo en un rato", completamente molesta le cerré la puerta en la cara para cruzarme de brazos sobre mi pecho.

Pero siendo una Salvatore parece que mi maldición por estar en el peligro corre por mis venas.

—¡Damon! ¡Stefan! Regreso por quien lloraban —anuncie entrando a casa, pero no obtuve respuesta alguna. Chasque la lengua en señal de frustración. Tome el celular de mi bolso en el pantalón y llame el primer número que encontré—. Hola, ¿con el hermano más guapo del mundo?

—Ese soy yo —respondió con esa típica arrogancia que lo caracterizaba, sonreí—. ¿Cómo estás? ¿Cómo te trata Obama?

—Bien —respondí dejando mis maletas en mi habitación—. No quiere hacer una ley que proteja a los vampiros, ya sabes diplomacia —Ambos soltamos una pequeña risa—. ¿Dónde estás hermano? ¿Estás en casa?

—¿Por qué la pregunta pequeña entrometida?

—Curiosidad. Ya sabes, estoy aburrida.

—¿Y yo soy tu juguete?

—Se podría decir.

—Estoy rumbo la cosa colectiva del pueblo.

—¿En dónde es? —salí de mi habitación yendo escaleras abajo.

—En un área de los Fells —respondió Damon sin mucho problema. Agradecí que no hiciera preguntas.

—¡Oh! Esta bien hermano. Debo irme nos vemos.

—De acuerdo pequeña. Nos vemos.

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—Hola chicos —salude a mis hermanos con una voz feliz. Ellos al escuchar mi voz dieron un pequeño brinco en su mismo lugar—. Los asuste, lo siento —solté una pequeña risita—. Lindo día no.

—¿Qué haces acá? —hablo el mayor dándome una mirada molesta.

—Con un "me da gusto verte", estaría más que feliz —sonreí dulcemente.

—Vienes en un mal momento —comentó Stefan regalándome un pequeño pero caluroso abrazo.

—¿Ahora que hicieron? —le di una mirada a ambos hermanos frente a mi.

—No me culpes a mí —aclaró Stefan.

—Cúlpame a mí —sonrió Damon.

—Lo iba hacer de cualquier manera —asegure. Me crucé e brazos posando todo mi peso en una sola pierna—. ¿Qué hiciste?

La Tercera Salvatore - Libro I [En edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora