Punto de partida.

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Esta no es una de esas historias que comienzan con principios felices, la chica de esta historia pasa las horas intentando buscar una manera de ser feliz. Sus padres ya no sentían ese amor que años atras les hizo visitar una iglesia para pronunciar un "si, quiero", por lo cual su madre decidió buscar un tiempo fuera de casa y conocer gente diferente.
Pasaron meses y por fin conoció a un hombre que le hacia sentir hormigueo en el estomago hasta el punto de tener ganas de presentarselo a su hija.
Al principio ella no se sentía comoda con el nuevo "novio" de mamá, pero poco a poco le fue tomando cariño hasta que llegó su octavo cumpleaños.
Había globos por todas partes, una pancarta enorme con un "feliz cumpleaños" en tonos azules y muchos muchos dulces pero lo que más destacaba de aquella fiesta era el pastel. La fiesta ya estaba lista, solo faltaba la cumpleañera que estaba arriba poniendose su precioso vestido blanco con bordes de encaje por debajo y esa sonrisa brillante que la caracterizaba.
Hubo regalos, música, bailes, carcajadas, todo lo que una buena fiesta podria tener, pero a la noche el novio de su madre quiso darle el ultimo regalo. Un juego llamado "sube y baja" que como única regla requeria quitarse la ropa por completo tal cual él lo describia.
El juego cada vez iba teniendo más sentido y todo se volvia cada vez más oscuro y pútrido, sus lagrimas resbalaban por sus mejillas y la duda le carcomía por dentro hasta que por fin él terminó y salió del cuarto sin decir una sola palabra.
Desde ese día ya nada volvió a ser igual, él se pasaba cada noche por su habitación sin que su madre se diera cuenta y ella cada vez sentía más asco por aquello que él hacía, pero ¿que podría hacer una niña de ocho años si su madre no la creería? Estaba tan absorta con su nueva relacion que ni cuenta se daba.
Siguió con su vida pero cada vez mas apagada ignorando todas aquellas cosas que una vez le encantaron, hablaba menos y en clase estaba ausente como en otro mundo hasta que comenzó a tener ataques de ansiedad algo que, para su madre, no eran mas que excusas para no querer estudiar.

Una vida rotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora